Hoy es tiempo de observar el país al desnudo, reconociendo los aciertos y avances, pero también realizando una autocrítica respecto a la desigualdad que permanece y que, frente a una situación extrema y dolorosa que están viviendo muchos hogares, se hace evidente.
La pobreza no es un fenómeno aislado, su peligro es pasar de ser una situación circunstancial a un estado permanente, y eso es justamente lo que sale a la luz en estos momentos donde Chile alcanza altos índices de contagio en el mundo y una alta tasa de mortalidad a causa de la pandemia del COVID 19. La pobreza no son sólo cifras, tiene rostros, son familias, hombres, niños y niñas, adultos mayores, jóvenes, pueblos originarios y mujeres, mujeres que constituyen por sí mismas una población que cruza todos los estratos sociales, presente en todos los tramos de edad y que ha quedado marginada e invisibilizada en las acciones que se necesitan de manera urgente.
Durante años hemos promovido el crecimiento, un crecimiento que a ratos parecía inhumano porque no lograba impactar en el desarrollo de una vida digna y feliz para todas las personas. No eran suficientes los esfuerzos de las Políticas Públicas, quizás mediados por la necesidad de mostrar resultados inmediatos en lo fugaz de períodos presidenciales cortos y, por qué no decirlo, también mezquinos en los cálculos, y constituidos por colectividades políticas más preocupadas de cortar un pedazo de la torta, que de construir, constituir y consolidar un proyecto que permitiera
avanzar, sin interrupciones, en las transformaciones sociales que Chile necesita y que la ciudadanía reclama con urgencia.
Carecemos de un Proyecto País con sentido de continuidad para potenciar los derechos de las personas por sobre la libertad de la economía, y a ratos parece desilusionante como algunos, derrochando soberbia, pretenden construir sin reconocer lo pasado, profundizando las divisiones y cavando tumbas para enfrentar unidos un sistema neoliberal que nos tiene en la más absoluta indefensión a todos aquellos que no pertenecemos a las élites o a los grandes grupos económicos de este país, y que se han dedicado a reproducir y acumular riqueza y Poder, sólo en algunas
manos.
De esta realidad, muy a pesar de nuestros principios e ideales, nuestro Partido no se escapa. Un escenario común en todos los Partidos Políticos, grandes y pequeños, tradicionales y nuevos, podemos preguntarnos entonces cuál es el origen de esta falla, ¿es quizás que nosotros, como instrumentos para servir, hemos sucumbido a los privilegios y dejado de lado lo que nos inspira para estar en Política?. No es la Política en sí misma la que pierde la mágica virtud de ser un canal de acción para servir al país sino quienes somos un instrumento para servir al país a través de ella.
Aun así, y a pesar de todo, podemos revolucionar nuestra acción en la esperanza y, gracias a la inflexión de la naturaleza, abrir una ventana para que ingresen nuevos aires y de una vez levantemos la alfombra para limpiar todo aquello que en cifras voluptuosas no se ve. Es una tarea inmensa, un desafío de largo aliento en años que se espera un período muy duro para chilenos y chilenas, una economía que tardará en recuperarse, pero un tejido social que se renueva y dará paso a otras prioridades, aquellas que teníamos olvidadas, a la vida en comunidad, a la de sabernos y sentirnos parte de un todo, la oportunidad para reconstruir el sentido solidario de la Política con su objetivo intrínseco de la Justicia Social. Hoy la tarea no es avanzar sin transar, ni tampoco es avanzar en la medida de lo posible, es un imperativo avanzar hacia lo que hace poco veíamos quizás como imposible.
¿Debimos esperar que nuestros adultos mayores murieran desprotegidos por una pandemia para bajar los costos del transporte público?, ¿debimos enfrentar la necesidad inminente de un acceso universal y gratuito a internet para que nuestros jóvenes, niños y niñas puedan avanzar en sus estudios, independiente de dónde provengan o en qué lugar este ubicado su hogar?. ¿Debemos esperar que el COVID 19 nos arrebate la vida de recién nacidos/as y de sus madres para que seamos capaces de exigir una ley que extienda el post-natal en situación de emergencia?, ¿debemos continuar ciñéndonos a una Constitución que ampara el derecho de la libre competencia, pero no garantiza los derechos básicos de las personas?, ¿debemos acogernos a la buena voluntad del empresariado para que a los hogares más vulnerables no les corten sus servicios básicos?.
