Oh I'm just counting

Coincidencia. Parte V. Por Jorge Orellana Lavanderos, ingeniero, escritor y maratonista

-¡Claro!- respondió Simón espabilado. De lo poco que sé de la Guerra Civil y de la historia de España, Franco fue un oscuro dictador de derecha al que Pinochet tenía como referente.
-El discurso de Unamuno es mucho más amplio, posee fuerza moral propia y una severa crítica a todo el que pretenda imponer sus ideas por la fuerza y sin tomar partido: ¡Reivindica la fuerza de la razón!
-Pero ambos fueron dictadores de derecha igualmente detestables.
-Es verdad que Franco encarnó la derecha y al ganar la guerra la represión no tuvo símil en la historia española y aunque gobernó con innumerables amigos, luego de 39 años en el poder, al morir… Dejando la frase inconclusa se levantó y mostrándole un libro, añadió: en este libro, escrito dos años después de su muerte, hallarás el testimonio sobre Franco de cien voces que respiran amor, escepticismo, odio y decepción. Leerlo te ayudará a conocer el juicio que de él tienen contemporáneos que vivieron durante su régimen, y que al ser entrevistados, se expresaron con la libertad que se tiene ante el indefenso cuerpo de un muerto que, despojado del poder, no pasa de ser una inofensiva imagen.
-¿Cuál sería mi provecho al leer algo tan añejo?- preguntó Simón con cierto cinismo- cuando es claro que ante la historia ambos fueron asesinos.
-Aprovecharías de conocer algo más del alma humana, porque de acuerdo con las ideas de un gran filósofo, el hombre, además de él, es el entorno de las circunstancias que lo envuelven; en lo pasado y en lo inmediato; en lo físico y en lo espiritual. Porque… ¿Estarías dispuesto a pensar que habría ocurrido, si en vez de vencer, ellos hubieran perdido?
-Usted defiende causas muertas, ¿Quién desconocería hoy la condición de violadores de derechos humanos que ambos tuvieron o es que, pretende usted justificarlos?- reaccionó Simón que afectado por la bebida, parecía a punto de irse encima del viejo, que siguió impertérrito.
-Ambos fueron militares y dedicaron su vida a esa función, y nada hacía presagiar en su ambiente, que acabarían gobernando, y que temiendo las represalias que suceden a la pérdida del ilimitado poder de un dictador, gobernarían en fiero absolutismo, sin contemplaciones. A través de la historia, cuando el poder se consigue con sangre: ¿Es atendible esperar debilidad o generosidad del vencedor?
-¡Se contradice! El elocuente discurso de Unamuno, que alabó con delirio, rechaza toda forma de violencia y ambos dictadores alcanzaron el poder en forma violenta, y… ¡Sin más! Eso los hace repudiables.
-¡El juicio no es tan simple! El idealismo juvenil te hace ver las cosas en blanco y negro, cuando la verdad es que: ¡Están llenas de matices! Algo de eso mismo les ocurre a los intelectuales que actúan con intransigencia y tardanza, cuando exenta de acción, su función no prevé que los acontecimientos escalarán hasta un punto irreversible, en que desatada, la violencia se extenderá hasta el rango de sublevación que antecede a la guerra. Simón querido…, es hora de que te marches.
-¡No! No me iré hasta que me aclare el sentido de lo que dice. ¡No entiendo nada! Primero, cita un discurso en que el autor repudia la violencia y luego reclama que lo hizo en forma extemporánea, y además, insiste en justificar las acciones de Franco y Pinochet.
-Ante una acción, la reacción de un hombre es insospechada y desconocida. ¡Eso es lo que trato de decirte! En la etapa en que estoy, no me resigno a lo evidente; aceptarlo -aunque me ronde la muerte física- sería aceptar una muerte cerebral que estoy lejos de sentir. Ir contra la corriente es lo único que entrega respuestas, porque el hombre se somete y obedece a la masa, y la masa se desplaza como el agua que, al bajar desde la montaña, elige el camino simple, el del mínimo esfuerzo.
