Oh I'm just counting

El Presidente más joven frente al Chile más viejo. Por Ricardo Rincón González, Abogado 

La economista sénior de la OCDE, Shruti Singh, lo dijo con claridad: “Chile está envejeciendo más rápido que lo que hemos visto en Europa”. Si nada cambia en nuestra productividad, el impacto del envejecimiento de la población sobre la economía chilena alcanzará 2,3 puntos del PIB, muy por encima del promedio de 0,4 puntos en los países de la OCDE. La curva es empinada y sus consecuencias, ineludibles: menos trabajadores sosteniendo a más jubilados, presión fiscal creciente y un Estado obligado a hacer más con menos.

Lo curioso es que este diagnóstico se revela bajo el mandato del presidente más joven de la historia de Chile, un mandatario que, paradójicamente, está asegurando para sí la jubilación más temprana y exuberante de nuestro país, sin haber concluido siquiera su título profesional. La ironía es doble: mientras los chilenos enfrentarán un retiro cada vez más incierto, quien los gobierna se retirará con holgura tras un paso breve por La Moneda.

La contradicción es aún más profunda si observamos las decisiones de políticas públicas de este gobierno: aumento desmedido del sueldo mínimo, implementación de la jornada de 40 horas, endeudamiento público acelerado. Todas medidas que, más allá de sus justificaciones, atentan contra la productividad, que es precisamente la variable clave que podría mitigar los efectos del envejecimiento poblacional. En vez de anticiparse a la crisis, el Ejecutivo ha preferido hipotecar la capacidad futura de crecimiento.

Pero el verdadero riesgo es de largo plazo: la longevidad de esta generación de cuadros políticos, combinada con la curva demográfica del país, significa que podrían volver a conducir el Estado no una, sino hasta ocho veces más en el curso de sus vidas. Es decir, la generación que hoy experimenta en carne propia la falta de preparación y de resultados podría tener múltiples oportunidades de repetir el error, mientras el país envejece sin respuestas efectivas.

Chile enfrenta un desafío generacional mayúsculo: ¿cómo sostener un sistema económico y social cuando la fuerza laboral se encoge y la demanda por pensiones y salud se multiplica? El contraste entre la lucidez del diagnóstico de la OCDE y la miopía de nuestras autoridades jóvenes es brutal.


Lo que está en juego no es sólo la vejez de un país, sino la madurez de su clase política para estar a la altura de los nuevos desafíos, que sólo se enfrentan generando riqueza, aumentando la productividad, diversificando la matriz productiva con innovación, ciencia y tecnología y alzando la vista para anticiparnos al futuro.