Los abajo firmantes, con mucho pesar, le informamos que hemos decidido renunciar a nuestra condición de militantes del PDC, lo que hemos sido por muchos años o décadas. Nos mueve el haber llegado a la dolorosa conclusión que la Democracia Cristiana ha tomado un rumbo que - a nuestro juicio- se aleja de una visión propia de la sociedad, desdibujando su identidad.
La Nueva Mayoría dejó de ser una alianza de centro izquierda, al estar bajo una clara hegemonía de una izquierda refundacional, renegando del patrimonio de la transición y los gobiernos de la Concertación y abandonando a un vasto sector de la sociedad que no se sintió interpretado por el espíritu rupturista y de confrontación que la caracterizó.
El resultado no fue una refundación, sino que una derrota electoral frente a una derecha que logró interpretar el centro político, junto a un estancamiento del avance que el país había logrado en distintos ámbitos durante las décadas anteriores, añadido a una creciente polarización política y desprestigio de las instituciones democráticas.
Esto lo advertimos en una carta pública enviada hace dos años. A quienes hemos advertido sobre la crisis del partido, sustentada en su incapacidad de representar a la nueva sociedad y levantado la voz para revisar su política de alianzas, se nos ha atacado con virulencia y amenazas de expulsión desde su dirigencia.
Apoyamos sin reservas la decisión de llevar candidatura presidencial y lista parlamentaria propia, lo que entendimos como un intento de sentar las bases para la construcción de un discurso que adecuara nuestros principios a la nueva realidad e iniciar un camino que pudiera aportar al Chile del siglo XXI, desde nuestros ideales.
No obstante, la forma en que el partido abordó esa decisión, la falta de apoyo y las diferencias internas respecto de nuestra misión, hicieron que este esfuerzo se frustrara y sobreviniera una actitud revanchista de quienes –minoritariamente- rechazaron esa decisión.
Más aún, después de una manifestación de independencia en la primera vuelta, se insistió en más de lo mismo, apoyando nuevamente y sin condiciones, la candidatura continuista de la NM.
La DC ha perdido tanto su influencia política como su perfil moderado y cuidadoso de la calidad técnica de sus propuestas. Se apoyaron una serie de reformas que tenían fines loables, pero estuvieron pobremente diseñadas y peor ejecutadas.
A pesar del muy adverso resultado en las urnas, en las que el electorado DC, como es evidente, rechazó la propuesta continuista de su directiva, no se ha realizado un proceso sereno de reflexión crítica que lleve a enmendar rumbos.
Al contrario, muchos de los dirigentes no manifiestan diferencias claras con quienes promueven políticas rupturistas, ajenas a nuestra tradición, mimetizándose con partidos que, en vez de representar el Chile de todos, son correa trasmisora de intereses sectoriales y visiones dogmáticas sobre lo que es bueno para el país.
Esas ideologías consideran que los ciudadanos que dicen representar no tienen capacidad de discernir lo que es bueno para ellos mismos, debiendo el estado decidir por ellos en diversos aspectos importantes para su vida; reniegan de los derechos humanos según dónde éstos sean violentados y conciben la democracia de forma instrumental.
Hoy vemos con preocupación que la Democracia Cristiana, teniendo una nueva oportunidad de fortalecer su posición en el Congreso a través de sus bancadas en la Cámara de Diputados y en el Senado, se apresta a reanudar una alianza, no sólo con los partidos de la izquierda tradicional y el Partido Comunista, sino también con el Frente Amplio.
El proceso de desarrollo más exitoso de América Latina tuvo lugar en Chile en el último cuarto de siglo. Esto lo llevó desde ser un país de ingreso promedio en América Latina, con alta incidencia de la pobreza y limitadas oportunidades, a liderar la región en crecimiento económico y desarrollo social, con importantes avances en salud, educación, infraestructura y superación de la pobreza.
Nos enorgullecemos de haber tenido la oportunidad de colaborar, junto con muchos militantes DC y de otros partidos de la Concertación, en los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet I, aportando nuestro grano de arena a esa etapa de gran avance para Chile.
También nos enorgullece haber defendido sus políticas en diversos foros nacionales e internacionales y ante la opinión pública en momentos favorables y también adversos.