-Al revés del esfuerzo que para volar despliega la mariposa- asintió el joven repuesto y recordando la historia del insecto.
-¡Así es! Como el cuento de la crisálida; y ya que perdiste el sueño, te voy a contar otra historia, la de un político que una vez, tuvo una visión… Se han cumplido 50 años, gobernaba el país la Unidad Popular y un diputado, denunció en la Cámara el clima de odio que surgía en el sur con la presencia de grupos armados. Informó de los antecedentes al Ministerio del Interior, pero no obtuvo respuesta. Se lo acusó de asumir la defensa de intereses minoritarios y, antes de que su partido lo expulsara, presentó su renuncia indeclinable, argumentando que había usado el Parlamento para frenar la violencia, pues defendía el camino democrático y legal hacia el socialismo propiciado por el Presidente Allende. Conocido es lo que vino, en que, ocupado de satisfacer sus mezquinos intereses, el mundo político no controló el espiral de violencia que siguió… La paradoja que rescato de la historia, es que el diputado se atrevió a luchar contra la corriente, pues era del mismo partido del Presidente de la República.
El que firma por un partido, se enfrenta a esas disyuntivas, que hasta pueden llegar a permear sus convicciones. ¡Es el pago del alto precio del dogmatismo! Desconfiamos a veces de los políticos, porque tememos que a sus ideales, antepongan intereses para encumbrarse en sus partidos. Al votar, Simón, más me importa la coherencia de un candidato, y te digo más, en el actual escenario, Unidad Constituyente hará una Consulta Ciudadana, y entre las candidatas, elegiré a la que, aun estando más distanciada de mis ideas, me otorga una mayor confianza.
-¡Pero…, esa será una elección de la Centro Izquierda! ¡¿Qué tiene usted que hacer ahí?! No tiene derecho a participar, no le corresponde.
-¡¿Porqué?! ¿Me quitarás tú ese derecho? Se convocó a los independientes, y yo adherí alguna vez a las ideas de ese conglomerado. No he cambiado en nada ¿Por qué excluirme? Estuve mucho tiempo sin votar, participaré hoy de toda elección que incida en el futuro del país.
Se paró Marcial y devolvió el libro con la imagen del Caudillo, cubriendo el espacio dejado entre otros dos, y mientras Simón lo observaba confundido, contempló la suave y blanda imagen de la noche y caviló en que las estrellas mantenían su inconfundible brillo de libertad.
-No tema don Marcial –se dirigió al viejo con cariño- aunque los hombres repitan sus errores, la historia no se repetirá. Nada pasará y el país seguirá su rumbo sin los excesos ni la violencia que tanto teme.
-Es tarde Simón. ¡Vete ya! Necesito descansar.
-Está bien, sí, es buena hora. Se levantó, se acercó y abrazándolo, añadió -a veces, incluso en pandemia, es bueno romper las reglas- y se fue sonriente, dejando al viejo, que lo vio alejarse conmovido.
La noche fresca sacudió su rostro acalorado, cruzó el pasaje desierto y se internó furtivo hasta su cuarto. Sin encender la luz, se desvistió y se metió entre las sábanas frías, se acurrucó, y se durmió de inmediato.
Al día siguiente, cuando al despertar, la luz desde hacía rato inundaba la pieza, notó una carta dejada sobre el velador con prolija geometría, y en ese gesto adivinó la mano de su madre. Algo le resultó conocido y cayó en cuenta de que en la casa de Marcial había visto un sobre similar, y se dirigió a la cocina donde su madre le aguardaba para desayunar, mientras la abuela impacientada, reclamaba con plañideros quejidos.
-¿Viste la carta que puse en tu velador?- preguntó la madre.
-¡Ya pues m’hijita! Hasta cuándo tengo que esperar.
-Sí, mamá- dijo Simón, ante la torva expresión de la abuela, abriendo el sobre.