George Santayana, poeta nacido en España, educado en USA y fallecido en 1952 en la Roma eterna: nos legó una frase muy citada: “Aquéllos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”
El Golpe de Estado de 1973 se produjo por la incapacidad de construir un acuerdo político que valorara la democracia y la diversidad para seguir haciendo justicia social y, aún hoy tenemos diferencias sobre como actuaron los diferentes actores. Yo he escrito un libro y muchos artículos sobre ello y participado en distintos seminarios sobre el particular, tratando de persuadir y ser persuadido sobre las causas reales. ¿Es importante hacerlo? Por supuesto. Por algo he iniciado este artículo con la frase de Santayana.
Pero ese proceso es para aprender de los errores cometidos y valorar los aciertos. Uno muy importante fue hacer que las diferencias no impidieran acuerdos muy valiosos para alcanzar una vida más civilizada. Esas coincidencias permitieron un acuerdo político con quienes tenían un poder brutal. Manejaban las armas, la economía y los medios de comunicación. Si, tuvimos que aceptar a Pinochet en el ejército hasta 1998, pero no les dimos impunidad como la exigían. Algunos se burlan de “la justicia en la medida de lo posible” Al mismo tiempo, solidarizan y defienden a los sandinistas que llegaron al poder dándole amnistía total a los esbirros de Somoza. Hablé el tema con el Comandante Daniel Ortega el año 2000, que gobierna hoy con mano de hierro, ese país.
Él me señaló que tuvieron que aceptarlo porque era la única manera de parar la guerra civil que desangraba a su país. Otros le dan categoría de héroe a un juez español que activó juicios contra la dictadura chilena y no llevó ninguno en su país, dónde los 40 años de Franco estuvieron marcados por violaciones brutales a los derechos humanos. Hay admiradores de Nelson Mandela que son críticos de lo hecho en Chile. Yo también admiro a Mandela, porque él fue un hombre excepcional. Chile los asesoró para enfrentar la situación al comienzo de su gobierno. ¿Qué exigieron en Sud África? Acorde con su cultura y sus condiciones, exigieron que los culpables reconocieran sus crímenes y luego se fueron libres. ¿Cómo te perdono si no reconoces lo que hicisteis?
En Chile han transcurrido 30 años y asesinos y torturadores siguen siendo procesados o están cumpliendo condenas. No ha sido fácil, pero lo hemos hecho. Se dictaron normas básicas para beneficiar en lo posible a las víctimas, insuficientes para algunos, pero valiosas para una gran mayoría. ¿Cuál de estos críticos es capaz de hacer lo imposible? Los políticos comprometidos hacemos nuestra la tarea que es, EXTENDER LAS
Fronteras de lo posible
Otros critican que la transición se hizo entre 4 paredes y a espaldas del pueblo. ¿Las elecciones por internet que hacen algunos movimientos, con una participación tan pobre, se hacen al aire libre? Se puede hacer daño al pueblo en la calle, quemando estaciones del Metro o Buses o en reuniones cerradas bajo techo. En 1989, el 92% de los ciudadanos inscritos apoyo los acuerdos de 54 cambios a la Constitución logrados entre la oposición y la dictadura.
A mí me habría gustado incluir otras cosas, pero no se pudo y apoyé el gran avance y no me arrepiento. ¿A espaldas del pueblo? El líder de la transición, Patricio Aylwin, fue elegido Presidente de Chile por más del 50% de los votantes. Su sucesor, Eduardo Frei RT, obtuvo más votos, porque ya eran menos los chilenos que tenían miedo a la democracia. Las segundas vueltas se hicieron obligatorias con Lagos y Michelle Bachelet porque las promesas no se cumplían y el modelo neo liberal se fortalecía. Las críticas a estas políticas y conductas me parecen justificadas y necesarias.
Llevo 20 años fuera de cargos de poder, porque no he aceptado esas medidas, he reclamado, hecho las denuncias y presentado propuestas distintas. He pagado los costos de ser minoría y opositor al modelo, sin arrepentirme de ello, pero Nunca, Nunca, he actuado ni actuaré para favorecer a la derecha.
Estoy muy preocupado por la respuesta que puede producir la incapacidad política de ofrecer soluciones acordes con las exigencias de la pandemia sanitaria y los abusos de la pandemia neoliberal. Estoy convencido que la grave crisis actual, es muy diferente a la que vivimos en 1973, aunque los grupos de derecha perseveran en sus campañas odiosas destinadas a incrementar el miedo y buscar respuestas autoritarias para mantener una desigualdad pocas vistas en el país. Para variar, cuentan con la complicidad de minorías anarquistas o de ultra izquierda que promueven acciones violentas que sólo ayudan a los objetivos antidemocráticos de grupos empresariales y políticos. El lenguaje bélico del Presidente, el involucramiento de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el narcotráfico y como fuerza represiva a las movilizaciones pacíficas es muy dañino y peligroso.
