Oh I'm just counting

Cierre de Negocio. Por Jorge Orellana, ingeniero, escritor y maratonista

-No fue fácil llegar al acuerdo -dijo Marcial a Simón, cuando por tercera vez caminaban hacia las oficinas de la inmobiliaria.

-Costó -aceptó Simón, es difícil abandonar el lugar donde hemos estado tan gratos, pero no podíamos rechazar la oferta; así lo entendieron todos y se acelera el cierre al ser propietario cada residente.

-Claro, la escritura saldrá rápido porque no habrá que hacer posesiones efectivas… otra cosa Simón, ¿Cómo andan tus amores?

En la inmobiliaria entretanto, Ricardo se veía inquieto. Luego de una mala noche, había despertado temprano y estaba irritable. Mirando la fealdad de un árbol, de cuyo tronco chueco salían ramas cortadas como los muñones de un hombre mutilado, se conmovió, y su ánimo cambió.

En la oficina del frente, Matías estaba absorto, cavilando sobre algo muy distinto: la curiosa actitud de los Bancos… pensó que parecía cierto aquello de que te pasan paraguas cuando el día está soleado para quitártelo cuando arrecia la lluvia.

-Decidimos vivir juntos -contestó Simón a Marcial, arrendaremos algo por aquí cerca y cuando se termine el edificio, regresaremos.

-¿Te gusta el barrio Simón?

-Me acostumbré, tengo amigos y lo paso bien. Claro que me gusta! Mi madre y los padres de Sayén vivirán en el condominio de la inmobiliaria y cuando el nuevo edificio esté acabado, ellos, nos darán un departamento a cada uno, así, ambos, aunque no estemos juntos –dijo pensativo, seguiremos atados al barrio.

-Estos gallos -rio Marcial, desatendiendo el comentario de Simón- vinieron para ordenarnos la vida, en mi caso, créeme que han venido para darle un nuevo sentido. 

-No cantemos victoria, pero… esta brisa me anima. –se estiró extasiado.

-Esta brisa otoñal ligera presagia una lluvia de carácter tan impreciso como el futuro de la economía -añadió Marcial, justo cuando ingresaban a la casa en que operaba la inmobiliaria.

-¡Que tal amigos! Los recibió efusivo Matías acompañado de Ricardo, en el que persistía cierto dejo de contrariedad.  

-¡Bien avanzados! -replicó Marcial con gesto triunfal. No fue nada fácil…, ya les contará Simón… y con un guiño, lo instó a seguir.

-No fue fácil en realidad–aseguró éste, para alcanzar el acuerdo hubo que vencer la nostalgia de los vecinos que, entendieron al final que es el mejor destino para los residentes y para el condominio, ya que sin plata para mantenerlo estaba cayendo en un irreversible deterioro.  

-¡Bien pensado! -ganó la lógica, algo difícil en estos tiempos. Para nosotros tampoco ha sido fácil- dijo Matías con serenidad.

-Me imagino -respondió Marcial, las noticias sobre el alza en los costos de la construcción son alarmantes. Valoro la audacia de seguir adelante con el negocio.

-Es perspicaz usted, don Marcial -dijo Ricardo- es capaz de entender que el alza en los insumos de la construcción: dólar, fletes, obra de mano y sobre todo las tasas de interés, dificulta las ventas con créditos hipotecarios ¡Pero iremos adelante! –terminó como si quisiera arengarse.

-Me preocupa -añadió Matías, la conducta de la Banca.

-Eso no es un misterio -comentó Marcial ante un Simón impresionado de su familiar lenguaje con los ejecutivos, pero temiendo que echara a perder el negocio- de mi experiencia en el ministerio, entendí que en los Bancos sobran calificaciones y conocimientos teóricos, pero la percepción para calibrar a un cliente, no siempre está presente.

-¿Qué quiere decir con “calibrar”?

-Es determinar cuando una empresa hará lo imposible por pagarte ¡No lo posible! Algo que no se deduce de la frialdad de un número, porque define el compromiso de sus ejecutivos por salvarla ante la adversidad, lo que habitualmente ocurre cuando se está por gusto en el oficio, y no se viene de paso para ganar dinero fácil -replicó Marcial. 

