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Centro Cultural Alameda: Tres millones y medio de dóalres y más de un año tomará reconstruirlo

Por Rebeca Araya Basualto
 
Como serpentinas cuelgan de las vigas hoy al aire libre largas tiras transparentes y rizadas. Son las planchas plásticas que recubrían el techo, derretidas por el fuego. Sobre ellas, el cielo azul y bajo él, arrasada, la sala de cine del primer piso, las oficinas del segundo y el hall de entrada.
 
Hasta el viernes 27 de diciembre del 2019, bajo el techo consumido por el incendio habitaban los proyectos del Centro Arte Alameda. Silenciosa escurría la cascada artificial por un alto muro de piedra y dos enormes ficus naturales elevaban sus ramas al cielo raso. Ese viernes, la sala principal y el microcine del segundo piso exhibían películas. En la entrada, el SAMU daba primeros auxilios a manifestantes heridos o transeúntes atrapados en la ritual batalla que, desde el 18 de octubre, se libra en la hoy denominada Plaza de la Dignidad y sus calles aledañas.
 
A menos de dos cuadras del territorio en disputa entre carabineros y manifestantes, el Centro Cultural parecía haber encontrado un raro equilibrio entre su actividad y el conflicto social que trastocó al sector. Logró retomar establemente sus quehaceres, actuando al mismo tiempo como refugio y enfermería improvisada durante las manifestaciones, pero manteniendo abiertos su café, restaurante y el programa de cine, incluidas funciones los viernes, cuando el comercio del sector cierra a mediodía, previendo la batalla campal en que terminará la jornada.
 
Según todas las versiones disponibles, una bomba lacrimógena arrojada al techo provocó el incendio que consumió las instalaciones, sin generar víctimas pero destruyendo la sala mayor y el grueso de la infraestructura en la cual, desde 1992 y bajo la dirección de Roser Fort, se consolidó un espacio cultural autogestionado que da trabajo a 34 personas, hoy dedicadas a superar juntas el shock y proyectar el impacto del siniestro en sus vidas personales y laborales. Conversamos con tres de ellos.
 
Estas son sus historias: Rosa Lagos (63), Cocinera. “Queriendo hacer un bien, hacen un daño muy grande”
Madre de dos hijas y jefa de hogar pues su marido padece cáncer, trabaja en el Centro Cultural hace 17 años. Partió haciendo aseo un par de veces a la semana hasta que: “Me mandaron a la cocina –dice con una sonrisa- y ahí me realicé. Cocino para el personal y el restaurante. Comida casera, sencilla. Y mientras más me decían: ‘¡Qué bueno le quedó esto Rosita!’ yo más empeño le ponía”.
 
¿Qué opina de las protestas que partieron el 18 de Octubre?
Que deberían de terminarse, porque queriendo hacer un bien están haciendo un daño muy grande. No somos los únicos que quedamos sin trabajo en este barrio. Y me he tenido que ir a pie desde aquí hasta mi casa, en Lo Prado, cuando no encuentro locomoción. No piensa jubilar mientras pueda seguir trabajando, así que la idea de mejorar las pensiones no le motiva a protestar. Sobre la salud pública, que atiende a su marido, no tiene quejas. Y sobre educación: “Yo se las di a mis hijas gracias a este trabajo. Y ellas son profesionales gracias a su esfuerzo. Así se consiguen las cosas”.
 
A lo mejor tener aquí un espacio para dar atención de salud fue una provocación...
Había que hacerlo. Era mucha la necesidad y es de gente bien nacida tender la mano.
 
¿Qué cree que va a pasar con Ud. ahora?
Eso lo decidirá la jefa –se le llenan los ojos de lágrimas- mire, aquí somos como una familia. Buscaré otro trabajo si lo necesito. Pero en cuanto me digan que vuelva...¡Aquí voy a estar!.
Jean (34), nochero y aseador: “Espero un mejor futuro para mi hijo
Antofagastino,estudió psicología y tuvo que dejar la carrera. No pudo pagarla. Llego a Santiago tras el recital de un grupo punk y se quedó intentando retomar estudios. Pero de nuevo “faltaron las lucas”. Tuvo un hijo y –dice- “las prioridades cambiaron”. Buscó trabajo y lo encontró en el Alameda haciendo aseo y como nochero. El día del incendio intentó –como otras veces- apagar la bomba lacrimógena, pero no logró alcanzarla. -“Siempre llegaban bombas al techo –dice- de hecho, alguien estaba haciendo una escultura con los restos. Teníamos extinguidores, bidones, sabíamos cómo apagarlas... pero esta cayó en un punto muy complicado. Éramos tres. Ninguno pudo”, reflexiona con tristeza
 
¿Qué opinas del movimiento social, de las manifestaciones?
Me llamaba la atención que la gente fuera tan pasiva, que aceptaran tanto. En otros países la gente reclamaba y aquí nada. Me parece bien este movimiento. Mi hijo tiene 10 años, me gustaría que tenga más oportunidades que yo.
¿Qué esperas que ocurra al término de este conflicto?
Para personas como yo, nada cambiará mucho. Espero que para los jóvenes el futuro mejore. Veo como los apalean, violan, mutilan y siguen ahí, peleando. Los respeto por eso. Merecen ganar.
 
“A nadie se le quemó el alma”.
Alejandro (Jano) Parra (67), Director Ejecutivo:
Escenógrafo, iluminador por sobre todo, poeta, gestor cultural, hippie que en los ’70 integro la comunidad de Los Jaivas y llegó a ser representante del conjunto en los escenarios del mundo. En 1999, cuenta:
“Conocí a la Roser Fort y me enamoré de ella. Cosas que uno ya no espera... y pasan”.
 
Así, además de pareja de Roser se convirtió en su socio. Apostaron lo que son y lo que tienen y, a la hora de valorar resultados, Jano dice: “Hay un equipo de trabajo que sostiene y enriquece este proyecto. Hay parejas, hijos y nietos del Alameda. Ese es el más importante logro”.
 
¿Cuánto costará restaurar Centro Cultural Alameda y en cuánto tiempo es posible hacerlo?
No menos de US$ 3,5 millones y si los tuviéramos ahora, billete sobre billete, nos tomaría un año y medio tenerlo de pie.
 
¿Qué te ves haciendo en 5 años?
Teniendo 75 años. (Se ríe) Soy de la familia Parra: Nacemos formateados para sobrevivir y en el incendio a nadie se le quemó el alma. Estaremos aquí, haciendo lo que sabemos hacer.