La situación no es igual al 73, dónde hubo fuerzas importantes que creían en la violencia armada para obtener o mantener el poder, pero hay peligros nuevos. Las fuerzas centrífugas que apuntan a la división del país, la violencia de minorías irracionales y la falta de sensibilidad de los que tanto tienen, se seguirán expresando. Los acuerdos inaceptables que les otorgan impunidad a los políticos culpables de delitos o faltas a la ética, generan indignación en la ciudadanía y en los uniformados. Si podemos trabajar juntos, aunque no revueltos para el plebiscito, es un avance. Pero si no actuamos juntos en las elecciones, el país puede pasar a ser ingobernable. ¿Es legítimo perfilarse como fuerza política? Sí, en la medida que no pulverice la necesaria capacidad de acuerdos.
No son los temas del 73 los que nos dividen y, a pesar de su profundidad, pudimos darle a Chile una salida. Ahora se requiere esa madurez, reconocer con valentía que estamos orgullosos de muchos de los logros y que reconocemos los errores en AFP, ISAPRES, Educación, probidad y participación. Los nuevos políticos debieran aportar algo más que críticas y actitudes arrogantes. Tienen un muy buen componente humano y tienen la obligación de usarlos pare el Bien Común.
Entre tanto, los ciudadanos no creen en nadie, las encuestas y las votaciones muestran esta grave circunstancia. En la histórica Fech, no participan ni el 15% de los estudiantes, los sindicatos no resisten bien el embate del neoliberalismo y los personalismos. La estrategia del neo liberalismo para debilitar el mundo político y social ha tenido éxito, la democracia semisoberana construida, ha logrado mantener un modelo económico y social fracasado, fortalecida por la corrupción de muchos integrantes de las elites civiles, militares y religiosas. Que el 50% de los ciudadanos no vaya a votar en las últimas elecciones presidenciales, a pesar de tener opciones extremistas y de todos los sectores es una advertencia que no puede ser desoída.
El extremismo de izquierda tiene éxito en los medios de la derecha, al generar violencia que daña a los que dicen defender. Les responden grupos neonazis que salen a agredir, protegidos por la fuerza pública y que no tienen pudor para organizar seminarios sobre Hitler, como lo hizo en estos días el Banco Security. Los ricos no usan el Metro ni el Transantiago, tampoco los afectan las barricadas, porque no viven en esos barrios y si algunos incursionan en las comunas dónde viven, sólo los asustan más y aumentan las presiones para una respuesta represiva odiosa. Debemos destacar que algunos extremistas, así como funcionarios policiales que cometieron delitos, están siendo juzgados por los Tribunales, no sin superar, en estos casos, las trabas de altos mandos. La corrupción en los grados superiores uniformados ha provocado una baja de la moral interna y generalizado una rabia por la falta de respeto a la autoridad y los ataques que reciben todos sus integrantes. Estoy seguro que son más las mujeres y hombres honestos en los cuerpos armados, así como en los distintos sectores civiles y religiosos, pero el sentir ciudadano no lo diferencia.
No debemos generalizar
No todos los políticos, sacerdotes, pastores, jueces, uniformados, sindicalistas y empresarios son corruptos. Castigo ejemplar para los culpables y respeto para los inocentes. ¡Cómo no entienden nuestros uniformados que la tortura, el asesinato y la violencia excesiva “no es desempeño profesional”! Son los propios protocolos aplicables en las guerras los que dictan normas para el trato de los derrotados. Son normas aprobadas por los Altos Mandos los que indican que no se pueden disparar balines, bombas lacrimógenas y otros elementos represivos a la cabeza de los manifestantes. Si la vida de estos servidores está en riesgo, se aplica el derecho a defensa propia, derecho que existe para todos.
Pensar en una sociedad dónde no se respete a la autoridad, se atente impunemente contra la integridad física o la vida de los integrantes de las fuerzas de orden, es desconocer el indispensable papel que cumplen estas entidades. Conozco como actúan y los medios en que desarrollan su tarea, he estado en las calles muchas veces y he visto verdaderos profesionales y brutos abusivos. En muchas ocasiones, incluso en dictadura, nos despedimos hasta de mano, reconociendo nuestros distintos roles. Pero no pueden sentirse ofendidos cuando ellos mismos tienen conductas diferentes. He observado a carabineros que intentan controlar los excesos de algunos funcionarios, pero la excesiva debilidad del mando hace muy difícil esa tarea. Los entiendo, a mi pasa cuando nos acusan a todos los políticos de corruptos.
Sé lo difícil que es hacer cumplir esas normas cuando tú propia vida está en peligro o eres testigo de las heridas de tus colegas. ¿Es humano ese sentimiento? Claro que sí. Pero un profesional es aquella persona que se entrena para actuar como una persona preparada, no para improvisar ante las situaciones que les corresponde vivir.
Los discursos ambiguos en contra de la violencia extremista son tan dañinos como los de los que se hacen cómplices de la represión bruta. No son los extremistas los únicos que usan e lenguaje bélico. Ha sido este gobierno derechista el que nos ha tratado a todos los opositores como enemigos, marionetas de gobiernos extranjeros o de los grupos extremos que saben que no cuentan con nosotros.
