Oh I'm just counting

Querido Cristián Warnken ¿Que es lo que en realidad ha muerto?, Por Jorge Orellana, ingeniero y escritor

Con cariño de discípulo, escribo, en respuesta a tu columna de este jueves en El Mercurio, las reflexiones que ella me ha despertado.

El día de las elecciones, fuimos sorprendidos por un resultado inesperado por lo abrumador. El pueblo, la ciudadanía, el electorado, como prefieras llamarlo, se pronunció en la dirección que en el último tiempo lo había venido haciendo el mundo, y en especial nuestra América toda, girando hacia la derecha.  

Aunque comparto tus juicios en cuanto a la reacción por el hecho, de determinadas autoridades, no es extraño constatar que la arrogancia no es patrimonio de algún grupo social o político, anida en al alma de todos los hombres y surge agobiante en determinadas circunstancias. Aquello sin embargo dista de ser una desgracia, pues forma parte del legado que acompaña el acto de nacer, y al igual que el resto de nuestros defectos, nos permite redimirnos, cuando somos capaces de vencerlos en nuestro áspero camino hacia la superación. Las horas, infalible antídoto para reconsiderar nuestras faltas, ha empezado a operar, y la ministra… ha reconocido la derrota, y… el diputado, de tenebrosa mirada y cuidada barba oscura, ha insinuado un leve gesto de nobleza y tiene la facultad para alcanzarla en su totalidad, si vence su resentimiento y reconoce que para un demócrata, la atronadora voz del pueblo no se equivoca jamás.   

Reclamas por la soledad del candidato derrotado, ¿Es esa la suerte del perdedor?

Rememoras la soledad en La Moneda del malogrado Presidente. ¡Difiero de ti!  Allende nunca ha estado solo, y la consecuencia de su acto final lo elevó a la trascendencia, y aunque hubo pocos con él ese día, su gesto le ha permitido ver crecer a sus acompañantes con el tiempo. ¡Nunca estuvo solo!

Quienes abandonaron al candidato perdedor el domingo, deben saber que la inconsecuencia castiga siempre al político con la soledad.

Tú, que estuviste al lado del candidato. ¿No osaste decirle aquello que se leía en su mirada y se desprendía de su actitud? : ¡Que esa no era la aventura que generaba su entusiasmo o que le hacía feliz! Y que él estaba ahí solo porque un grupo, en su afiebrada ansia de perpetuarse en el poder, lo instó a postular porque el resultado de una encuesta lo daba por ganador. En cambio el otro, aquel con más años, que posee vigor y sus ojos cuentan aún con el inequívoco brillo de la victoria, fue desechado, porque sus detractores argumentaron que su proyecto estaba infestado de las ideas de derecha, que finalmente representaron mejor la expresión de la ciudadanía. ¡Vaya paradoja!

¡La izquierda no ha muerto! Y… ¡No debe morir! Porque los padecimientos que subsisten. Porque mientras haya débiles y desamparados la voz de la izquierda debe continuar rugiendo moderadora. Porque la lucha por derrotar la injusticia - aunque sea una utopía en la relación entre los hombres – debe perpetuarse. Porque la flama de la sensibilidad que inspiró su nacimiento debe seguir alentando el ideal del hombre. Porque su esencia permanece, para inspirar el camino de los pueblos. Curiosamente, y en buena hora, la derecha ha sabido acunar ese ideario.

Comparto contigo la idea de que la izquierda necesita renovarse, y eso implica cambiar los oscuros procedimientos que han adoptado sus líderes y aunque suene fuerte, adoptar ciertas ideas de derecha, que interpretan mejor la naturaleza de la feble condición humana, y que son las que con todas sus virtudes y miserias, sustentan hoy el progresismo.