Por Antonia Paz
En Chile la colusión es grave. Gravísima. Al menos en los discursos. En los hechos, en cambio, parece ser apenas un antecedente incómodo que conviene no mirar demasiado cuando el operador coludido empieza a tener problemas para cumplir las reglas del juego.
Porque cuando Enjoy y otros casinos denunciados por colusión ya no logran sostener las exigencias financieras que el propio Estado les impuso, la solución no es sancionar, exigir o excluir. No. La solución es mucho más creativa: cambiar las reglas.
Primero, no cumplir. Después, corregir el reglamento.
El itinerario es digno de estudio en cualquier curso de derecho administrativo aplicado:
1. Casinos denunciados por colusión entran en crisis financiera.
2. No logran cumplir compromisos asumidos en licitaciones públicas.
3. El Estado les permite devolver licencias, liberándose de obligaciones relevantes.
4. La Contraloría comienza a fiscalizar.
5. El Ejecutivo —con las firmas del Presidente Boric y el ministro Grau— modifica el reglamento.
Todo muy ordenado. Todo muy oportuno.
El nuevo estándar: si la regla molesta, se flexibiliza.
Recientemente, y con las firmas del Presidente Boric y de su ministro de Hacienda, Nicolás Grau, se modificó el inciso segundo del artículo 46 del decreto supremo 1722 del 2015 que aprobaba los reglamentos para la tramitación y otorgamiento de permisos de operación de casinos de juego y derogó y modificó el decreto que le antecedía.
El cambio normativo se presenta con un lenguaje noble:
fomentar la competencia, reducir barreras de entrada, mejorar ofertas económicas.
Pero el efecto real es bastante menos poético.
Donde antes se exigía respaldo financiero efectivo —boletas bancarias, capital inmovilizado, riesgo real— ahora basta una póliza de seguro, más barata, más flexible y, sobre todo, mucho más accesible para quienes no pueden cumplir el estándar anterior.
La pregunta es inevitable:
¿Quién se beneficia directamente de esta “modernización”?
No los operadores que cumplieron.
No los que financiaron correctamente sus ofertas.
No los que no devolvieron licencias.
Se benefician, precisamente, quienes no pudieron cumplir.
En especial, Enjoy.
Desviación de poder: cuando la abstracción tiene nombre propio
Formalmente, el reglamento es general.
Materialmente, el beneficiario es perfectamente identificable.
Eso en derecho administrativo tiene un nombre claro: desviación de poder.
No porque la autoridad carezca de competencia para dictar normas, sino porque la finalidad real del acto no parece ser mejorar el sistema, sino evitar que ciertos operadores —coludidos y financieramente debilitados— queden fuera del mercado.
No se fomenta la competencia.
Se protege al incumbente en problemas.
Competencia desleal, ahora con respaldo estatal
El resultado es tan simple como brutal:
• Algunos operadores asumieron costos reales.
• Otros inmovilizaron capital.
• Otros cumplieron estrictamente las bases.
Enjoy y los casinos coludidos, en cambio, reciben:
• indulgencia frente al incumplimiento,
• devolución de licencias,
• y ahora un reglamento hecho a la medida de su incapacidad financiera.
Eso no es libre competencia.
Es competencia asistida por el regulador.
Y cuando esa asistencia beneficia a empresas denunciadas por colusión, el daño no es solo económico: es institucional.
El mensaje al mercado: coludirse no excluye, incomodarse tampoco
El mensaje que emite el Estado es cristalino:
Si cumples, bien por ti.
Si no cumples, espera.
Si además eres grande, estratégico y coludido, el reglamento puede adaptarse a tus necesidades.
Así, sin rescates explícitos ni subsidios visibles, se consolida una nueva política pública:
el salvataje regulatorio silencioso, firmado, publicado y elegantemente justificado.
Epílogo: la casa siempre gana… si regula
En los casinos, la casa siempre gana.
En la regulación chilena, al parecer, también.
Especialmente cuando la casa está en problemas,
cuando ha sido denunciada por colusión,
y cuando ya no puede cumplir las reglas que ella misma aceptó.
Porque en Chile, cuando Enjoy y los casinos coludidos no pueden cumplir las reglas,
las reglas cambian.
Con decreto.
Con firma presidencial.
Y con una sonrisa técnica que dice: esto es por la competencia.
