Oh I'm just counting

Nosotros no tenemos la culpa. Por Carolina Latorre C. Abogada, Magíster en Derecho de la Empresa y del Trabajo

El Ministerio de la Mujer no puede ser un trofeo para unos y un estorbo para otros. Si este último no sirve para que más mujeres trabajen con corresponsabilidad y se lleve la tarea de terminar con las brechas salariales, entonces es solo un logo.

Deben saber que ocho de cada diez chilenas dirían que la maternidad les ha significado obstáculos en su desarrollo laboral. No porque quieran “privilegios”, sino porque el Estado, las empresas y la cultura todavía funcionan como si los cuidados fueran un asunto privado. Exclusivamente femenino. Por eso, ni la consigna de “cerrar el Ministerio” ni la de convertirlo en bandera identitaria resuelve lo esencial: que las mujeres puedan trabajar, criar y crecer sin pedir permiso.

Chile no partió de cero ni lo debe todo a un solo color. Hubo camino y hubo luchas: del voto femenino a los avances en derechos civiles, de la derogación de la potestad marital a reformas que nos parecían imposibles. Todo bien. Reconozcamos esa historia sin apropiaciones. Pero también seamos sinceros: aún cargamos con normas y prácticas que no conversan ni dialogan con la vida real de millones de mujeres. Cuando la estructura patrimonial sigue premiando al que “administra” por defecto; cuando la crianza recae en una sola espalda; cuando la flexibilidad laboral es un favor y no un derecho, lo que falla no es la ideología correcta: falla el Estado, falla el mercado y, lo más grave, fallamos como sociedad.

Aquí, precisamente, aparece la trampa unos proponen borrar con plumón la institucionalidad de género, como si hacer desaparecer un ministerio arreglaría los cuidados de la noche a la mañana. Otros reducen la agenda a una sola consigna, como si el destino del país dependiera de convertir cada política en un plebiscito moral. Entre ambos se pierde lo importante: empleo femenino de calidad, protección de los cuidados, corresponsabilidad efectiva y seguridad jurídica para que una mujer no dependa de la buena voluntad de nadie, menos de los extremos ocupados de sus consignas, pero que unos y otros lo hagan mal en sus imposiciones ideológicas no puede resultar una sanción para las mujeres, como seria eliminar el ministerio o solo acotar la problemática de género en derechos sexuales… ¡nosotras no tenemos la culpa! En materia de género, de manera imperativa, se necesita seriedad. 

¿Qué significa “hablar en serio”? Significa que el Ministerio deje de medirse por hashtags, cantidad de visualizaciones, y se mida por resultados. Propongo cinco llaves, ejecutables y verificables:

- Sala cuna universal y progresiva. Financiamientotripartito (Estado–empresas–seguros), con gradualidad para pymes y fiscalización real. El criterio no es la firma del contrato, es el derecho del niño y de quien cuida.
 

- Corresponsabilidad de verdad. Postnatal parental obligatorio y transferible, con incentivos para que los hombres lo tomen y sanciones cuando se obstaculice. No hay igualdad si los cuidados siguen feminizados.
 

- Flexibilidad laboral regulada. Jornada adaptable y teletrabajo pactado para cuidadores, con derecho a desconexión y evaluación por objetivos. Flexibilidad sin precariedad.
 

- Brecha salarial a la vista. Auditorías de equidad en empresas grandes y reportes públicos anuales. Saber dónde está la brecha es condición para cerrarla.
 

- Reforma al régimen patrimonial. Administración compartida y separación de bienes por defecto, salvo pacto distinto. Igualdad civil no es eslogan: es poder decidir.
 

Con estas llaves, el Ministerio de la Mujer deja de ser una oficina de campañas y pasa a ser un gestor de políticas con índices medibles: más participación laboral, menor brecha, más hombres asumiendo cuidados, menos litigios por desprotección patrimonial. Y sí: eso mueve realmente la aguja del crecimiento y hace sostenibles las pensiones. No por magia, sino porque, lógicamente, un país que desperdicia el talento de la mitad de su población se empobrece.

Anticipo, desde ya, las objeciones. Implementar todo aquello, “es caro.” Pero, más caro es seguir pagando el costo invisible de la informalidad del cuidado y de la penalización de la maternidad en las carreras. Entonces, “es ideológico.” No: ideología es negar el problema; política pública es medirlo y resolverlo. “-Es una agenda de nicho.” Pregunten en cualquier barrio quién sostiene la casa cuando un hijo se enferma o un adulto mayor pierde autonomía. Nicho no es. Nunca lo ha sido. 

También rechacemos el sarcasmo fácil. Hacer caricaturas de programas o actividades puntuales puede dar likes, pero no cambia una sola jornada de una madre trabajadora ni abre un cupo de sala cuna. Si hay duplicidades, si hay baja ejecución presupuestaria o programas sin metas; ordénese, fusiónese, evalúese. El estándar no puede ser solo “sentirse bien”; el estándar es funcionar, y mejorar la calidad de vida de la sociedad toda.

A quienes quieren abolir el Ministerio: quítenle maquillaje, no existencia. La solución no es desmontar, es reorientar y exigir cuentas. A quienes quieren que todo sea identidad: bajen el volumen y suban los indicadores. Los derechos no se pierden por administrar bien; se pierden cuando se traducen solo en retórica.

No necesitamos héroes de trinchera; necesitamos Estado serio, empresas modernas y hombres presentes. En esa ecuación, el Ministerio de la Mujer es útil si y solo si mueve barreras, cambia incentivos y hace cumplir la ley. Lo demás es decoración.

Termino con una idea simple: igualdad es libertad con respaldo. Libertad para elegir cómo organizar tu familia, tu carrera y tu patrimonio; respaldo para que esa elección no te condene a la dependencia. Si el Ministerio no empuja esa libertad con respaldo, entonces sí, será un mero logo. Pero si pone el foco en cuidados, empleo, corresponsabilidad y derechos civiles, no solo “defiende a las mujeres”: hace mejor a Chile. En su conjunto y apunta a su real desarrollo en todo ámbito. 

Hablemos en serio. Sin subterfugios. Ni extremos ni excusas. Aquí hay trabajo que hacer—y podemos empezar hoy.