Dado que el gobierno no tiene mayoría en el parlamento, es bastante difícil que logre avances significativos en el cumplimiento de su programa.
Sin embargo, tiene un enorme espacio para desarrollar política pública a través de programas que no necesitan legislación o, si fuera preciso, es muy difícil que no logren apoyo del Congreso.
Tal vez la más importante de estas iniciativas tiene que ver con la posibilidad de recuperar los aprendizajes perdidos, por parte de los alumnos más vulnerables.
Estos suman, entre la educación municipal, la de los Servicios locales y aquellos matriculados en la educación particular subvencionada, 3.5 millones de escolares, pertenecientes a 1.4 millones de familias.
Entre los años 2020 y 2021, estos estudiantes prácticamente no recibieron aprendizajes, lo que un estudio del Banco Mundial y la Unesco, establece en 1.8 años de escolaridad perdidos.
A ello, habría que agregar que, el segundo semestre de 2019 hubo paro prolongado de profesores y, luego, vino el “estallido social”.
¿Hubo, promovido por el Mineduc, algún “Plan Nacional de Recuperación de Aprendizajes”? Nada se conoce al respecto y, nunca se ha escuchado hablar, al Ministro de Educación, de algo parecido a esto.
El actual gobierno reafirma su vocación para provocar “cambios estructurales” o “históricos”, sin percibir que ellos son muy difíciles cuando no se cuenta con mayoría en el Congreso y, peor aún, cuando tampoco se contaría, de acuerdo a
cualquier estudio de opinión pública, con mayoritario respaldo en la ciudadanía.
¿Cómo se puede, entonces, intentar desarrollar algunos elementos del programa, que cambie la percepción ciudadana acerca de la gestión gubernamental?
Es difícil encontrar algún otro tema específico que afecte a un número mayor de familias que el retroceso en los aprendizajes de los escolares de los sectores más vulnerables.
En la educación privada, los escolares suelen tener un computador cada uno, en casas donde el internet es estable y permanente, los espacios ocupables para estudiar son cómodos y, los colegios a los que asisten, dado su alto costo,
lograron mantener un grado importante de transmisión de aprendizajes, en los períodos más complejos de la pandemia.
Ello tiene efectos fáciles de percibir. Aumento de la desigualdad, que se reflejará en el futuro con una peor diferencia en la generación de oportunidades de desarrollo (especialmente en el ámbito profesional o laboral) y, como consecuencia de ello, la asimetría habrá aumentado y no al revés, como sería el imperativo de una política que se orienta a provocar “cambios estructurales.
Las evidencias actuales son enormes y, por ello, extraña demasiado que la autoridad pertinente no hable de ello. Decenas de miles de escolares de 4º básico no han aprendido a leer y, los de cursos superiores, tienen serios problemas para
comprender lo que leen.
Los estudiantes de la educación técnico profesional han estado egresando con muy escasa preparación específica. ¿Cómo encontrarán trabajo en su área?
Desde siempre hemos sabido que la manera de cambiar las condiciones de las personas nacidas pobres está muy fuertemente relacionado con la calidad de la educación que reciben y, ello tiende más a deteriorarse que a mejorar y, modificar ello no está al alcance de cada familia, sino del sistema escolar en que participan, sin tener posibilidades de cambiarse a otro sistema mejor; la razón es simple: no tienen recursos para ello.
Entonces, solo les queda mirar hacia el Estado. Pero, si el Estado, a través de las instituciones encargadas de esto no señalan el camino y entregan el apoyo necesario, ¿qué hacer?
Muy poco, este es uno de los temas en los cuales no se alcanza nada solo con el esfuerzo personal o familiar: La educación, por definición, es un acto social, colectivo, donde los escolares son los receptores de los aprendizajes que se
transmiten y, las familias, en función de sus capacidades, representan el apoyo necesario para un proceso sistémico.
Ello no está ocurriendo.
En las últimas semanas, solo se escucha al Mineduc hablar de presupuestos asociados a mejoramientos físicos de los establecimientos públicos, lo que es muy importante pero, la pregunta es ¿para que se tienen establecimientos más
cómodos y bien equipados Pues, para tener un mejor ambiente para la transmisión de conocimientos que puedan ser transformados en aprendizajes de los alumnos que asisten a esos colegios.
Pues bien, ello no ocurrirá, a lo menos no en los términos que se requiere, si la institución llamada a preocuparse de que los escolares tengan los aprendizajes que les corresponde a su etapa escolar, les sean transmitidos y, en este caso,
nada se saca con entregar conocimientos a escolares que tienen un bache casi absoluto, durante a lo menos dos años.
Metafóricamente, es como pretender que un niño pueda subir al piso 12 si, al llegar al tercer o cuarto nivel, los próximos dos niveles han desaparecido: Simplemente, tendrá muchos problemas para captar lo que se le transmite y, como
resultado final, su formación será, inevitablemente, deficiente.
Más aún cuando el ausentismo y la deserción escolar han estado subiendo a niveles muy superiores a lo normal.
Pues bien, aquí hay un ámbito en el cual el Estado, a través del gobierno, pueden avanzar, si bien no para alcanzar “cambios históricos” por lo menos para no tener “retrocesos estructurales”.
Ojalá pronto escuchemos al Mineduc hablar y, más que ello difundir el Plan Nacional, con el que pretende superar este problema que, hasta aquí, no se disminuye, sino se acrecienta.