El filósofo vasco Daniel Innerarity, una de las voces más influyentes de la Filosofía Política en el mundo, vuelve a entregar lo que él llama “una caja de herramientas” para dilucidar el futuro de una política que debe ser radicalmente reseteada para interpretar la sociedad compleja en que vivimos y una democracia que escuche, incorpore a una gran diversidad de sujetos y sea capaz de compatibilizar las expectativas de eficacia con nuevas exigencias de legitimidad.
Ya en su breve libro “Comprender la Democracia” el filósofo nos plantea que la democracia sólo es posible gracias a un aumento de la complejidad de la sociedad, pero hoy en día esa misma complejidad nos distancia de la propia democracia ya que ella necesita de ciudadanos activos, informados y partícipes del espacio público, pero que ella misma es incapaz de producir.
En “Política para Perplejos” Innerarity enfatiza el que vivimos en una época de total incertidumbre y es ella y la falta de respuestas de la política la que crea distancia y perplejidad que es una situación propia de sociedades en las que el horizonte de lo posible se ha abierto tanto que los cálculos acerca del futuro son especialmente inciertos. Agrega que “el actual paisaje político se ha llenado de una decepción generalizada que ya no se refiere a algo concreto sino a una situación en general”.
Ahora, publica “Una Teoría de la Democracia Compleja. Gobernar el Siglo XXI” donde actualiza la gramática y los conceptos de una política que fueron pensados en una época de relativa simplicidad social y política y cuyo déficit teórico se corresponde con una práctica política que simplifica y empobrece nuestras democracias. Innerarity subraya que “nuestros sistemas políticos no están siendo capaces de gestionar la creciente complejidad del mundo y son impotentes ante quienes ofrecen una simplificación tranquilizadora. La política, que opera actualmente en entornos de elevada complejidad, no ha encontrado todavía su teoría democrática”. Cree que la democracia que ha efectuado el paso, para constituirse en democracia moderna, desde la Polis al Estado Nacional y a la democracia representativa, debe ahora dotarse de una nueva arquitectura política que le permita dar un salto hacia una realidad despojada de la antigua simplicidad, cambiante, con crisis de legitimidad y confiabilidad, para afirmarse en los nuevos temas, en los sujetos, en las formas de gobierno y en una teoría y un léxico del siglo XXI.
Lo que Innerarity plantea es que no estamos ante la típica reforma administrativa y ni siquiera constitucional, sino frente a la necesidad de una reconceptualización, “un reseteo”, de los conceptos y categorías que la política ha utilizado en estos 300 años para leer la realidad. No sirven los conceptos de la actual política para leer el mundo global, la crisis climática, la robotización e incluso el coronavirus que golpea ferozmente a la humanidad. Nos invita a “aprender una nueva gramática del poder en un mundo que está constituido más por bienes y males comunes que por intereses exclusivos”, los cuales no han desaparecido, están ahí, pero resultan indefendibles fuera del marco del juego común en el que todos estamos implicados. Enfatiza que si el antiguo juego del poder promovía la protección de lo propio y la despreocupación por lo ajeno, “la superexposición obliga a mutualizar los riesgos, a desarrollar procedimientos cooperativos, a compartir información”.
Esto porque cuando el gobernante poseía toda la información, era más inteligente que el gobernado, la relación podía ser vertical y funcionaba así extendida a toda las instituciones de la política - incluidos los partidos que eran los grandes mediadores porque manejaban la información y a través del filtro de las ideologías le daban sentido, creaban conciencia social - pero cuando la revolución tecnológica de la información, que es planetaria y accede a miles de millones de seres humanos en las diversas latitudes, permite que las personas se informen, se autoconvoquen, establezcan redes, sin el control de los antiguos mediadores y sin marcos teóricos una vez considerados infalibles, ello iguala y provoca otros equilibrios sociales y de poder, lo que obliga al gobernante y a las instituciones políticas a obtener la información que circula más allá de su férreo control y a acordar con el gobernado un cierto tipo de intercambio, de consenso, entre información y legitimidad.
Si tuviéramos que presentar un ejemplo paradigmático de la crisis de la política tradicional en la lectura que hace Innerarity no tenemos que ir muy lejos de nuestra propia experiencia : Chile ha sido siempre un laboratorio para aspectos de la política mundial y no hay duda que la explosión social que se produce a partir del 18 de Octubre es, tal vez, el retrato perfecto de la inercia, la lejanía, el acomodamiento en los viejos patrones de instituciones y liderships política sorprendida y sobrepasada por una sociedad que autogestionó su información y su capacidad de movilización rupturista. Pero, también, frente a la incapacidad total del gobierno de gestionar la crisis y su pérdida absoluta de consenso social, Innerarity advierte algo que la oposición democrática chilena tuvo en cuenta cuando algunos, desde la extrema izquierda, pedían la destitución del gobierno elegido por los chilenos en el contexto de un régimen presidencialista: que si queremos proteger la democracia, “hemos de protegerla también frente a las estrategias con las que pretendemos protegerla”. La democracia solo se cuida con medidas democráticas y ni las ideas insurreccionales de unos, ni los mensajes de que enfrentábamos una “guerra contra enemigos poderosos” formuladas por el Presidente Piñera representaban una invocación a cuidar la democracia en una situación de extrema tensión social.
