Oh I'm just counting

Concentración económica e inmovilismo transformador en Chile. Por Andrés Solimano

Esta columna es la presentación del libro Chile Concentrado de varios autores entre ellos los abogados Hernán Bosselin y Ramón Briones

Este magnífico libro toca un tema de primera importancia como es la alta concentración de poder económico existente en nuestro país. Sin embargo, a pesar de su importancia, el tema no ha sido una prioridad en las agendas de los gobiernos de los últimos cuarenta años en Chile; tampoco forma parte de las plataformas económicas de candidatos presidenciales. Es un tema “invisible”, ausente y olvidado de la agenda nacional de políticas públicas. Un mérito de este libro es llamar la atención del tema haciendo aportes para su mejor entendimiento.
 
Históricamente, desde los tiempos en que el país era una colonia de la corona española y posteriormente en largos periodos como nación independiente, hasta el presente, Chile ha sido un país en que pequeñas elites económicas, junto a oligarquías nacionales y extranjeras han concentrado el grueso de la propiedad de la tierra, de los recursos naturales, del capital y los activos financieros. Esta concentración también se extiende a la territorialidad reflejado en un notorio centralismo administrativo y económico, al control de los medios de comunicación y al acceso privilegiado de las elites a las instancias principales de decisión política.
 
Desde un punto de vista normativo, una alta concentración de propiedad de los activos, de los mercados y de la estructura productiva es inconsistente con los principios de una economía sana y competitiva. Además, distorsiona los principios de una democracia genuinamente representativa ya que favorece desproporcionadamente a aquellos que detentan más recursos económicos para financiar las campañas de los candidatos que defenderán sus ideas e intereses (neutralizando a los otros), les permite gastar en lobby, influir en los medios de comunicación y cooptar a intelectuales y políticos.
 
La evidencia presentada en el libro y en este prólogo son contundentes en mostrar la alta desigualdad económica y concentración existente en Chile tras cuatro décadas de aplicación de un modelo económico neoliberal, primero en su versión de dictadura y después en el marco de una democracia de baja intensidad. 
 
 Desigualdad y concentración de ingresos, riqueza, activos financieros y ventas
 
La desigualdad está cercanamente relacionada a la concentración de poder económico y se muestra en varias dimensiones: ingresos (sueldos, utilidades, intereses, dividendos, rentas), riqueza (tierra, capital, activos financieros), dominancia de mercados de grandes empresas, distribución territorial de la actividad económica y propiedad de los medios de comunicación. En general, estas variables están correlacionados entre si: un país con una alta concentración de ingresos (comparado con otros países) también tiene una alta concentración de riquezas (en general más aguda que la primera). Por otra parte, una alta concentración de riqueza lleva a una indebida influencia política de aquellos que detentan el poder económico en el país.
 
Estadísticamente, Chile exhibe un coeficiente de Gini de ingresos (medida estadística de desigualdad que fluctúa entre 0 y 1, en que mayores valores indican niveles más altos de desigualdad) cercano al 0,5. Para evaluar si este valor del índice es alto o bajo a nivel internacional, mencionemos que el promedio mundial del índice Gini es 0,4 y el de los países de la OCDE , (el grupo de países de alto ingreso al cual pertenecemos desde el 2009) es de 0,36. Estamos bastante por encima de estos referentes en cuanto a desigualdad de ingresos.
 
Estudios académicos usando definiciones comprensivas de ingreso indican que más del 30 por ciento del ingreso total es capturado por el 1 por ciento más rico de la población, un nivel de concentración de rentas que constituye un récord a nivel internacional. Por otra parte, la distribución de la riqueza (definida como la suma de los activos financieros más los activos no-financieros menos la deuda de los hogares chilenos) es aún más concentrada que la distribución de los ingresos. Usando datos de la Encuesta Financiera de Hogares que prepara regularmente el Banco Central de Chile, se puede calcular que el Gini de riqueza neta total de los hogares llega a 78 por ciento (2014), mientras que el Gini de ingresos es de 49 por ciento (2014, ver cuadro). El índice de Gini de riqueza es cerca de 30 puntos porcentuales mayor que el Gini de ingresos. Asimismo, el coeficiente de Gini para la riqueza financiera (propiedad de acciones, bonos, fondos mutuos, depósitos a plazo) es aún superior: 87 por ciento (2014). Es evidente que la riqueza está más desigualmente distribuida que los ingresos y la propiedad de activos financieros está aún más desigualmente distribuida que la riqueza total en la sociedad chilena, aunque esta es una regularidad que se observa en la mayoría de las economías capitalistas modernas.

