El hecho se habría dado en el San Diego Zoo Wildlife Alliance, en el que se realizaba un estudio genético que les ayudara a determinar el parentesco entre los polluelos y sus padres, una práctica que se lleva haciendo desde los años 80, cuando se realizaron los primeros esfuerzos por prevenir la extinción de la especie.
Mientras realizaban la prueba se dieron cuenta de que dos de los hijos tenían correspondencia genética con las madres, pero con ninguno de los machos con los que ellas se habían apareado, ni siquiera con los que tenían cerca.
Se repitieron las pruebas para descartar posibles fallos en el procedimiento, pero en cada uno de ellos el resultado fue siempre el mismo, la concordancia genética era con su respectiva madre, es decir, habían nacido por partenogénesis, de forma asexual. Esta sería la primera vez que se registra algo así en aves.
Sin embargo, partenogénesis no es algo tan extraño como podría pensarse en un primer momento. Existen dos tipos: la obligada, que se da en varias especies animales, especialmente reptiles, en las que la reproducción prescinde de los machos por completo.
Mientras que la facultativa, que corresponde a este caso, se puede dar por alteraciones, anomalías que están por identificarse. Esto se sabe porque ambas tuvieron crías con antelación por métodos tradicionales, una tuvo antes otros 11 polluelos y la otra 23.
¿Son los humanos la causa de la evolución animal?
Al ser anomalías, la biología tiene mecanismos para evitar que eso ocurra, por eso se identificó que ambos especímenes eran de un tamaño menor al que deberían tener normalmente y murieron de forma prematura, sobre todo si se tiene en cuenta que un cóndor californiano tiene una esperanza de vida de 60 años en cautiverio aproximadamente.
El primero de estos polluelos falleció antes de cumplir dos años y el otro vivió casi hasta cumplir casi ocho años.
Aunque hay sospecha que esta parteogénesis puede estar relacionada con un tema evolutivo, como respuesta al peligro de extinción, la mayoría de los expertos concuerdan en que son más probablemente anomalías genéticas y que es poco probable que aporten a diezmar la escasez de especímenes, por la poca diversidad genética que presentan.