La exclusión de la asignatura de Educación Física del Plan Común Obligatorio en tercero y cuarto medio, decidida en 2019 por el Consejo Nacional de Educación y el Ministerio de Educación, representa una contradicción histórica y política que aún no encuentra solución. Convertida en electiva, la clase de Educación Física se relegó a un lugar secundario, en un momento en que las problemáticas de salud pública exigían con mayor urgencia políticas educacionales robustas que promuevan la actividad física.
Pese a los esfuerzos desplegados por instituciones académicas, gremiales y profesionales entre los años 2019 y 2023, la situación se mantiene inalterada. Ni el gobierno anterior ni el actual han considerado revertir la medida, dejando a la asignatura en un estado de incertidumbre. Una vez más, el futuro de la Educación Física queda supeditado a la voluntad política de un próximo gobierno que decida restituirle el lugar que legítimamente le corresponde dentro de la formación integral de los estudiantes.
Romero (en Valenzuela 2022), expone que la historia de la Educación Física en Chile está estrechamente vinculada a la construcción del Estado nacional. Su incorporación al sistema escolar en el siglo XIX respondió a un proyecto político que entendía la educación como un requisito esencial para consolidar la república. En esta línea, Mayorga (2017) sostiene que es imposible separar la escuela del Estado que la financia y organiza.
Así, la obligatoriedad de la Educación Física en 1889 estuvo atravesada por un discurso higienista que buscaba prevenir enfermedades, disciplinar socialmente a la población y fortalecer la raza, en sintonía con los temores militares de la época y con la llamada “cuestión social”. Desde sus orígenes, por tanto, la asignatura no solo se concibió como un espacio pedagógico, sino también como una herramienta de control político y sanitario, cuya relevancia hoy se desconoce al relegarse a un carácter electivo en etapas vitales para el desarrollo integral de la juventud y la construcción de una vida saludable.
Con el retorno a la democracia, se implementaron nuevas políticas públicas orientadas a la promoción de la salud, tales como los programas Vida Chile y Elige Vivir Sano. No obstante, ambas iniciativas terminaron diluyéndose con el tiempo, sin generar un impacto sostenido en la población. Paralelamente, la Educación Física fue resignificada bajo el eje de la “Aptitud Física y Calidad de Vida Asociada a la Salud” (1997), lo que supuso un giro respecto de su concepción original. Este tránsito implicó pasar de una visión centrada en la condición física, como elemento central, hacia una perspectiva orientada al bienestar y al desarrollo humano.
La UNESCO (2005) advirtió que la Educación Física es la puerta de entrada a la actividad física a lo largo de la vida. Esta alerta resulta especialmente relevante frente al aumento global de las enfermedades no transmisibles (ENT), asociadas al sedentarismo, la obesidad, los malos hábitos y la salud mental.
El propio Ministerio de Educación reconoce en sus bases curriculares (2015) la necesidad de construir procesos pedagógicos acumulativos que respondan a estas problemáticas. Paradójicamente, en 2019 Chile tomó la dirección opuesta: en lugar de reforzar la presencia de la asignatura, se decidió debilitarla, dejándola en condición electiva, en tercero y cuarto año de enseñanza media. La contradicción es aún más evidente tras la pandemia por COVID-19, que profundizó los niveles de inactividad, problemas serios de salud mental, que hasta el día se mantienen y el aumento de obesidad en la población escolar infantil, más por una cuestión cultural, que por ausencia de actividad física.
Reducir la Educación Física al discurso exclusivo de la salud o solo como a lo físico, constituye un error tanto conceptual como pedagógico. Si bien es cierto que esta asignatura debe colaborar en la promoción de hábitos de vida saludables, su finalidad no se limita únicamente a ese propósito. La Educación Física debe comprenderse desde una perspectiva integradora, donde el ser humano se conciba como una totalidad.
En este sentido, aunque “nadie educa lo físico” de manera aislada, resulta necesario entender que la Educación Física trasciende lo estrictamente corporal. Su alcance se vincula con la construcción de identidades, el desarrollo evolutivo de la persona y la socialización entre individuos, contribuyendo a la formación integral y al fortalecimiento de la ciudadanía.
Por ello, restringir la disciplina a un enfoque fragmentado de la condición humana desconoce la riqueza de su aporte pedagógico. La Educación Física, más allá de la salud física, debe situarse como un espacio formativo que articule dimensiones motrices, cognitivas, sociales y culturales, consolidando su carácter fundamental en los procesos educativos.
La exclusión de la Educación Física del Plan Común Obligatorio en tercero y cuarto medio constituyó y constituye una forma de marginalización que envía un mensaje preocupante respecto de su valor educativo y social. En contraposición, una mirada crítica permite reconocer que la Educación Física no solo representa un espacio de aprendizaje disciplinar, sino también un derecho social fundamental, estrechamente vinculado con las políticas públicas de salud y educación.
El desafío que tenemos por delante es lograr que la Educación Física recupere el lugar que merece en el Plan Común Obligatorio de tercero y cuarto medio. No se trata solo de reinstalar una asignatura, sino de reafirmar tres puntos, el sentido de la jornada escolar completa y avanzar hacia la incorporación real de 60 minutos diarios de actividades saludables en los establecimientos educacionales. Estas deben entenderse de manera amplia, abarcando no solo el componente físico, sino también las artes y el desarrollo de un pensamiento crítico, elementos fundamentales para la formación integral de las y los estudiantes.
Revertir la exclusión de la Educación Física no es únicamente una demanda gremial: es una responsabilidad ética frente a la crisis de salud pública y un compromiso con la misión educativa de formar ciudadanos plenos, capaces de cuidar su cuerpo, su mente y su entorno.
Confiamos en que el próximo gobierno sabrá escuchar esta necesidad y emprender el cambio que devuelva a la Educación Física, junto con Artes e Historia, (que también fueron excluida) al carácter obligatorio que nunca debieron perder. Hacerlo será dar un paso firme hacia una educación más justa, inclusiva y coherente con los desafíos de nuestro tiempo.