 
 Chile: Desigualdad de riqueza neta e ingresos

(Coeficiente de Gini)

               Riqueza neta         Riqueza financiera      Ingresos autónomos
                               

2007          0,67                       0,90                       0,50
2011          6,68                       0,92                       0,50                    
2014          0,78                       0,87                       0,50
Fuente: Solimano, 2017.

 

Asimismo, el siguiente cuadro indica los grados de concentración de la riqueza en los hogares más afluentes del país. El 1 por ciento más rico controla entre el 16.5 por ciento y 18.5 por ciento de la riqueza neta total y entre el 37.5 por ciento y 44 por ciento de la riqueza financiera. En contraste, la participación del 40 por ciento más pobre de los hogares es inferior al 3.5 ciento de la riqueza neta total y su participación en las tenencias de activos (riqueza) financieros es nula (cero).

 

Participación en la riqueza del 1 % más rico y del 40 % más pobre

           Riqueza Neta     Riqueza financiera

          1% más rico    40 % más pobre   1% más rico  40 % más pobre
2007     16,7            3,4                       37,5              0
2011     14,6            2,0                        44,0             0

2014     18,5            -2,8                       31,9             0

Elaborado en base a datos de Encuesta Financiera de Hogares, Banco Central de Chile (2008, 2015).

 
En el capítulo 5 del libro se presentan datos muy reveladores del grado de concentración de la estructura productiva de la economía chilena. Usando información de ventas anuales proporcionadas por el Servicio de Impuestos Internos (SII) por tamaño de empresa para el año 2014, se muestra que las empresas grandes (ver definiciones en nota del cuadro 2) que representan solo el 1,5 por ciento del número total de empresas registradas en el SII explican el 84,6 por ciento de las ventas anuales totales. En contraste, la suma de micro y pequeñas empresas que, combinadas constituyen el 95,3 por ciento de las empresas solo representan el 8,7 por ciento de las ventas totales. Es una distribución muy asimétrica: un muy pequeño grupo de grandes empresas explican el grueso de las ventas (y la producción) total de la economía chilena (cerca del 85 por ciento), mientras que las mayoritarias micro y pequeñas empresas solo contabilizan menos del 10 por ciento de las ventas anuales. En Chile, mientras el ingreso y la riqueza están concentrados en los hogares más ricos, las ventas/producción están muy concentradas en empresas de gran tamaño. Se puede esperar, entonces, que las familias más ricas son también dueñas de las empresas más grandes, cuyas utilidades proveen una fuente importante de sus rentas y activos acumulados.

Una dimensión adicional de la concentración económica que se documenta en el libro es la desigualdad territorial, producto de la tradición centralista de nuestro país con antecedentes históricos de larga data que perduran hasta la actualidad. Así la Región Metropolitana concentra el grueso de la actividad económica (producción, inversiones, empleo) generada en el país, lo que tiene su contrapartida en un gran centralismo en la toma de las decisiones de política pública nacional que se realizan, en su mayoría, en la capital del país, Santiago.  

 Número de empresas activas y ventas anuales.

(año tributario 2014)

 

    Tamaño*        % N° de empresas     % Ventas anuales
    Micro                          74,6%                          1,9%
    Pequeña                      20,7%                          6,8%
    Mediana                       3,1%                            6,7%
    Grande                       1,5%                             84,6%
                                     100%                           100%
Fuente: Servicio de Impuestos Internos, 2014.
Nota: *, SII define Micro empresas como aquellas con ventas anuales de hasta UF 2,400, Pequeñas empresas: UF 2.401- UF25.000; Medianas: UF 25.001-UF 100.000 y Grandes: más de UF 100.000.

Factores causales de la concentración económica y como romper este círculo vicioso

Históricamente, a nivel global, el capitalismo ha experimentado distintas fases. En el último tercio del siglo XIX las economías centrales (Reino Unido, países del centro de Europa y Estados Unidos) podían ser descritas como un sistema relativamente competitivo (a nivel de estructuras de mercado), no obstante, estas naciones también se beneficiaban de “preferencias imperiales”, colonias, superioridad naval y militar que les permitían un patrón de comercio internacional e inversiones en las naciones de ultramar muy beneficioso.

Por otro lado, hacia fines del siglo XIX e inicios del siglo XX comienza la transición a un capitalismo de oligopolios, monopolios y grandes conglomerados de empresas y bancos. En la nueva fase del capitalismo monopolista se produce una separación entre la propiedad familiar o individual de las grandes empresas y bancos de su gestión productiva, financiera y administrativa. Aparece una nueva casta de gerentes y administradores y se empieza a desarrollar una tecnocracia profesionalizada constituida por ingenieros, expertos financieros y especialistas en publicidad y mercadotecnia. A su vez, se establecen directorios de empresas que buscan representar los intereses de los accionistas y controladores mayoritarios los que se espera supervisen y controlen al estamento gerencial que empieza a adquirir creciente autonomía. Al delegarse la gestión de empresas en administradores profesionales surge la figura, destacada por Thorsten Veblen, del “propietario rentista y ausente”.

