Oh I'm just counting

Responsabilidad fiscal: un desafío país con visión y coraje. Por Ricardo Rincón González, Abogado



El reciente informe del Consejo Fiscal Autónomo (CFA) ha sido categórico: las finanzas públicas están bajo presión, y el próximo Gobierno heredará una caja fiscal estresada, con escaso margen para nuevos compromisos.

La advertencia no es nueva, pero sí urgente. Chile necesita recuperar su cultura de responsabilidad fiscal no como una regla tecnocrática, sino como un principio político fundamental para el desarrollo.

La lección es clara: no se puede seguir legislando a punta de buenas intenciones sin capacidad de financiamiento real. Por ello, la primera tarea ineludible es ajustar las reformas —especialmente la de pensiones— y los programas sociales nuevos y heredados (de los gobiernos de Bachelet, Piñera y Boric) a la real capacidad de gasto del país.

No basta con aprobar derechos si no existen recursos permanentes, no contingentes, para sostenerlos sin
comprometer la estabilidad fiscal. De lo contrario, se convierten en promesas incumplibles o en deudas encubiertas que terminarán pagando las actuales y las futuras generaciones, lo pero postergando el desarrollo del país indefinidamente.

Pero el ajuste no puede ser solo recorte. También es hora de mirar con audacia nuevas fuentes de ingreso para Chile. Y en lugar de insistir con fórmulas que castigan la inversión o la formalidad, es momento de abrirse a industrias
globales como el juego online, con regulaciones claras, incentivos tributarios inteligentes y el apoyo decidido del Estado.

El mercado del juego digital global es decenas de veces mayor que el mercado del juego físico chileno y ya opera
—aunque en la sombra— con cientos de millones de usuarios. Regularlo es recaudar, fiscalizar, profesionalizar y proteger nuestros recursos y a nuestros niños, pues en la no regulación no existe posibilidad alguna de control.

A ello se suman otras industrias estratégicas aún dormidas: desde la exportación de servicios digitales y tecnológicos hasta los instrumentos financieros modernos, como las licencias de operadores de activos virtuales, pasando por la potencial expansión del turismo de salud o el fortalecimiento de zonas francas.

El fortalecimiento de la inversión en ciencia no puede ver el guarismo del 1% (hoy no alcanzamos el 0,4%) como una meta de discursos reiterados de candidatos presidenciales que, por lo mismo, ya nadie cree. Debe ser
alcanzada sí o sí por el próximo Gobierno sea del signo que sea, pues sólo ese desafío se estima aportaría más de 80 mil nuevos puestos de trabajo de alta calificación e ingreso familiar. Que decir de la riqueza país que se generaría en
conocimiento, ingresos fiscales, autonomía y nuevos negocios.

La responsabilidad fiscal debe dejar de ser una bandera exclusiva de los técnicos del presupuesto y convertirse en un pacto político de Estado. Un pacto que combine equilibrio macroeconómico con visión de crecimiento, rigor en el
gasto con incentivos a la inversión, y realismo fiscal con audacia estratégica.

Chile no está en crisis, pero sí en la frontera de una decisión estructural: seguir acumulando gasto sin respaldo o reconstruir su capacidad financiera desde la seriedad y la inteligencia. El país necesita líderes que entiendan que gobernar
no es solo prometer, sino ordenar, priorizar y generar. Y hacerlo pronto, pues el tiempo se nos está terminando.