Como cada mañana y como muchos al despertar, enciendo la televisión para informarme del acontecer noticioso del país, y los noticieros dan cuenta de los violentos acontecimientos que tenemos en las distintas comunas del país.
Con tristeza y agobio, escucho y trato de procesar esta información tratando de encontrar alguna inexplicable respuesta para tanto dolor, si, dolor y poco valor hacia la persona humana que solo ya son estadísticas acompañadas de la célebre frase: “es un ajuste de cuentas”.
Escucho opiniones y voces que dicen “como llegamos a esto” y creo que la pregunta es cómo lo enfrentamos como país, como sociedad este flagelo que nos está consumiendo. Desde mi humilde opinión y desde el conocimiento de tanto escuchar a vecinos de la comuna y recorrer Melipilla, pongo atención a las madres, padres y familia en general que me dicen con pena “mis hijos no tienen donde jugar, no tienen seguridad, no hay una plaza, no tienen un espacio deportivo para compartir con sus amigos”
Aquí es donde digo que el estado ha fallado con políticas públicas frágiles en educación, marginalidad y pobreza, como sociedad hemos fallado cediendo los espacios, no alzando la voz exigiendo los derechos que los jóvenes niños y niñas tienen, los vulneramos en cada sitio que no rescatamos para ellos, no les damos la oportunidad de un mejor lugar para vivir, es muy complejo pero debemos trabajar para resolver estos temas.
Creo que debemos ser más riguroso en el análisis y tomar medidas no solo a corto plazo, sino que a mediano y largo plazo. Pensar que se puede ir en aumento es una realidad y los jóvenes serán los protagonistas. Duele pensarlo y más aún decirlo.
Si hubiésemos invertido bien los recursos, apoyando a los deportistas, respaldado a quienes trabajan con y para la gente hoy no estaríamos tratando de curar la herida, la hubiésemos evitado.
El giro para abordar este tema debe ser de 180 donde confluyan todos los estamentos de la sociedad, el estado, los ciudadanos, sin que nadie se reste de este proceso de recuperación y sanación nacional, retomando los valores y principios que muchas veces estando en la pobreza nos hacían dignos.
Como olvidar cuando nuestras madres nos decían: “pobre pero limpio”, esa fue la herencia valórica que nos dejaron y que nos lleva a seguir un camino recto, sin caer en los flagelos de la sociedad consumista que tenemos hoy.
Detectar los grupos que requieren más atención y presencia del estado, ahí se debe trabajar decididamente, el abandono y marginalidad son caldo de cultivo que abre las puertas para la delincuencia, es un círculo vicioso que se debe romper, la educación pública debe ser un referente de apoyo, reconocer a los docentes que han visto como los niños y niñas han ido cambiando con los años, la educación es pilar que se debe valorar, abre mentes desde la primera infancia, enseñar que el camino fácil es corto, que se valora el trabajo bien hecho, pero de la mano debemos ofrecer oportunidad y no dejarlo solo en el papel bien escrito.
Es primordial que este tema sea afrontado por todos, sin discriminar por sexo, religión etc. como una mesa donde se pueda pensar en el bien común y no un lugar para competir los unos contra los otros.
Acá el bien mayor son los ciudadanos, debemos invertir en lo importante, apoyar a la infancia, a los jóvenes y a quienes están en riesgo es un compromiso, desde la salud mental hasta contar con una ciudad justa, segura y con oportunidades.