Oh I'm just counting

Beatriz Yáñez y la obra clown Soliloco: la imaginación como fuga posible

Por Mariana Hache

En una estación de trenes cualquiera —espacio de tránsito, espera y memoria— habita Clara, una trabajadora solitaria que, mientras custodia maletas ajenas, viaja por mundos inventados desde los márgenes de su rutina. Así comienza Soliloco, el nuevo unipersonal de la actriz y clown chilena Beatriz Yáñez, una propuesta interdisciplinar que combina teatro físico, danza, circo y poesía visual para hablar del deseo, la precarización, y la posibilidad de soñar incluso desde lo más estático.

Dirigida por la argentina Julia Muzio, con co-dirección de Marcela Paz Silva y un sólido equipo creativo, la obra se presentará en seis comunas de la Región Metropolitana durante agosto y septiembre de 2025, gracias al financiamiento del Fondart. Inspirada en la estética ferroviaria de los años 40 y 50, Soliloco emerge como una pieza íntima y reflexiva, pero también cargada de humor y belleza, en la que Yáñez despliega más de una década de investigación en el lenguaje del clown.

En esta conversación con Cambio21, Beatriz Yáñez comparte el proceso de creación detrás de la obra, los cruces entre biografía, contexto social y estética, y su visión sobre el arte como refugio, resistencia y acto de profunda humanidad.

¿Cómo nació la semilla de Soliloco y qué te impulsó a convertirla en un unipersonal después de años de investigación en el clown?

Hace tiempo que tenía ganas de poder hacer un unipersonal y en ese sentido la postulación al Fondart permitió asentar la idea y dar forma a Soliloco.

Allí confluyen distintas rutinas que he ido probando y creando, algunas modificaron músicas, otras de mezclaron, mutaron y otras nuevas surgieron. Rutinas que pasaron por la mano de diferentes maestros de clown y que ahora logran esta forma dentro del marco de Soliloco en una estación trenes por medio de la encargada de la custodia.

La obra se sitúa en una estación de trenes, un lugar de tránsito. ¿Qué simboliza este espacio para ti y cómo dialoga con el personaje de Clara?

La estación de trenes es un espacio en sí mismo de memoria, un transporte con historia, con tiempo, es un espacio de caminos, de viajes, de destinos, de opciones, trayectos, encuentras y despedidas. Juega un valor simbólico sobre la vida. Que contrasta con Clara, detenida en la monotonía de su labor.

Clara habita una rutina monótona, pero despliega una imaginación desbordante. ¿Qué quisiste decir sobre la precarización laboral desde ese contraste entre quietud física y movimiento interior?

Existen muchas labores que, en nuestra movilidad constante y urgencia, dejamos de ver. Quienes nos atienden en diversos lugares, con muchas horas de trabajo en una monotonía de vida, viviendo para trabajar, ya que generalmente son labores pagadas al mínimo y que permiten vivir al justo con todos los gastos de la vida. Pero Clara desde esta custodia y los objetos logra subvertir su realidad, soñar, imaginar y desde ahí construir una realidad onírica pero que encierra mucho de su sentir interno, sus alegrías y tristezas. Es un viaje emocional profundo a su ser.

El montaje mezcla clown, danza, teatro físico y circo. ¿Cómo fue el proceso de articular estas disciplinas en escena sin perder la coherencia emocional?

La coherencia emocional la da el clown, el estado presente de la payasa, su deseo de juego y capacidad de estar conectada con el público también. El teatro, la danza y el circo son las disciplinas que le dan soporte a su juego y permiten su viaje pueda crecer aún más.

Desde la dirección de Julia Muzio y la co-dirección de Marcela Paz Silva, ¿qué nuevas capas aportaron al imaginario que ya traías contigo?

Julia Muzio tiene un gran trabajo desarrollado en torno al teatro corporal y la comicidad. Además de ser la primera persona que yo conocía en dar talleres enfocados en danza clown, que eran mi gran interés al momento de crear.

A su vez Marcela Paz Silva, ha desarrollado una investigación en torno al ritmo y la musicalidad en la comicidad escénica, y ha sido quien conoce a fondo mi trabajo y su desarrollo hace muchos años.

La estética remite a los años 40 y 50, la era dorada del tren. ¿Qué te atrajo de esa época y cómo se vincula con el relato escénico que propones?

Me atrae mucho la ambientación y el trabajo espacial más vintage, los trenes creo son un espacio estéticamente muy bello. Y la música de esa época también está presente en la obra. Los años dorados del swing y su rítmicas para bailar son parte del trabajo desarrollado en la obra.

En escena pasas de ser una diva a una vagabunda, de madre a femme fatale. ¿Cómo dialogan estos arquetipos con la construcción de identidad que plantea la obra?

Dialogan en un viaje de un personaje que también busca su lugar, experiencias. Cada uno de esos personajes son mirados sin prejuicios, como roles que se asumen y le permiten vivenciar nuevas experiencias, que en su vida normal no ocurren.

Clara logra hacer su mundo a través de los objetos. No sabemos mucho de su vida personal pero sí su espíritu lúdico, curioso.

¿Qué rol juega el humor en la obra, sobre todo al tratar temas tan humanos como el deseo, la rutina o la frustración?

El humor es un punto importante, trabajamos desde el clown, pues creo fuertemente que la comedia no es algo liviano, sino que muy profundo y que permite hablar de muchos temas desde un lugar donde la risa habita. La obra busca la comicidad, pero también la parte más poética del clown. Así viajamos emocionalmente por diversos estados.

Tu carrera ha estado marcada por una búsqueda constante en el lenguaje del clown. ¿Qué nuevos descubrimientos hiciste al ponerte sola en escena con Soliloco?

Ese viaje se está iniciando con las funciones que llevamos de rodaje. El encontrarte con el público es fundamental para terminar de construir la puesta en escena. Así he ido encontrando cómo la obra fluye, construye su rítmica, donde hay más juegos a desarrollar y donde puede seguir creciendo el relato. El viaje será eterno mientras la estemos presentando y ninguna función será igual a la otra.