Creemos que si los fundadores del PDC estuvieran entre nosotros compartirían la misma impresión, verían con emoción como la organización que ellos fundaron jugó un rol primordial en conseguir el retorno a la democracia e impulsar un inédito proceso de ampliación de las libertades y oportunidades, mediante el crecimiento económico, la equidad social y la gobernabilidad política.
Chile enfrenta una disyuntiva importante en su futuro. Gracias a la actitud visionaria de quienes impulsaron la transición, el país se embarcó en un proceso pacífico hacia la democracia. El éxito de los gobiernos de la Concertación y algunos avances del gobierno de la Nueva Mayoría (energía, infraestructura, diversidad de géneros, entre otros) permiten que hoy podamos aspirar a alcanzar nuevas metas y llegar a ser un país desarrollado y en paz, que ofrezca progreso para todos.
Ahora debemos completar una nueva transición para ser una nación desarrollada, lo que requiere de acuerdos políticos amplios, que den sustento a políticas públicas que favorezcan el bien común y no a grupos de interés, diseñada con criterios técnicos y no con voluntarismo ideológico, y dónde se respete plenamente el Estado de Derecho y la democracia representativa.
Estamos convencidos que las propuestas de la izquierda latinoamericana, muchas ya añejas provenientes de análisis que se hicieron hace 50 años, no constituyen el camino adecuado para Chile. Por otra parte, lo que es fundamental para nosotros, tampoco representan la esencia de la doctrina humanista y cristiana que un día le permitió al PDC ser impulsor del progreso y la inclusión social y atraer a un amplio y variado electorado.
Hemos manifestado esta visión tratando de influir en el partido con escaso éxito. Muchos hemos participado en las instancias partidarias.
Hoy, la orgánica directiva del PDC está controlada por una estructura que favorece la intolerancia, la descalificación , sin espacios para el debate con altura de miras.
Nos duele profundamente llegar a la convicción – como muchos otros- que ya no es posible cambiar la cultura que se ha instalado dentro del partido, destructiva de nuestros liderazgos y de nuestra propia identidad.
Algunos de los firmantes de esta carta hemos sido objeto de una acusación basada en argumentos no aceptables en una agrupación democrática y, peor aún, su requerimiento ha sido acogido por el Tribunal Supremo y apoyado por la Directiva Nacional Subrogante, pese a no ser procedente de acuerdo a los estatutos.
No queremos irnos expulsados, ni sancionados.
Queremos irnos con la frente en alto y pensando que, desde fuera, tal vez podamos aportar con mayor libertad a renovar los planteamientos de políticas basadas en el pensamiento del humanismo cristiano, a entender la complejidad de la sociedad actual, a reivindicar una historia que nos enorgullece y plantear ideas para un camino político que, adecuado a los nuevos tiempos, retome un equilibrio entre el crecimiento económico y la inclusión social, fortaleciendo nuestra democracia y revalorizando nuestra institucionalidad.
Nos vamos con la esperanza de poder confluir más adelante con el partido al que hemos dedicado nuestros mejores esfuerzos, donde hemos construido lazos de amistad y, junto a otros, volver a ocupar el espacio político que la Democracia Cristiana hoy ha abandonado, aquel que interpreta a millones de chilenos que quieren cambios, pero defienden su dignidad y su esfuerzo, y no quieren poner en riesgo lo logrado con mucho trabajo.
Álvaro Clarke
Ana Luz Durán
Baldemar Higueras
Carlos Correa
Clemente Pérez
Delia Del Gatto
Ernesto Tironi
Felipe Del Río
Gabriela Ruitort
Gino Servato
Guillermo Le Fort
Héctor Sánchez
Hernán Garfias
Hernán Herrera
Hugo Lavados
Julio Bustamante
Luciano Gligo
Luis Felipe Cristi
Luis Lizama
Manuel Inostroza
Manuel Llanos
Mariana Aylwin
Mario Jerez
Mauricio Olavarría
Miguel Patricio Aylwin O.
Oscar Acuña
Patricio Sesnich
Raúl Martínez
Rodrigo Pablo
Santiago Venegas
Sergio Hernández