La debilidad de los partidos, las federaciones de estudiantes y los sindicatos, se muestra también por nuestra incapacidad para controlar a los extremistas en las legítimas movilizaciones masivas que realizamos. En plena dictadura, fuimos capaces de controlar esos excesos, por persuasión previa o por acción en la calle. Por ello, nunca un uniformado fue asesinado, golpeado o torturado en nuestras protestas. La historia muestra que siempre las víctimas desarmadas fueron nuestras.
Me preocupa el clima de odiosidad que se ha ido imponiendo. Es cierto, yo mismo me indigno cuando los que gobiernan no escuchan, cuando veo la represión desatada, y, me duele mucho, que tengamos tantos compatriotas que sufren lesiones graves por acción criminal de los que nos deben cuidar. Para mí es evidente que la decisión del Presidente Piñera de cambiar 41 generales hasta llegar a uno que le diera confianza personal, ha dañado a la Institución y al país. Un error más grave que el del gobierno anterior, de no cambiar al General Director como responsable de los actos de corrupción grave en la Institución conocidos en esa época.
Creo que es vital cumplir con lo acordado en noviembre. Que el pueblo participe en un plebiscito de entrada y otro de salida, y que exista la posibilidad de crear una Convención Constituyente 100% elegida, que redacte un texto más acorde con nuestra realidad es un gran paso. Apoyo con toda convicción este acuerdo y advierto de los riesgos de no cumplirlos, pero no debemos olvidar que los problemas reales siguen, porque sólo hemos conocido medidas de parche. Y las diferencias no pueden impedir un acuerdo sobre cómo salir de la crisis.
¿No había diferencias, aún mayores, cuando Eduardo Frei Montalva emocionaba y unía a los asistentes al Teatro Caupolicán, antes de la farsa plebiscitaria de 1980? Si las había. Pero ese acto masivo, emocionante, organizado por un equipo amplio, que coordinó Belisario Velasco y en el que me tocó ser el animador, los adversarios de ayer empezamos a recorrer el largo camino de 9 años que nos llevó a la victoria. Antes del triunfo, tuvimos precios muy altos que pagar. Don Eduardo fue asesinado por Pinochet porque buscaba la unidad en la diversidad para recuperar la democracia.
Frei Montalva, Aylwin, Valdés, Almeyda, Aniceto Rodríguez, Carlos Briones, Enrique Silva, Ricardo Lagos, Armando Jaramillo, y tantos otros dejaron el pasado atrás y se comprometieron a defender la vida, promover la justicia social, recuperar la democracia para todos y actuar pacíficamente para construir una Patria para Todos. Para el plebiscito de 1988, superando las vacilaciones de otros partidos, fuimos juntos a derrotar al tirano y logramos acuerdos para apoyar al que se convirtió en el líder indispensable de la transición, Patricio Aylwin Azócar. La unidad esencial duró 20 años, suficientes para una transición necesaria y con grandes logros, aunque luego el abandono de los proyectos de cambio y la penetración de la ideología neo liberal en las fuerzas concertacionistas y de la Nueva Mayoría, nos hicieron perder la confianza popular dos veces.
Las diferencias actuales son grandes, pero el pueblo nos muestra el camino. No se puede seguir con las AFP, las ISAPRES, la Educación clasista, el lucro desenfrenado. El Estado, que es sólo una parte de la sociedad política, no puede ser sólo el guardián del desorden que favorece a los poderosos. Necesitamos un Estado promotor del Bien Común y de la Justicia Social, que nos dé participación a los otros actores de la sociedad, las personas, los gremios, las comunidades, las sociedades. Un Estado que proteja el medio ambiente y a la creación más valiosa de la humanidad, la persona humana.
La teoría democrática moderna exige un Estado fuerte y cuerpos intermedios muy activos, por lo que ante su debilidad se deben definir políticas que hagan que sus posibles integrantes les tengan confianza. Más control en las reglas y transparencia en la administración de los recursos de las organizaciones son indispensables. Ninguna sociedad puede partir de cero y los líderes actuales deben escuchar y nosotros aceptar lo que sea positivo. Chile necesita que cambien, que con seriedad y humildad busquen los caminos apropiados para disminuir el odio ambiente y el egoísmo desenfrenado. No necesitamos un nombre de candidato o candidata presidencial. Necesitamos propuestas y acciones que muestren que han entendido que Chile necesita una mayoría política, institucional y social.
En ese hermoso discurso de 1980, Don Eduardo Frei Montalva improvisó unas palabras que quiero repetir aquí: La Esperanza de Chile no tiene el nombre de una persona. La Esperanza de Chile, es el pueblo de Chile.
¿Se cree alguna o alguno de las figuras actuales que tienen más meritos que este gran líder asesinado?
Los méritos de cada una de las personas que quieren asumir el liderazgo en la oposición, son respetables, no tengo dudas de ello. Pero eso no basta. Tienen que probar su capacidad para construir propuestas sólidas y viables. Tienen que ser capaces de reunir una amplia mayoría que concuerde con un programa, además de la estrategia pacifica y electoral que Chile necesita, hoy, tanto como en 1970 y en 1990: Una mayoría política, institucional y social.