-¿Cuál es la diferencia? –lo instó con picardía, para sopesarlo, asombrado de la base de su pensamiento.

-El que ama a una empresa, lucha para no perderla, y persevera hasta sacarla adelante, porque ese es el camino que eligió para ganarse la vida. No vino a especular, vino para quedarse. ¿Me explico?

-Es verdad -dijo Matías, cuando arrecia el temporal, resisten los que están dispuestos a jugar su patrimonio y esfuerzo, y a veces, aun jugándosela con todo, ni siquiera ellos aguantan.

-Como ustedes saben –continuó Ricardo, vendrá un largo camino antes de firmar la escritura. Los Bancos se resguardan y están muy exigentes y cautos para financiar proyectos, pero hay señales favorables que nos permiten cierto optimismo respecto de la aprobación de la línea requerida para la construcción. Estas aprobaciones a veces se complejizan y en todo caso, créanme ¡Siempre dependen del azar!

-¡No me salga con cosas! –explotó Simón ante el asombro del resto, cansado de su silencio, que lo hacía, ante su inseguridad, quedar como un ignorante. Ustedes son empresarios y deben controlar el azar que, por lo demás ¡No existe! Me decepciona usted y su discurso pacato.  

-¡¿Qué no existe el azar?! –respondió el otro, alterado. ¿De dónde vienes tú muchacho para hablar tanta barbaridad?  ¡Todo es azar en la vida! Tú y yo estamos aquí por azar. Déjame contarte la historia en lo que a mí respecta:

Hay que estar en la calle para codearse con la muerte. La muerte elije al azar, se pasea misteriosa, sin seleccionar, caprichosa, y procede artera, de manera fortuita e inexplicable…

Caminaba cuando joven, junto a un camarada, por calle Monjitas, en pleno centro de la ciudad, íbamos frente a una construcción, cuando oímos un grito alarmante, como lamento anunciador…

Alzamos la vista y vimos que un tablón de álamo, de esos de 2 x 10 pulgadas, venía como una lanza hacia nosotros. Nos paralizamos, helados ante el terror de recibir en caída libre, el impacto de un cuerpo de casi 30 kilos.

Cerré los ojos y al abrirlos, constaté que antes de descansar en el suelo, había golpeado la cabeza de mi amigo que yacía laxo a unos metros. Me aterró el hilo de sangre de apariencia inofensiva que provenía de sus fosas nasales; la cabeza inclinada se apoyaba sobre la calle y los ojos del chino, que era como lo llamábamos, estaban desmesuradamente abiertos. La opacidad de un velo vidrioso empañaba su mirada extinta, y su rostro, lucía sereno y piadoso.

Su abrigo, muda prenda que usaba a menudo, lo cubría, y parecía registrar el último recorrido de mi amigo en la ciudad; y simbolizaba el sufrimiento de los hombres en su paso por la tierra, y…; contenía la inmensa indiferencia de la ciudad inmisericorde que había borrado su vida de un plumazo. En los transeúntes congregados no había emoción, quizás porque la impresión congeló sus rostros, que se expresaban indiferentes.

La muerte lo cogió y se lo llevó junto a su espíritu, que a su lado, vi alejarse. Cuantas veces me pregunté ¿Por qué a él y no a mí? Esa macabra elección… ¿Fue decisión de Dios o del demonio? ¿Fue un mensaje directo para invitarme a recapacitar? ¡Qué sé yo!  

Volví a pasar por el lugar intentando responder esas preguntas. La vida es hermosa pero a su lado viaja la muerte y, condiciones ajenas a tu voluntad, deciden el momento en que la muerte, cumple con su rito ineludible de ganar a la vida, no de vencerla. Y después, ¡No hay más muchacho! –dijo con ojos brillantes y acerados, y luego siguió:     

Todo es fortuito, eres lo que eres porque la semilla de tu padre fecundó en cierto momento y en determinada forma, el ovulo de tu madre.

Extrae el delicioso néctar de la vida, pero nunca aceptes que te zarandee a su gusto, dirigiéndote. ¡No, amigo! Entre las opciones que el azar te ofrece, elige, y aplica tu esfuerzo y rigor para cumplir con el objetivo que -en el corto espacio de la vida- esperas conseguir.