Oh I'm just counting

Sepa por qué ganamos y perdimos todos con la visita del Papa Francisco

Por Guillermo Arellano
 
Fueron poco más de tres intensos días en los que Chile solo supo del #modopapa. Noticiarios y programas especiales de televisión, portadas de prensa, cobertura radial y una expectación periodística que traspasó nuestras fronteras.
 
Como era obvio, apenas Francisco tomó el vuelo rumbo a Perú, el pasado jueves, comenzaron los balances respecto al número de fieles que concurrió a las misas y demás actividades, como también al efecto que generó esta visita en los fieles, la Iglesia Católica, el pueblo mapuche y los detractores del clero a propósito de los sacerdotes involucrados y juzgados por casos de abusos sexuales, en especial Fernando Karadima y quienes lo defienden al interior de la jerarquía eclesial.
 
Sobre lo primero, la pregunta cae de madura: ¿qué otro líder, agrupación religiosa o movimiento ideológico o doctrinario es capaz de llevar 500 mil personas al Parque O’Higgins, 50 o 60 mil jóvenes al Templo Votivo de Maipú, 300 mil seguidores en Temuco y 50 mil personas a Iquique? La verdad, nadie.
 
 
Es evidente que el catolicismo ya no es tan ferviente como cuando vino Juan Pablo II, época de dictadura militar, censura y prohibición a la libertad de reunión y expresión. Además, la crisis generada por los excesos cometidos por algunos curas trajo como resultado el alejamiento de millones de ovejas alrededor del planeta, situación que también afecta a las instituciones políticas cuestionadas por corrupción y malas prácticas.
 
No nos olvidemos de la FIFA y Carabineros, por nombrar solamente dos ejemplos más.
 
¿Ayuda a recuperar fieles la venida del sumo pontífice? En teoría, sí. Es como cuando se realiza una competencia deportiva y queda edificada toda la infraestructura nueva; debería aumentar la actividad de deporte.
 
El tema es que con la Iglesia ese proceso no es tan automático. Lo que no entienden los no creyentes es que quienes se definen como católicos, van a misa e hicieron el esfuerzo del ver al Papa, aunque sea por la Alameda a bordo del Papamóvil, no siguen a una persona, sino que la fe en algo que concretamente no se ve y no tiene explicación.
 
Por lo mismo, los convocados ante la visita del Papa, que es el máximo monarca y pastor, son los seguidores de Dios, no todos.
 
A lo mejor, si existiera alguna secta o agrupación de ateos o agnósticos que tuviera una masividad capaz de llenar estadios y con presencia en el 65% de los hogares chilenos, quizás el Estado de Chile la daría un apoyo parecido al que se le dio a la visita de Jorge Bergoglio, léase los casi 10 mil millones de pesos que costó el evento.
 
Pero no. Eso no existe. Es ficción. Lo que hay es una crítica al actuar del obispo de Osorno Juan Barros, que es acusado de encubridor de Karadima y que estuvo presente en algunas actividades, pero que según el mismo Papa no tiene pruebas para ser enjuiciado por la justicia.
 
 
“Todo es calumnia, ¿está claro?”, le dijo sin titubear a Nicole Martínez de Radio Bío Bío, quien se anotó con el golpe periodístico, lo que supone una visión corporativa que ahorra cualquier tipo de análisis.
 
Raya para la suma: el debate continuará hasta nuevo aviso. Mientras tanto, la principal tarea de la Iglesia será reencantar a sus fieles más que captar y hacerles guiños a los que no creen. Para qué.
 
La buena noticia es que con este tipo de acontecimientos se explota la discusión en toda la opinión pública, proceso que harto bien nos hace en momentos en que prima la vanidad, el egoísmo y una multitud que deambula entre la ignorancia y la inmediatez.