¿Pero, en que se debe cambiar la democracia en la visión de Innerarity? El responde que en casi todo, salvo el núcleo de valores, de principios normativos para los que nunca encontraremos un sustituto útil: la idea de autogobierno, de igualdad, de representación, de deliberación, de justicia. Estas ideas no sufrirán grandes evoluciones, aunque tendrán que adecuarse a contextos diferentes. “Pero si todo el resto de ideas. Nuestro actual concepto de soberanía, territorialidad, autarquía, de poder mismo, resultan completamente insuficientes y hasta dañinas para abordar la realidad compleja y global en que nos desenvolvemos”.
Para Innerarity “estamos pensando todavía la política en un universo newtoniano” y su mayor límite es enfrentar la complejidad con instrumentos simples, con un claro contraste entre los conceptos históricos y las realidades que se deben gobernar. Una simplificación de conceptos políticos que no tienen en cuenta la riqueza de la sociedad y de sus contextos, lo cual lleva a una simplificación, más bien práctica, que tiene que ver precisamente con ese mundo de la complejidad, lleno de incertidumbres en el que estamos navegando y que genera que la “intermediación entre el público y el interés general sean permanentemente desafiadas por la seducción de la inmediatez”.
En entrevistas concedidas a diversos medios a propósito de su último libro, Innerarity aborda la crisis actual provocada por el coronavirus señalando que “la humanidad se enfrenta a una crisis que sobrepasan su conocimiento donde se pone de manifiesto lo poco que sabemos en relación con catástrofes que son consecuencia de acciones concatenadas, interacciones fatales y debilidad institucional en el plano global”, todo ello cuando ha tenido lugar un cambio de paradigma y se continúan aplicando la rutina de las viejas recetas.
Refiriéndose al debate que ha surgido en el mundo de la filosofía sobre el impacto del coronavirus, Innerarity constata que ya se ha suscitado un intenso debate entre quienes piensan que esta crisis supondrá un revulsivo que derribará el capitalismo y quienes presagian un sistema de control que consolidará las tendencias autoritarias inscritas en eso que él llama democracias iliberales. Advierte que las medidas de excepción aprobadas podrían establecer un precedente peligroso y un recorte de libertades que, de no establecerse garantías sobre su temporalidad, podría terminar transformándose en costumbre y siendo aceptadas por poblaciones atemorizadas.
Señala, sin embargo, que hay que tener presente que la democracia tiene por su propia definición, un sistema de gobierno frágil y vulnerable y que no podemos protegerla hasta el extremo de no correr algunos riesgos. Siendo un sistema abierto, donde hay libertad de expresión y donde los propios actores políticos están sometidos a monitorización desde todos los puntos de vista es que hay que aprender a gestionar esa vulnerabilidad sin renunciar en la perspectiva a las libertades.
Para Innerarity el asunto acuciante hoy es de qué modo se gestionan inseguridades e incertidumbres que se generan en un mundo acelerado, volátil e interdependiente. Dice que no estamos solo ante un contagio que no sabemos cómo controlar, sino en medio de una “sociedad contagiosa”, que es algo distinto, “una sociedad de protecciones débiles”.Porque al fin de cuentas estamos experimentando la parte más preocupante de la interdependencia general que caracteriza al mundo globalizado: encadenamientos, contaminación, turbulencias, toxicidad, inestabilidad, fragilidad compartida, afectación universal, superexposición. “Interdependencia equivale a dependencia mutua, intemperie compartida”, agregando que vivimos en un mundo en el que, “por decirlo con lenguaje leibniziano, “todo conspira”. No hay nada completamente aislado, ni existen ya “asuntos extranjeros”; todo se ha convertido en doméstico; “los problemas de otros son ahora nuestros problemas, que ya no podemos divisar con indiferencia o esperando que se traduzcan necesariamente en provecho propio”.
Para Innerarity este es el contexto de la peculiar vulnerabilidad que recorre el mundo. Las cosas que nos protegían se han debilitado y afirma que lo único que nos puede salvar hoy es el conocimiento compartido y la cooperación. Ello no significa que resurja el Estado Nación, sino que vuelve como una imperiosa exigencia lo público, lo común, después que el neoliberalismo impuso un modelo de separación extrema determinado por las desigualdades, la ausencia del Estado y el mercado incontrolado.
Es a partir de esta reflexión y frente a la crisis de las políticas neoliberales que devela el enfrentamiento de los gobiernos y científicos al coronavirus que se abre un horizonte nuevo para las políticas socialdemócratas cuando el Estado reaparece como el gestor del bien común y hasta las empresas de mayores capitales deben acudir a él en busca de salvación. Ello, siguiendo justamente la reflexión de Innerarity, comporta la redefinición de lo público lo cual implica otra manera de entender el poder, tanto por encima o dentro del Estado, así como por lo que se refiere a la relación entre el Estado y la sociedad.
El llamado de Innerarity es a profundizar la gobernanza global que para él es el horizonte que la humanidad debe perseguir hoy con la mayor de sus energías. “gobernar los riesgos globales es el gran imperativo de la humanidad si no queremos que la tesis del final de la historia se verifique, no ya como apoteosis de una placida victoria del mercado y de una democracia liberal marcada por límites de espesor ideal y teórico, sino como el peor fracaso colectivo”.