Oh I'm just counting

“Piñericosas” en su minuto de fama. Repase las mejores (o peores) que nos ha regalado el expresidente

A Piñera lo que más se le criticó entre 2010 y 2014, fue el daño que le provocaron las Piñericosas a la “investidura del cargo”. No por falta de sentido del humor, sino que por su exceso de personalismo en temas simples que requerían de una segunda opinión digna de asesores de primer orden. Vimos despelotamientos varios y salidas de libreto que molestaron a propios y ajenos y que en parte gatillaron la brutal pérdida de puntos de aprobación ciudadana.

Por Guillermo Arellano
 
Más allá del álgido debate político que está generando la segunda vuelta electoral entre las dos candidaturas más votadas el pasado 19 de noviembre, Sebastián Piñera y Alejandro Guillier, además de los dimes y diretes, certezas, confusiones, aclaraciones, volteretas y cantinfleos que provienen del Frente Amplio respecto a sus apoyos para el balotaje, son las “Piñericosas” las que nuevamente se tomaron la campaña.
 
Lo peor -o mejor-, es que los eternos “fails” del expresidente ya son parte del léxico político, quiérase o no. No estamos hablando del “Piñeragate”, el juicio del Banco de Talca, las acciones de Colo-Colo y Lan, la compra de papeles de Exalmar en Perú, los paraísos fiscales de Islas Vírgenes y todo el polémico material que ha desembocado en ríos de tinta y mares de cintas de video en los últimos 30 años o más.
 
Ya no podemos hablar de maremoto y tsunami. Es “marepoto” y “tusunami”. Se dice “cubrido”, no cubierto. El tierno niño al que Felipe Camiroaga le regaló un caballo se llama “Zafrana”, no Zafrada como el país entero lo conoció después del terremoto del 27F.
 
Otra cosa: si por esos cambios del destino futbolero el entrenador Marcelo Bielsa vuelve a la selección chilena solo una persona podrá decirle “loco” en la cara, Piñera, aunque le cueste sufrir otro desprecio del DT rosarino en el propio Palacio de La Moneda, tal como ocurrió en 2010 después del Mundial de Sudáfrica.
 
Hoy nos reímos de la “Galactea” (Vía Láctea), del insólito viaje en helicóptero por el estadio Monumental, del aterrizaje en una autopista del sur para cargar combustible y de cuando les dijo a unos abuelitos de Chillán que estaban a punto de pasar marzo (¿no que era agosto?).
 
También nos causan hilaridad sus bailes tiesos (Michael Jackson) y descoordinados (zumba), los comentados tics y su extraño sentido del humor al tirar chistes machistas (“las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas y los hombres nos tiramos encima y nos hacemos los vivos”, bromeó en Linares) y racistas (“usted es como chocolate con chantilly”, le dijo al haitiano Givens Laguerre en un programa de TVN).
 
 
Lo curioso del caso es que él sabe que a un sector no menor de gente grave y amarga que vive acá no les causa ninguna gracia, pero va y cuenta los chascarros igual.
 
¿Cuenta como Piñericosa decir que venían votos marcados por Guillier y Beatriz Sánchez en la primera vuelta? Por la reacción que tuvo el mundo político tras la denuncia, claramente, no. Pero usar una canción de Edith Piaff (“No me arrepiento de nada”) como forma de pedir disculpas en una entrevista radial, la verdad, da para pensar por mucho que haya asumido que fue “innecesario” hacer tamaña acusación… pero, ojo, “dado todo lo que pasó”, no por una convicción meramente personal.
 
Por otro lado, solo Yerko Puchento y Stefan Kramer le lanzan tallas etílicas al animador Martín Cárcamo (fue detenido por presunto manejo en estado de ebriedad en enero de 2013). Y el exmandatario, sin pudor, lo felicitó hace solo algunos días en Canal 13 por verlo “sobrio totalmente”. Pasó a segundo plano el saludo que le hizo al periodista Paulo Ramírez: “don Polo Maturana”.
 
Corolario: si durante su primera administración mostró el papelito de los 33 mineros hasta el cansancio de su esposa Cecilia Morel, firmó el libro de oro de visitas en Alemania con una cita nazi (“Deutschland über alles”), arrastró un pesado reclinatorio en la parte más importante de una misa con el cardenal, desatando un molesto ruido, y se sentó en la silla del presidente de los Estados Unidos, que en ese momento era Barack Obama, ¿qué pasará si vuelve a gobernar?
 
 
Da lo mismo si se cae al tratar de pegarle a una pelota de fútbol, si ningunea de nuevo a sus ministros (“este es el famoso salón Montt Varas: ahí está el Presidente Montt y ahí está su ministro que lo acompañó y que quiso ser Presidente, pero no lo logró”, le dijo a Joaquín Lavín en 2011) o si le da más empujones a su señora antes de un discurso y si responde que “sí” cuando otro transeúnte le pregunte si va a seguir robando si gana la elección.
 
A Piñera, lo que más se le criticó entre 2010 y 2014, y con justa razón, fue el daño que le provocaron las Piñericosas a la “investidura del cargo”. No por falta de sentido del humor, sino que por su exceso de personalismo en situaciones simples y hasta mundanas que requerían de una segunda opinión experta digna de asesores de primer orden. Al revés, vimos despelotamientos varios y salidas de libreto que molestaron a propios y ajenos y que en parte gatillaron la brutal pérdida de puntos de aprobación ciudadana.
 
Esperando el sentir soberano de las urnas, donde el resultado se prevé muy estrecho, solo queda como reflexión que los países tienen a los líderes que se merecen. Y esa, estimados lectores, sí que es una Piñericosa del porte de una casa, porque aquí no se salva nadie.