Una áspera sensación se propagó por mi cuerpo cuando intuí el irreversible curso que a partir de los acontecimientos, asumiría el país. El último sol de octubre alumbraba con vigor sobre la calle y mi mano derecha permanecía fría, entendí que la cálida mañana no la entibiaría, porque para escribir, esa mano se conectaba con el alma, que mantenía gélida ante las yermas imágenes que la televisión me ofrecía. La calle…, se sumió entonces en total desconcierto…
- ¿Cuánto tiempo esperando la micro señora? – Treinta años – responde la vieja con mirada lóbrega, plena en dignidad, y recordó la tarde anterior, cuando su nieto de dieciocho años - que en los días pasados había protestado en la plaza de su comuna - compadecido ante su angustia, le había dicho – No se agite abuela – con voz ronca y varonil - Cuando esto vuelva a la calma, reconstruirán el supermercado, y tú tampoco te preocupes – continuó, dirigiéndose a su hermana de veintidós año que contemplaba en silencio la escena - Porque también reconstruirán tu tienda – agregó con ironía - pero les aseguro a ambas que cuando esto haya pasado, el país será distinto, flotará en el aire la fragancia de los cambios que se impulsarán en nuestra sociedad y que permitirán tener mejores pensiones para usted y mejores sueldos para todos. ¡Chile será más equilibrado y justo! – arengó el muchacho, y sintió que todo la clase de la universidad en que cursaba el primer año, atendía sus palabras.
- ¡Iluso! – replicó con rabia Matilde - quemaron la tienda, encontraron personas muertas, y anunciaron que no la reconstruirán y yo no podré comprar lo que soñaba, y se encerró en su mutismo, pensando en que con la tienda que estaba a unos pasos de su casa, se había quemado la ropa interior que anhelaba tener y que había elegido para sorprender a su novio, y que ya no podría ofrecerle, porque estaba segura que esa clase de tiendas nunca volverían a ser para su barrio.
- No creo – intervino la abuela dirigiéndose a su nieto, antes de que éste alcanzara a reírse de su hermana. Será difícil que la construyan de nuevo, el aire se ha enrarecido, y el fuego que ha devastado las calles asolará por un tiempo la población, como cuando se extiende arrasador por la pradera de un campo, haciéndolo estéril. ¡Las llamas talan lo fértil, de la tierra y de las almas! Inquieto, el joven no respondió, apresurado se calzó un pañuelo al cuello y terminó de comer apurado para volver a su protagónico rol en la calle.
Somos un país pequeño, aislado en un extremo del continente, de identidad y carácter propio, muy diferente al de nuestros vecinos y a todo el resto del mundo. En ciertas oportunidades, desafíos que nos inspiran, despiertan curiosas miradas hacia nuestro sur. En una ocasión, quisimos aplicar en el país un concepto de marxismo en libertad, y la izquierda se ganó en las urnas el derecho a imponerlo en democracia, sin el uso de las armas, transformando aquello en una experiencia inédita que el mundo observó expectante. El triunfo del sistema sería un golpe importante al modelo opuesto, y aquello hizo que el mundo se interesara por el éxito o fracaso del sistema aplicado en el pequeño país. Poderosos intereses no estarían ajenos al resultado, y aunque nadie puede asegurar con certeza cuanta responsabilidad en el desenlace de nuestra experiencia cabe a la intromisión extranjera y cuanto a nuestra propia ineficiencia, la aventura tuvo un amargo desenlace y el país se sumió en una irreversible crisis económica.

Hoy, con expectación, el mundo observa atento el resultado de una nueva experiencia. El modelo neoliberal adoptado en dictadura, se aplicó con éxito durante los gobiernos de la concertación; y generó riqueza; y la pobreza bajó notablemente; y el país fue observado por el mundo como un modelo de crecimiento y hábil manejo financiero. Con arrogancia, advertimos la sana envidia de nuestros venerados vecinos, ante el logro de parámetros que aun exhibimos con orgullo, porque mientras ellos recién inician un proceso para sacar de la pobreza a uno de cada tres ciudadanos, aquí, esa lacra afecta a menos de uno de cada diez compatriotas.
El mundo admiró nuestro progreso, más de pronto, la inequidad de la desigualdad y el abuso reinante ante el sistema aplicado con salvaje rudeza, estalló, y la gente irrumpió, y el país despertó, y en paz mostró su descontento, pero acompañando la pacífica protesta y aprovechando la ocasión con una finalidad imprecisa, un grupo - no contento con propiciar el vandalismo y saqueo – quemó los locales, logrando con tal acción atemorizar y producir caos ante la vulnerabilidad del sistema.