Se pueden identificar varios factores detrás de esta tendencia al surgimiento y consolidación de empresas de gran tamaño como son el aprovechamiento de las economías de escala y economías de propósito (economiesofscope) y el surgimiento de la “gestión científica” (scientificmanagement), como el Taylorismo y el Fordismo. Adicionalmente, la complementación entre finanzas (bancos) y producción (empresas) contribuyó a la concentración del capitalismo en las economías centrales del mundo.

En la periferia, varios de estos factores también estaban presentes. En Chile, como el libro describe, fue importante el papel jugado por los merchantbankers de propiedad de las familias Edwards, Ossa y otras en proveer financiamiento a empresas de diverso tamaño. El rol de la propiedad extranjera en la economía chilena, en especial de origen inglés, alemán, francés y norteamericano en los sectores minero, bancario, industrial y agrícola fue un rasgo importante de la estructura económica chilena en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Se forman nuevas elites económicas y oligarquías nacionales en alianza, muchas veces, con el capital extranjero.

El ciclo de “desarrollo hacia fuera” de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX llega a su fin en la década de 1930 cuando Chile sufre, con fuerza, los efectos de la gran depresión originada en EstadosUnidos y después propagada internacionalmente. En esa coyuntura, el país, al igual que otras economías en desarrollo, hace un giro hacia la sustitución de importaciones otorgando un nuevo rol económico al Estado como productor y agente estratégico de la economía a través de la creación de la Corfo (Corporación de Fomento de la Producción). La nueva estrategia de desarrollo que emerge a fines de la década de 1930 y década de 1940 modera la gran de concentración de poder económico en manos privadas, el que debe coexistir con un nuevo poder económico público (también era protegido por este con aranceles, créditos preferentes y apoyo tecnológico) haciendo más balanceada la estructura económica chilena. Surge una nueva clase empresarial privada al amparo de la sustitución de importaciones y una clase media asociada a las empresas del Estado, la administración y educación pública y el desarrollismo.

Con el golpe de estado de 1973 este modelo se rompe. A mediados de la década de 1970 la sociedad chilena pasa a ser sujeto de un radical experimento libre-mercadista que antecede a los ensayos económicos de líderes conservadores como Thatcher y Reagan, pero en el contexto de un país del tercer mundo cuya democracia --que era un referente en América latina ---había sido sacrificada por el poder militar y las elites económicas que lo apoyaban. Las condiciones de Chile de esa época permitían hacer contra-reformas económicas y sociales que en Estados Unidos y el Reino Unido eran muy difícil de adoptar. Dado que la tradición histórica de los militares chilenos en materia económica era nacional-desarrollista, más que neoliberal, había generales en el régimen de Pinochet, que no veían con buenos ojos la formación de nuevos conglomerados económicos privados y el “financierismo” de fines de la década de 1970 e inicio de la década de 1980.

Sin embargo, las políticas económicas las dominaban los “Chicago boys” respaldados por el general Pinochet. Los economistas del régimen militar nunca mostraron preocupación por la concentración económico y el aumento de la desigualdad social a que conducían las políticas económicas en aplicación. Es curioso constatar que tampoco, en lo grueso, la tecnocracia económica de los gobiernos de la concentración (Ministros de Hacienda y de Economíamás cuadros dirigentes en el sector público) mostró un interés serio y voluntad política en reducir la desigualdad y la concentración económica en las décadas posteriores a 1990. Se dedicaron más bien a consolidar el modelo heredado, deslumbrados con los mayores índices de crecimiento económico y temeroso de despertar resistencias en los grandes gremios patronales, como en parte ocurrió al principio del segundo gobierno de la presidenta Bachelet cuando emprendió varias iniciativas de reformas pro-inclusión.

A nivel retórico el modelo económico impuesto por la fuerza en la década de 1970 y 1980 y mantenido en democracia tenía como fin construir en Chile una “economía (social) de mercado”. Sin embargo, en una economía genuinamente de mercado, ningún productor o consumidor tiene el poder de fijar precios (o coludirse para controlarlos), ni existiría la gran concentración de ventas en un número muy reducido de empresas. El apellido “social” al experimento libre-mercadista de Chicago y Post-chicagos tampoco cuadra con una realidad de grandes desigualdades las que se busca moderar con un asistencialismo público a los más pobres.

Como hemos visto la “economía de mercado” a la chilena --más bien un capitalismo monopolista y concentrado --, es un sistema dominado, casi sin contrapesos, por grandes empresas y conglomerados que dominan un amplio rango de mercados claves como el financiero, las telecomunicaciones, la energía, la gran minería del cobre, la energía y otros. En el libro se describe como la actitud pasiva y “subsidiaria” del Estado chileno en la era neoliberal, es decir hasta el presente, ha contribuido a cimentar la concentración actual de la economía.

