El día que presentó la dimisión como ministro, el presidente le retrató públicamente como un mentiroso. Este sábado le ha llamado Judas. La guerra abierta entre Jair Bolsonaro y su hasta hace poco aliado Sergio Moro (ambos en la foto) se recrudece horas antes de la cita que el antiguo juez tiene con la policía. Moro será interrogado este sábado por orden del Tribunal Supremo, que investiga si son ciertas sus acusaciones de que el presidente Bolsonaro interfirió en la policía en un intento de tener información de pesquisas sobre su familia y otros allegados. “No era mi intención ser el verdugo del presidente o perjudicar al Gobierno”, declaró el exministro de Justicia al semanario Veja en su primera entrevista.
Ambos intercambian golpes desde la semana pasada. Cada uno con su estilo. Moro, más frío y calculador, dispara menos pero más certero. El exministro difundió un mensaje de WhatsApp en el que el mandatario reclamaba el relevo del jefe de la policía. Bolsonaro es más espontáneo, abre fuego a discreción. En el tuit del insulto, el ultraderechista da alas a las teorías conspiratorias sobre la puñalada que sufrió en campaña. “El Judas, que hoy testifica, ¿interfirió para que no se investigase?”, escribe. El autor de aquel ataque fue juzgado, declarado enfermo mental y condenado a quedar internado indefinidamente.
El interrogatorio será en Curitiba, la ciudad desde donde Moro lideró la investigación contra la corrupción en el caso Lava Jato. Testifica precisamente en la comisaría donde estuvo encarcelado el expresidente Lula da Silva, al que Moro condenó. A las puertas, partidarios y detractores lo han recibido.
Esta vez el juez estará al otro lado de la mesa. Será el interrogado y, según la prensa local, irá con abogado. El Supremo le ha advertido de que si no prueba las acusaciones, puede ser procesado por calumnias. El alto tribunal parece tener prisa porque le convoca en sábado, cuatro días después de abrir la investigación contra el Bolsonaro por injerencia política.
La inesperada dimisión de Moro activó una serie de reacciones en cadena que incluyen varios reveses para el presidente: perdió a su ministro más popular mientras arrecian las críticas por su gestión de la crisis del coronavirus, el Supremo le investiga y además le impidió colocar al frente de la Policía Federal a un amigo de la familia.