Oh I'm just counting

La política frente a la brutalidad comunicativa. Por Luciano Valle Acevedo, Cientista Político

Entre los aportes fundamentales del gran pensador alemán Jürgen Habermas está el concepto de la “esfera pública” La definía como “la esfera en las que las personas privadas se reúnen en calidad de público”. Se trata del ámbito en que los individuos debaten públicamente los problemas que les son comunes y hacen al interés general de la sociedad.

Para efectos de la democracia implica, entre otros, algunos supuestos o requisitos básicos como una prensa libre y una opinión pública que se genera teniendo como insumos el intercambio de propuestas sustentadas en argumentos y razones fundadas. Siguiendo al propio Habermas, la teoría de la democracia deliberativa requiere la superación de las convicciones de infalibilidad de los concurrentes, así como de la actitud del rechazo, la cancelación o simplemente la descalificación y negación de otros enfoques o perspectivas.

En este marco, la política tiene la tarea de la exposición argumentada de las propuestas y su recurso esencial es el de la razón y la búsqueda incesante de opciones teniendo en cuenta la existencia legítima de miradas y perspectivas diversas. Es la búsqueda permanente por encontrar el camino viable inédito. Un segundo momento lo constituye la capacidad de convencer y movilizar a la ciudadanía, al pueblo, que es donde radica la condición insustituible de la soberanía.

Los grandes y deseables consensos políticos sociales no significan que se transen ideas como en un mercado, o de confusión del pragmatismo con el oportunismo, sino que se construyen en la interacción y debate plural en un clima de tolerancia y respeto mutuo.

Lo anterior exige la superación de las formas negativas de hacer política y de asociarla, a la superficialidad y fanfarronería, por un lado, y a la confrontación extremada y polarizada, por el otro. A ello corresponden el instrumental de los enfoques binarios, la determinación arrogante y arbitraria de lo bueno y lo malo, las noticias distorsionadas, la reiteración cínica, la exacerbación del miedo, el insulto y la agresión.

Son las prácticas de subordinados y nada originales seguidores de Trump, de los Bolsonaro, los Bukele y de la grosera y repulsiva agresividad de Miley. Todo esto no es casual, sino que obedece a los empeños de sectores y sus objetivos de inhibir el pensamiento y la acción crítica frente a determinadas realidades sociales. Ello se complementa con la desinformación y manipulaciones mediáticas.

Un ejemplo nítido de tales conductas son las descalificaciones odiosas referidas a Evelyn Matthei.  Más allá de las diferencias políticas con la candidata, es menester manifestar nuestra solidaridad y respeto para con ella.

Las fuerzas democráticas, populares y del amplio espectro humanista deberán, en su práctica cotidiana, contribuir a la hegemonía de un escenario que aísle y supere la aspereza y la brutalidad comunicacional, la cancelación y anulación del otro como modo de actuar en la política. Se deberá poner atención en no ceder a la tentación del primitivo sentimiento de infalibilidad y de búsqueda de la destrucción del otro. Se trata de romper la inercia del inconsciente cultural del pensamiento único.

La educación y la socialización política, la acción organizada, son herramientas básicas para abrirle paso a la cultura democrática, a la deliberación informada y al compromiso de la participación. Se deberá siempre insistir en el ideal de dejar atrás, en la política, los epílogos de vencedores y vencidos, y reemplazarlos por el de los convencidos.

En ese marco las propuestas políticas deberán ligarse a fundamentos políticos, económicos y culturales que unen, en lo esencial, a las fuerzas humanistas transformadoras y que, a su vez, interactúan con el conjunto de la sociedad y sus diversas expresiones, en un plano de irrestricto respeto y reconocimiento, -parafraseando a Hanna Arendt-, a nuestra condición, de libres, iguales y diversos.

Es el clima para ir realizando incrementalmente la democracia, reforzando sus aspectos procedimentales, fundamentales, por cierto, y para ir acentuando aquellos que se refieren a los índices de desarrollo humano y sus contenidos más integrales.