Y ante el desconcierto, autoridades y empresarios, admiten su responsabilidad y se allanan a buscar fórmulas que remedien lo sucedido… ¿Será suficiente y oportunas las reformas que propongan?
Estupefacto ante la masiva manifestación y obligado por las circunstancias, el gobierno improvisa un insuficiente cambio de gabinete y anuncia tibias medidas con las que intenta apaciguar a la gente, pero las expectativas se extienden, y…, con recursos escasos ¡No se cubrirá las necesidades! El nuevo ministro de hacienda, se abre a discutir la reforma tributaria, y aquello alienta mi ilusión, porque claro ¡No hay misterios!
Si se quiere impulsar mejoras que mitiguen la desigualdad, se deberá promulgar leyes con alto contenido social, que exigirán recursos con los que el Estado no cuenta, y que solo pueden encontrarse en las utilidades de las grandes compañías, por lo que la forma de conseguirlas es aplicando una tasa de impuesto variable a las empresas, hasta conseguir captar los recursos necesarios para garantizar la estabilidad social, aun teniendo en cuenta que dicha medida producirá una reticencia en la inversión, pero considerando que sin los recursos para desarrollar esas reformas no tendremos un país en paz, y que ésta se conseguirá solo en apariencia, persistiendo la agobiante condición de equilibrio inestable…
Se ha interpretado por los partidos oficialistas que el Presidente fue legitimado por la alta votación que obtuvo, sin entender que muchos de esos votos solo equivalían a la desesperación de un náufrago que lo lleva a asirse a cualquier tabla de salvación. Pero…, fue elegido en democracia y su triunfo no admite dudas, por lo que la oposición debe asumir su obligación de dialogar con él, otra actitud será severamente sancionada por nuestra ciudadanía y por futuras generaciones.
Los grandes empresarios deben ceder ante un ejercicio simple y decidor: Por definición el libre mercado exige el pago por cada servicio, aceptando aquello, el empresariado debe pagar por la armonía que cuesta la paz social. Es una deuda pendiente que las grandes riquezas tienen con el país y debe abordarse cuanto antes. ¿Con qué límite? Hasta que el sistema – que tiene la virtud de generar riqueza - no vulnere la dignidad de un ciudadano.
Temprano vuelvo del trote este primer día de noviembre, aun no son las ocho y al iniciar la cuesta por calle Agua del Palo, un inusual e inconfundible sonido rompe el silencio de la mañana, proviene de un frondoso árbol, me detengo y atisbo, y después de un rato descubro al pájaro carpintero que lo origina y que indiferente a mi presencia sigue picando el tronco del hermoso árbol. ¡Excelente augurio! - pienso y continúo feliz mi trote por Santa María de Manquehue.
En las uvas de la ira, a través de las peripecias de la familia Joad, Steinbeck describe - durante la gran depresión en Estados Unidos - el éxodo desde Oklahoma hacia la “tierra prometida” de granjeros agrícolas atribulados. En mitad del viaje, que hacen en dos camiones, uno se estropea. El abuelo, obligado a emigrar sufre un ataque, muere y lo entierran, logrando su anhelo de quedar en su tierra, con la que lo cubren. Su hijo, el padre, toma el mando, y acuerda con su propio hijo la separación del grupo, continuará una parte en el camión bueno, y dos de ellos los alcanzarán más tarde, una vez reparado el camión averiado. Entonces, la madre, antes sometida a la voluntad del hombre, coge un fierro y se vuelve con determinación contra el marido – No, ¡no permitiré que nos separes! Lo único que nos queda es nuestra unidad, seguiremos juntos y llegaremos todos o ninguno a California. ¡Jamás aceptaré separarnos! Y permanece rígida mientras el grupo observa con curiosidad, como el padre decae en su actitud, y en su desconcierto, cede ante la madre, que a partir de ahí adquiere el liderazgo del grupo.
Es obligación de nuestra la familia política apoyar al Presidente, y la de éste, mantener a toda costa la unidad del pueblo imponiendo para ello la fuerza del liderazgo que la nación le confirió, pero no alcanzará el éxito deseado si su gestión no lleva dignidad para satisfacer los derechos de los débiles a quienes el sistema desprecia, y firme serenidad para exigir el cumplimiento de los deberes y obligaciones del resto.
NOTA: Este texto se escribió el día viernes 01.11.2019