El Estado se ha contentado con una regulación débil del sector privado y no aplica políticas antimonopolios --como se hace en otras economías del mundo en países capitalistas desarrollados. Además de la insuficiente regulación y ausencia de control de las múltiples fusiones de empresas y bancos, las privatizaciones realizadas durante distintas fases del periodo de Pinochet y seguidas en democracia (sanitarias, puertos) han contribuido, en forma preponderante, a crecer la concentración económica en un grupo pequeño de conglomerados de gran poder e influencia.

 Potencial y límites a la desconcentración económica en Chile

¿Es posible salir de la actual trampa de concentración económica y desigualdad en nuestro país? La respuesta no es fácil ya que las elites dominantes son favorecidas por un control total del excedente económico, se han beneficiado por la fragmentación del movimiento sindical, por una institucionalidad abiertamente pro-gran empresa moldeada en la doctrina del Estado subsidiario y consagrada en la constitución de 1980, vigente después de un cuarto de siglo de restauración democrática. Adicionalmente, la precariedad laboral y el endeudamiento de las familias de clase media y popular debilita a las fuerzas sociales antagónicas a los intereses de las clases dominantes, consolidando su poder. La expansión del mercado de capitales le ha dado acceso a crédito a muchas familias en un rango muy amplio de bienes y servicios con efectos positivos y negativos. Este rango va desde bienes de consumo básico, bienes durables, viajes, vivienda y bienes sociales como la educación, este último que tradicionalmente se consideraba en Chile como un derecho social que debía asegurar el Estado.

 Sin embargo, la realidad no es siempre lineal y ofrece algunas sorpresas. En los últimos años, el poder económico se ha visto subjetivamente amenazado por intentos reformistas---contradictorios y parciales—del gobierno de la presidenta Bachelet, que intento dar un primer cambio de timón al modelo de desarrollo en una dirección más equitativa. Sin embargo, este intento progresista fue neutralizado por la tecnocracia económica del mismo gobierno muy sensible a las presiones del poder económico e ideológicamente afín a este.

Así, las elites económicas, acompañada por los medios de comunicación y los economistas del régimen mostraron una capacidad de bloquear reformas pro-igualdad y pro-democracia que no es despreciable. La suerte de la economía depende, hoy, del control privado de la inversión productiva y por ende ellos definen la capacidad de crecimiento económico del país. Como lo muestra el ciclo de lento crecimiento del periodo 2014-2017 se le ha hecho difícil al Estado reactivar y dinamizar la economía ya que cuenta con muy pocos instrumentos directos para dicho propósito al estar la economía fuertemente privatizada.

Sin embargo, el ciclo económico e institucional actual ya lleva casi cuatro décadas y puede estar llegando a su fin. Hay signos que se encuentra, usando la categoría de Jurgen Habermas, en una “crisis de legitimidad”. Factores deslegitimadores del orden actual son la aguda desigualdad de ingresos y riquezas, el centralismo asfixiante, los magros salarios de los trabajadores, la corrupción y la existencia de grandes privilegios de los detentores del poder político, incluyendo los repetidos escándalos financieros en las fuerzas armadas y de orden y el tratamiento excesivamente preferencial al capital extranjero.

No obstante, el viejo orden no desaparece. Lo sostiene el inmovilismo de la clase política, la influencia del dinero en las estructuras institucionales del país y la ausencia de proyectos políticos alternativos al neoliberalismo por parte del centro político y la izquierda tradicional chilena, desgastados tras administrar y consolidar el modelo económico heredado de Pinochet y sus amarres institucionales después del retorno a la democracia.

 El ciclo neoliberal ya es excepcionalmente largo en tiempo histórico y alberga contradicciones y eslabones débiles como los ya mencionados. El ciclo de “desarrollo hacia fuera” de fines del siglo 19 duro hasta la década de 1930 y el ciclo de sustitución de importaciones y Estado desarrollista entre tres y cuatro décadas. El camino hacia una sociedad con menor concentración económica y mayor igualdad es posible pero falta un agente social con ideas, convicción y organización que lo lidere.

 
Es en este sentido que este libro se plantean propuestas concretas que versan en la moderación de la concentración económica y el refuerzo de la competencia. Estas se refieren al ámbito tributario y a la regulación de mercados sugiriendo limites, como existen en otros países, a las participaciones máximas de cuotas de mercados que pueden tener grandes empresas y conglomerados económicos. Es hora de estudiar y discutir sobre políticas genuinamente pro-competencia y que dejen atrás la lógica anacrónica del Estado subsidiario.