En la sociedad chilena se expresó un potente movimiento por los cambios y las reformas que se condensaron en el Apruebo y en la Convención Constitucional. Por distintas razones el 78% de la ciudadanía confluyo en la urgencia de impulsar cambios, de vivir en un Chile distinto, con nuevos liderazgos, con propuestas para un Chile más equitativo y más comunitario y menos individualista como viene imperando.
Pero la élite política debiera asumir que ese 78% del Apruebo es diverso, plural, es mayoritariamente de electorado joven pero también personas con experiencia, mayoritariamente metropolitano y que su opción por los liderazgos es aún una incógnita; nadie puede arrogarse la representatividad de esa votación y se ha instalado la lucha por esa hegemonía que se resolverá el 11 de abril en las elecciones más importantes de los últimos años ya que la ciudadanía en el mismo día elegirá convencionales, gobernador regional y alcaldes/concejales del Gobierno municipal.
En este complejo escenario se mantiene una constante: el mal gobierno de Piñera y su incapacidad de articular incluso a su sector como lo prueba la votación sobre el segundo retiro del 10%, donde pareciera una vez más va a salir derrotado del Congreso, producto de la decisión de cortar el apoyo que significaba el Ingreso Familair de Emergencia para 3,2 millones de familias vulnerables.
Su optimismo porque la economía se recupera gracias al shock de consumo que significó el retiro del primer 10% resulta sorprendente. Su presupuesto fiscal 2021 muestra preocupantes rebajas presupuestarias en las claves del desarrollo futuro como son ciencias, innovación, universidades, medio ambiente, educación pública y culturas.
Hoy el país en medio de la pandemia debe optar por la Innovación productiva, por desarrollar capital humano avanzado, pero lo que hace el ministro Briones es rebajar en más de $110.000 millones el presupuesto en universidades y en ciencias e innovación; o sea no hay apuesta por diversificar la matriz productiva, ni agregar valor a lo que producimos y exportamos lo que ha generado la molestia transversal en esos mundos y en la oposición.
Un gobierno tan errático, sin conexión con la realidad y con un apoyo ciudadano de apenas del 13% es malo para el país. Un ejemplo es la incapacidad de impulsar la reforma policial en Carabineros -a pesar de la petición transversal en el país-, que prefiere ver caer a res ministros del Interior y no pedirle la renuncia a un inepto general director como Mario Rozas.
Son autogoles políticos gratuitos que lo único que generan es distancia con la sociedad y empezar a ser calificado como el peor gobierno de la historia reciente.
En medio de un empobrecimiento del país, de falta de auxilio social, con una sociedad que demanda cambios constitucionales se hace más urgente que ayer una buena política, en que puedan implementarse políticas públicas con una visión de mediano plazo que puedan ser implementadas con un amplio respaldo social; pero el gobierno optó por atrincherarse ideológicamente, promoviendo malas políticas de mercado y abandonando por ejemplo en esta crisis sanitaria y económica a las pequeñas empresas del turismo, de la cultura , de la gastronomía entre otros sectores que siguen sufriendo la crisis.
En ese complejo escenario es clave que la oposición reactiva se vaya paulatinamente convirtiendo en un actor político propositivo, con capacidad de generar propuestas que la muestren con capacidad de dar gobernabilidad a una sociedad que anhela cambios.
No es un desafío menor en una sociedad que muestra fuertes cambios culturales, con liderazgos políticos con fuertes agendas individuales que pueden mutar hacia un proceso más comunitario y de coordinación política donde puedan armonizarse el rol de los partidos políticos con los sectores independientes.
Esa historia está aún por escribirse en estos meses previo a la histórica elección del 11 de abril próximo.