Cuando el Congreso se reunía para contabilizar los votos del Colegio Electoral y certificar oficialmente la victoria del candidato demócrata Joseph Biden, hordas de “zombis” fanáticos, enfurecidos, atacaron el Capitolio, el símbolo de la democracia, en Washington D.C., ante el estupor de quienes observábamos el proceso.
La turba venía a conquistar y a destruir y, era el último esfuerzo de extremistas de derecha que querían cambiar el resultado de la más legítima elección presidencial en la historia del país, para mantener a Trump en el sillón presidencial por 4 años más.
El proceso requerido por la Constitución fue interrumpido de manera inédita, por horas, pero los congresistas fueron capaces de sobreponerse y lo reanudaron y lo concluyeron en sesión especial alrededor de las 3 de la mañana. La democracia peligraba y había que terminarlo.
Poder corrosivo de la mentira
Lo alucinante de esta tragedia es el poder corrosivo de la mentira. Todos hemos mentido alguna vez en nuestras vidas. Pero cuando la mentira viene del poder y se oficializa, las consecuencias son graves y traen muerte y destrucción. Una justa electoral certificada, recertificada y vuelta a certificar por los condados, por los estados y por el Colegio Electoral –la más legítima que ha habido en USA según los expertos-, jamás debió haber producido la violencia y la infamia que se vio en los medios sociales.
A pesar de esto, el presidente Trump se dedicó a pregonar la ilegitimidad del proceso, a lanzar una banda de abogados que llenó las Cortes Judiciales de la nación con más de 70 demandas -todas refutadas por los jueces, incluyendo a los que él había nombrado durante su administración-, a llamar a las autoridades Republicanas –gobernadores y secretarios de Estado- para que cambiaran los resultados y lo designaran a “ÉL” como presidente electo.
En el interín, se dedicó a azuzar a sus huestes, incitándolas al ataque. Muchos gobernadores y políticos se vieron forzados a pedir protección policial ante las amenazas de muerte y ataques durante el largo período entre la elección general –3 de noviembre- y la certificación del 6 de enero. El asalto final al Capitolio se veía venir porque Trump estaba invocando a sus tropas diariamente y, por lo que se sabe hasta ahora, fue una suerte de intento de golpe para subvertir el resultado de la elección.
Sospechosa la… situación
Hay hechos preocupantes que requieren una investigación. ¿Por qué la insurrección fue exitosa en un edificio federal que tiene su propia fuerza policial de alrededor de 2.000 personas? ¿Por qué no estaban ahí protegiendo el edificio cuando el presidente ya había convocado a la turba a “recuperar América” y a “ser fuertes” en su manifestación de la mañana? ¿Por qué en algunos videos se ven policías del Capitolio abriéndoles la puerta a los insurrectos, escoltándolos y tomándose ‘selfis’ con ellos? Y si ya se había anunciado y los Trump habían exhortado a sus fuerzas ¿por qué no se pidieron refuerzos a la Policía de Washington DC o a la Guardia Nacional?
Al amenazar la integridad del sistema democrático, al interferir con la transición de poder en forma no pacífica y al atacar una rama del gobierno, Trump ha demostrado ser una amenaza a la seguridad nacional, una amenaza a la democracia y su conducta es incompatible con la ley y los principios constitucionales que rigen al país. Por esta razón, la Casa de Representantes bajo la dirección de Nancy Pelossi, está discutiendo un nuevo artículo de destitución que empezó a delinearse durante las horas que estuvieron bajo sitio en el Capitolio. Tres son las opciones que se barajan:
¿Renuncia, Enmienda 25 o destitución?
1.- La renuncia del presidente que sería la más favorable para él. Podría negociarla a cambio de que no le sigan juicio y se eliminen todas las demandas que hay en su contra. Sin embargo, Trump no quiere renunciar ni dejar el brillo ni las luces de las bambalinas.
2.-Que el Gabinete invoque la Enmienda 25 que lo sacaría del poder la fuerza. Difícil, ya que hay Republicanos que todavía lo apoyan y el vicepresidente se rehúsa, y
3.-Destitución. No hay tiempo porque a Trump le quedan menos de 10 días en el poder. La insurrección es un caso grave y quizás, los legisladores podrían hacer uso de medidas privilegiadas para acelerar el proceso.
No ha pasado el peligro
Estos 10 días son peligrosos. Hay un individuo inestable en la Casa Blanca que es responsable de incitar el nefario asalto al Poder Legislativo en el Capitolio y que -según funcionarios de la Casa Blanca-, disfrutaba viendo los episodios en la TV como si fueran parte de un “reality show”.
Hay urgencia en el ambiente para neutralizar al ejecutivo: cerca de 200 legisladores están exigiendo que Trump renuncie. Hay funcionarios claves de gobierno que están renunciando. Los generales aseguran a la Speaker of the House, que hay salvaguardas para el uso de los códigos nucleares y Twitter acaba de anunciar que las hordas “trumpistas”, preparan otros asaltos.
Lo peor para el narcisista de la Casa Blanca, es que Twitter le canceló la cuenta de manera permanentemente, porque seguía incitando a la turba para el 20 de enero, día de la asunción oficial del presidente Biden. Las plataformas sociales Reddit, Twitch, Shopify, Google, YouTube, Facebook, Instagram, Snapchat, Tiktok, Apple, Discord, Pinterest y otras, le han suspendido sus servicios por la misma razón. Bien merecido, pero también preocupante. ¿Qué más daño puede hacer el “Nerón de mechas naranjas” cuando le quiten la lira cibernética?