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Humberto Burotto, candidato a Presidente de la DC: “Debemos ser la espada y escudo de los pobres”

Humberto Burotto, candidato a presidente DC a Cambio21: militantes de base y yo represento una pluralidad en el partido”.
 
“Lo central de la Democracia Cristiana en este momento para recuperar su confianza, es producir el debate y tomar decisiones sobre qué es lo que va a apoyar y cuáles son sus principales objetivos”. Esa es la gran tarea en la Democracia Cristiana para este Licenciado en Sociología de la Universidad de Chile y exgobernador de San Antonio, a sólo semanas de las elecciones para definir el nuevo timonel de una alicaída DC.
 
A sus 56 años, el expresidente de la Fech y fundador de la Confech, es tajante en señalar que “los partidos políticos tienen que poner a sus militantes a construir y a organizar la demanda social”, quien además, compite por la presidencia del partido junto al ala más progresista de la Democracia Cristiana.
 
¿Por qué cree usted que debe ser el próximo presidente de la Democracia Cristiana?
 
- En la actualidad, la Democracia Cristiana tiene un malestar muy importante en sus militantes de base, producto de un abandono en la dirección del partido. Por lo tanto, se requiere un cambio y ese cambio no puede estar dirigido por las respuestas tradicionales que son desde arriba hacia abajo, desde los parlamentarios hacia abajo, de las cúpulas hacia abajo. La Democracia Cristiana tiene una riqueza entre sus militantes de base y yo represento un cambio generacional, una pluralidad en el partido y tenemos una legitimidad para hacernos cargos del futuro debate del siglo XXI y la reconstrucción del partido, desde la confianza y desde la trayectoria. 
 
¿Suena como el salvavidas de la DC?
 
- En ningún caso. Yo no le voy a ofrecer a la Democracia Cristiana la presidencia de la república después de dos años, pero si le ofrecemos un esfuerzo unitario de reconciliación interna, de pacificación de los espíritus y al mismo tiempo, un congreso nacional para tomar las decisiones y recuperar el perfilamiento. La identidad está en tomar decisiones y saber a quiénes apoyamos y a quienes defendemos. En lo personal, creo que debemos ser la espada y el escudo de los pobres, de las capas medias y de los sectores que hoy producen emprendimiento y trabajo en Chile que son las pymes.
 
A su juicio, ¿cuál es el mayor factor del desplome de la Democracia Cristiana?
 
- Es una crisis global de la política y que es de carácter mundial, pero en Chile se da como una crisis de representación y por el miedo que tiene la sociedad. Esos factores generan un malestar, malestar que se traduce en las protestas por las pensiones, que se traduce en el enojo de las personas frente al precio de los medicamentos, que se traduce en la sensación de abandono y de inseguridad frente a temas de salud. Una pobladora me decía días atrás, que le daba miedo enfermarse, miedo a no saber qué iba a pasar con ella, con su familia, con su futuro. No podemos construir una sociedad en base al miedo frente al futuro, frente a la delincuencia.
 
¿Considera que su propuesta puede acabar con esta caída libre que mantiene la Democracia Cristiana?
 
- Si el país comprende lo que propone la Democracia Cristiana en materia de pensiones, ante los problemas que las personas enfrentan, sin duda recuperará la confianza de importantes sectores como los pobres, las capas medias y al mismo tiempo, de sectores que producen innovación y crecimiento. Debemos asumir los temas del futuro, los temas de igualdad. En Chile, las mujeres no ganan el mismo sueldo que los hombres por realizar el mismo trabajo.  Hay que mirar las buenas experiencias de otros países. Nosotros debemos avanzar hacia un mundo de mayor equidad. No puede ser que siete de cada diez mujeres, estén presas por matar a su marido y que sus casas se han transformado en un infierno. La peor delincuencia es cuando en un grupo familiar se matan entre ellos.
 
¿Le parece una buena señal que sean sólo dos los candidatos a la presidencia de la Democracia Cristiana?
 
- Son los que hay. No lo calificaría de bueno o malo. Acá hay dos alternativas de la Democracia Cristiana y las dos alternativas implican forzosamente, una visión distinta. Hay una alternativa que es la que ha representa mi adversario, que son los que han estado en la lógica del camino propio, los que han conducido el partido, los que han sido parlamentarios, algunos por más de cuatro décadas. Nosotros en cambio, representamos a personas que no han tenido la oportunidad de dirigir el partido, que hemos compartido el sacrificio, que hemos dado testimonios, que hemos estado en primera fila, aportamos en lo intelectual, en temas relevantes como el tema indígena, el tema sindical, el tema de los derechos de las personas. Por lo tanto, estamos en plena condición de asumir como alternativa. La Democracia Cristiana quiere un cambio, necesita un cambio y creo que el país va a percibir muy bien ese cambio.
 
¿Cuál es el plan para recuperar la confianza en la Democracia Cristiana?
 
- En primer lugar, la toma de decisiones. El partido tiene que amortizarse. No quiero entrar en las cosas administrativas. Todas las instituciones, requieren prácticamente una reingeniería, una nueva secretaria general, el departamento electoral, un sistema de comunicaciones distinto, una descentralización efectiva, más confianza y autonomía en las bases. En un país que se descentraliza, la política de alianza no puede estar completamente centralizada en Santiago y no se pueden tomar todas las decisiones en Santiago. No es un vicio, es una enfermedad. Lo central de la Democracia Cristiana en este momento para recuperar su confianza, es producir el debate y tomar decisiones sobre qué es lo que va a apoyar y cuáles son sus principales objetivos.
 
En una eventual presidencia suya, ¿cuál será la estrategia para que la Democracia Cristiana tenga una participación activa en la agenda nacional diaria?
 
- Hay un cambio muy profundo que se tiene que realizar la práctica de la política chilena. Y ahí, queremos debatir con los otros partidos. Hasta ahora, hemos retrocedido de la política a una lógica de mercado. Los partidos son empresas que ofrecen cosas y la gente las compra o las desecha. Nosotros no creemos en un modelo de mercado de la democracia. La democracia no es igual al mercado. Los partidos políticos son la sal en la masa y la levadura en la masa como dice el evangelio. Los partidos políticos tienen que poner a sus militantes a construir y a organizar la demanda social. Si todos los actores de Chile demandan al mismo tiempo, mejorar y sacar el pedazo que les corresponde, nuestro sistema económico, nuestra democracia no resiste. A eso se le llama populismo y se le dice a todo que sí. Los partidos políticos tienen que ser dinamizadores de la demanda social. Por eso que proponemos la participación como algo esencial desde las bases y que esa participación sea comunitaria, empoderando al poder local, democratizando la democracia, controlando a las autoridades en la base, incluso, con consecuencias muy duras. No queremos alcaldes que duren más de dos periodos, no queremos alcaldes que duren 40 años, ni tampoco parlamentarios. La rotación es esencial. Eso es democratizar la democracia.