Por Guillermo Arellano
El presidente de Argentina, Mauricio Macri, sorprendió a moros y cristianos al anunciar el fin de la contratación de familiares en los distintos ministerios de su gobierno.
De esta manera, las dos hermanas y la esposa del ministro del Trabajo, Jorge Triaca; el hijo del ministro de Turismo, Gustavo Santos; el yerno del ministro de Defensa, Oscar Aguad, y el hermano del jefe de gabinete de Macri, Marcos Peña, fueron los primeros funcionarios de confianza que se vieron en la obligación de renunciar a sus puestos.
La pregunta cae de madura: ¿funcionaría esto en Chile? Por de pronto, el mandatario electo Sebastián Piñera tiene como jefe de su próximo gabinete a su primo, Andrés Chadwick, y dos primos, los diputados Cristián y Nicolás Monckeberg asumirán las carteras de Vivienda y Trabajo.
¿Qué tenemos hoy? El ministro de Cultura, Ernesto Ottone, es hijo del influyente asesor del mismo nombre que tuvo Ricardo Lagos en su gestión (2000-2006). Además, si no es por causa del escándalo del “caso Caval” todavía Sebastián Dávalos, hijo de la Presidenta Michelle Bachelet, estaría en la Dirección Sociocultural de La Moneda.
Volviendo a Piñera, él también tuvo a su hija Magdalena en el influyente “segundo piso” de asesores, por cierto, en compañía de Hernán Larraín Matte, hijo del nuevo ministro de Justicia y Derechos Humanos, Hernán Larraín y de quien fuera ministra de Vivienda, Magdalena Matte.
Felipe Kast, sobrino del diputado José Antonio Kast, craneó Evópoli junto a Larraín Matte mientras las ejercía de ministro de Mideplán (Desarrollo Social).
En fin, la lista podría llenar páginas y páginas con todos los “hijos de”, esposas, maridos, hermanos, sobrinos, primos y parientes lejanos que han sido subsecretarios, intendentes, gobernadores, jefes de servicio, asesores, operadores políticos y de un cuanto hay desde el retorno a la democracia hasta nuestros días.
De hecho, la historia política de Chile se forjó con grandes dinastías con peso específico hasta ahora: Alessandri, Frei, Allende, Piñera, Lagos, Monckeberg, Aylwin, Walker, Kast, Zaldívar, Girardi, etc.
Es más, la historia de Chile es la historia de los apellidos y las familias que manejan la economía del país. Que son pocas, Angelini y Luksic, por nombrar unas.
Use dos dedos de frente: ¿usted cree que por decreto o declaración de buena voluntad se va a terminar el nepotismo? ¡Jamás! Existe mucho poder en juego.
Lo de Macri es destacable y digno de imitar. Sin embargo, no significa el fin del monopolio del poder y la centralización en la toma de decisiones. No por nada Piñera pretende acrecentar las atribuciones exclusivas del Presidente de la República, las que por ningún motivo serán acotadas o disminuidas en 2022 cuando llegue su reemplazante, sea o no de Chile Vamos.
Raya para la suma: si de verdad usted está aburrido de que los parientes tengan la primacía a la hora de la repartija final, fácil, deje la comodidad del computador y del teléfono inteligente y póngase a participar de la actividad política. A ver cómo le va.
Fíjese que en la pasada elección, de los ocho candidatos, solo Eduardo Artés, Alejandro Navarro, Beatriz Sánchez y Alejandro Guillier no venían del compadrazgo familiar. Al revés, Sebastián Piñera, Carolina Goic, Marco Enríquez-Ominami y José Antonio Kast sí venían con el rótulo del parentesco pegado en la frente.
Ya lo sabe. No depende de ellos, depende de nosotros. Así que manos a la obra.