Foto: Ministra del Medio Ambiente Maisa Rojas junto al humedal urbano de Talca, ubicado a sólo cuatro kilómetros del centro de esta ciudad
Por Antonia Paz
Talca se viste de gala para su próxima acción ambiental: una mega feria y casino junto al recientemente nombrado oficialmente por la ministra del Medio Ambiente, Humedal Urbano Río Claro-Piduco y que ya está inscrito dentro de los pocos humedales urbanos que hay en el país. Esta decisión no tiene respuesta completa a las observaciones técnicas exigidas.
Con una mezcla de entusiasmo y dudas ambientales sin resolver, el megaproyecto “Modificación Parque Ferial AGAC”, que contempla un moderno centro de convenciones, ferias y una sala de juegos al más puro estilo Las Vegas ribereño, pero en Talca, sigue su curso en la Región del Maule. Todo esto, pese a que las observaciones esenciales realizadas por la SEREMI del Medio Ambiente y el SEA permanecen, en espera eterna, como si fueran parte de un trámite místico fuera del espacio-tiempo administrativo.
El proyecto, que se ubica a apenas 300 metros del Humedal Urbano Cajón del Río Claro y Estero Piduco (un ecosistema protegido por ley), ha sido objeto de solicitudes tan extravagantes como “mediciones multitemporales del nivel freático”, “evaluación de calidad de agua” o “línea base sobre flora y fauna”. Caprichos técnicos que, según el proponente, no aplican.
Aun así, el SEA y la SEREMI deberán resolver si este despliegue de entretenimiento en zona de riesgo de inundación debe ingresar o no al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA). Todo esto mientras no se entregan inventarios actualizados de flora y fauna, ni estudios hidrobiológicos, ni protocolos ante emergencias químicas. Detalles menores, según parece.
Por si fuera poco, tampoco hay claridad respecto al efecto acumulado del aumento de tráfico, ni sobre el ruido urbano adicional. Pero, ¡tranquilos! Se prometen jardines de aguas lluvias y paseos interpretativos que harán olvidar cualquier alteración a un ecosistema frágil y ya amenazado.
Al parecer, estamos ante un nuevo modelo de evaluación ambiental a la chilena: primero se aprueba, luego se pregunta.
Porque si algo nos enseña Talca, es que la realidad ecológica siempre puede adaptarse a la narrativa del desarrollo.