El Banco Central planteó un complejo futuro para la economía chilena para 2022 con alta inflación –superior a 5%- y un mediocre crecimiento en torno a 2%.
A pesar del rebote estadístico que han mostrado los IMACEC este año, la mayoría ciudadana -64%- señala que “el país va por un mal camino” y el 67% señala que la economía “está estancada y retrocediendo” y sólo un 31% la ve “progresando”. Esta visión mayoritaria de una economía estancada se repite en otros estudios de opinión y es lo que caracteriza hace varios años a la sociedad chilena.
Ese sentimiento social está instalado en la sociedad chilena desde 2019 y no es solo producto del estrés pandémico, es una comunidad que se decepcionó del modelo Piñera al corto plazo por no cumplir su promesa de “tiempos mejores” y al contrario vio cómo se acentuó la desigualdad social y económica.
Esa es la peor herencia que puede dejar un gobierno como el actual, revelador de un fracaso que la derecha no quiere asumir que va asociada a su incapacidad de dar gobernabilidad a un plan de desarrollo futuro
Los datos duros revelan que este menor crecimiento generó un alto desempleo (900 mil empleos menos en relación a enero 2020) y una alta informalidad laboral cercana al 30% de los ocupados. Más del 80% de la ciudadanía percibe que la recuperación del empleo durará 2 años o más y eso es especialmente fuerte a nivel de mujeres, que perciben mayores dificultades para su reinserción laboral.
En este 2º semestre la situación económica se agrava producto del rebrote inflacionario que anticipa el Banco Central de 5,7% para fines del 2021 y por sobre 5% en la primera mitad del 2022. Esta inflación es un mix de mayor liquidez interna e importación de los mercados externos, pero es claro que siempre afecta a las familias vulnerables y de ingresos medios con mayores precios de su canasta de consumo.
El control de la inflación se convierte en un desafío para el progresismo político, ya que en estos últimos 25 años pudo mantener la inflación a raya con una economía creciendo y con un rol institucional del Banco Central.
Sin embargo, en esta sociedad líquida de las redes sociales –donde hay sectores que plantean que un “poco de inflación” no le hace mal a la economía-, pareciera clave construir una tesis transversal y mayoritaria que una inflación superior al 5% afecta más a las clases medias y vulnerables endeudadas y sin capacidad de ahorro y pareciera sensato insistir en afirmar la bondad de una política pública que controle la inflación. Pero ese objetivo requiere impulsar adicionalmente políticas económicas que mejoren los salarios, aumenten el crecimiento y la productividad, cuestiones que debieran a empezar a tomarse la agenda pública.
La ciudadanía está viviendo una situación de extrema fragilidad, especialmente la mayoría que vive de sus ingresos laborales y su experiencia vital le revelan que los principales problemas económicos que hoy se viven son los mayores precios de los productos de consumo básico y el desempleo.
Un debate sobre el futuro exige que se aborden soluciones a esos problemas, no solo diagnósticos, sino un camino de recuperación económica con foco en controlar la inflación y en generar más empleos formales y de calidad.
No es tarea fácil, ni tampoco es la hora de soluciones simplistas. Es la hora de liderazgos que se la jueguen por recuperar el país, recuperar los empleos, controlar la inflación y que presenten una hoja de ruta creíble para impulsar un nuevo modelo de desarrollo.
Estos 2 meses de carrera presidencial veremos si aparecen esos liderazgos.