Foto: Axel Kicillof, nuevo líder de la oposición al Gobierno de Milei
Especial de prensa internacional
Es mala idea en Argentina dar por muerto al peronismo antes de tiempo. Javier Milei ha debido tomar nota este domingo por la noche, muy a su pesar. Las elecciones legislativas en la provincia de Buenos Aires, donde vive el 40% del censo nacional, resultaron en una dura derrota para el presidente ultraderechista. Los resultados oficiales, con el 86% de las mesas escrutadas, otorgan en el conteo general el 47% de los votos al peronismo, reunido en sus variadas versiones en el frente Fuerza Patria, contra el 33,8% de La Libertad Avanza, poco más de 13 puntos de diferencia. No alcanzó al Gobierno nacional ni siquiera la fusión con el Pro, el partido del expresidente Mauricio Macri, reducido ahora a una fuerza minoritaria dentro del armado nacional del partido oficial.
El resultado de este domingo es una pésima noticia para Milei, que se puso al hombro la campaña de una elección por principio irrelevante, que insistió en nacionalizar y convirtió en una batalla a matar o morir contra el kirchnerismo, en el poder en la provincia. “Vamos a poner el último clavo en su ataúd”, repitió durante las últimas semanas. “La Libertad arrasa”, solía decir. A medida que los sondeos dejaban de sonreírle, habló de un “empate técnico”. En la víspera electoral, el mensaje desde la Casa Rosada viró hacia el de una “derrota digna”, menor a cinco puntos, y la convicción de que, cualquiera fuese la diferencia en contra, la ultraderecha sumaría diputados y senadores en el Congreso provincial. La batalla por atender, insistieron, se librará dentro de casi dos meses, el 26 de octubre, cuando los argentinos elegirán senadores y diputados nacionales.
Finalmente, la magnitud de la derrota no estaba ni en la peor de las pesadillas libertarias. Los casi dos meses que restan para las elecciones legislativas nacionales se avizoran ahora como un suplicio para la Casa Rosada. La reacción de los mercados este lunes se descuenta que será muy negativa. Al equipo económico le cuesta cada vez más sostener el valor del peso frente al dólar.
Para evitar la dolarización de las carteras en pesos, primero subió las tasas hasta el 80%, el triple de la inflación prevista para este año. Luego subió al 50% los encajes bancarios, para bajar los pesos circulantes. A mediados de la semana pasada, puso fin a las bandas de flotación que había acordado con el Fondo Monetario Internacional y vendió dólares del Tesoro. Milei achacaba entonces la turbulencia a lo que llamó “el riesgo kuka”, es decir, el temor a un triunfo del kirchnerismo que tenía espantados a los inversores. Consumada la profecía, el escenario es ahora mucho más hostil que el viernes.
La derrota libertaria tiene más de errores propios que de méritos del peronismo, que apenas ha logrado ir unido por la pelea intestina entre el gobernador Kicillof y su madre política, Cristina Kirchner, presa por corrupción en su casa. El Gobierno no supo reaccionar a la difusión de los audios de un exalto funcionario que se quejaba de una red de corrupción en la compra de medicamentos para discapacitados. Puso detrás de la maniobra a Karina Milei, la hermana del presidente, la persona más poderosa del Gobierno y sostén emocional del jefe de Estado. La publicación, días después, de conversaciones privadas de Karina Milei puso en estado de pánico a la Casa Rosada: había dentro un topo dispuesto a hacer mucho daño.
Fue un golpe a la línea de flotación de Gobierno. Karina Milei no es reemplazable en el Gabinete y ahora cargará con la responsabilidad de un armado electoral en Buenos Aires que fue un fracaso.
Debilitado el Gobierno, la oposición se agrandó en el Congreso. En menos de una semana, revirtió el veto presidencial a una ley que daba más fondos a los discapacitados y dio media sanción a una ley que limita el uso de los decretos presidenciales. Es de esperar ahora que la beligerancia parlamentaria se intensifique.
La paliza electoral obligará a Milei a recalcular, aunque no está muy claro de qué manera. El presidente ha demostrado hasta ahora pocas ambiciones dialoguistas y parte del resultado de este domingo se puede atribuir a un estilo lindante con lo pendenciero, refractario a cualquier construcción de puentes con la oposición. Todo ello condimentado con la convicción de que lo suyo es una cruzada que se nutre de “las fuerzas del cielo”.
El peronismo se rearma
El gran ganador de la noche ha sido el gobernador, Áxel Kicillof, que no esperaba semejante resultado ni en sueños. Fue de él la decisión de separar las elecciones legislativas provinciales de las nacionales, en principio para neutralizar el empuje de Milei, pero también como parte de su pelea con Cristina Kirchner. La expresidenta se opuso desde el primer día al desdoblamiento, temerosa de que en octubre los intendentes que no le responden no se apuntalen la campaña de los candidatos kirchneristas al Congreso nacional.
Kicillof podrá decir ahora que tenía razón, y que su exjefa política estaba equivocada. El sector que lo apoya pretende que sea candidato a presidente en 2027 en representación de un peronismo unido. Era imprescindible, entonces, un triunfo que también tendrá efectos balsámicos en la interna del partido.
El gobernador podrá ahora erigirse también como el líder de la oposición a Milei, en detrimento de otros gobernadores del interior del país que pretendían hacerle frente al libertario con una liga de espíritu federal. El peso electoral de Buenos Aires es tan grande que cualquier opción que tenga su marca irremediablemente eclipsará al resto.