Esas interrogantes y muchas más surgen en el Chile de hoy, un Chile que no son las élites, que no son quienes se han sentado en la silla musical del poder, y que antes de esta pandemia al parecer no lograron entender que ese Chile que gritó en Octubre del 2019 es el Chile que vive en el día a día la injusticia de morir sin acceso a salud digna y oportuna, es el Chile que no se educa con calidad por la desigualdad social, es el Chile que tenemos el deber de cambiar con la conciencia de un equilibrio para hacer que nuestro país viva en condiciones dignas, la conciencia de no compararnos con nuestros vecinos por el mero hecho de cifras macroeconómicas satisfactorias en el papel, sino por altas tasas de bienestar, de felicidad, de vida plena, un Chile de cambios estructurales para las nuevas generaciones.
No podemos permanecer entre los países de la OCDE mientras la salud, la educación y la vivienda mantenga los actuales índices de segregación y calidad, empeorados por la situación multidimensional de emergencia donde los territorios periféricos se transforman en guetos y los centrales únicos polos de desarrollo, no podemos ni debemos mirarnos al ombligo, sin mirarnos al espejo y enfrentar nuestra realidad más allá de la pandemia, una realidad colectiva que no precisa de reduccionismo y sólo medidas cortoplacistas pensadas para las grandes ciudades, olvidando las regiones y los territorios rurales, ese Chile extenso y diverso.
Necesitamos ir más allá, necesitamos generar un Nuevo Pacto Democrático de Oposición unida que nos permita enfrentar el neoliberalismo juntos, más allá de las diferencias que con todo derecho podemos expresar, pero sin olvidar que de lo contrario no sólo estaremos ad portas de entregar Gobiernos locales, y luego el Gobierno central, a una derecha que se viste con ropajes de solidaridad, mientras pregona la necesidad de reducir el Estado, mientras no da crédito a las necesidades de una clase media que hoy está en la pobreza, mientras no da tregua a su énfasis desmedido e irresponsable por reabrir la economía a costa de vidas. Vamos hacia la aprobación de una nueva Constitución, pero necesitamos activar ahora un Pacto Político, que no sólo se quede en los resultados sino que piense el futuro y materialice la necesidad imperiosa de un Proyecto País.
Revitalicemos la esperanza en Chile que el neoliberalismo no puede triunfar en un mundo frágil y desprotegido como en el que nos encontramos hoy, no queda espacio en este momento para experimentar en la desunión apuestas que a la larga nos llevarán a perder nuevamente el Poder para retomar la senda de un Chile realmente justo para todos, especialmente para todas aquellas familias que están sufriendo cesantía, cese de sus pagos básicos, enfermedad, desamparo, hambre, a ellos nos debemos, por ellos la Oposición no puede enfrentar la realidad política cada uno en un camino propio.
Periodistas de Investigación, el Colegio Médico, Centros de Estudios y ONGs, han actuado para transparentar la información, el Congreso ha intentado ir proponiendo legislación y mejorar proyectos del Ejecutivo, en una labor lenta y burocrática, muchas veces incomprendida por la sociedad, y los Partidos Políticos están al menos comenzando a retomar el rol de exigir y buscar fórmulas para abordar la situación con respuestas de un Estado fuerte, pero aún no es suficiente, aún Congreso y Partidos Políticos están al debe frente a la realidad de las ollas comunes y las altas cifras de cesantía, frente al retroceso de los pequeños avances de género que tienen a las mujeres no sólo desempleadas en gran cantidad sino relegadas en los hogares y a cargo en su gran mayoría del cuidado de otros, fracturando su autonomía económica y dejándolas aún más vulnerables frente a la violencia, urge la puesta en marcha de una agenda país con enfoque de género.
Por favor entendamos todos/as, cada uno de nosotros/as que aportar al bienestar no sólo puede quedar en estas líneas sino en el actuar cotidiano de nuestros entornos más próximos, fortalecer nuestra participación en las organizaciones locales, generar canales de comunicación activos en nuestros barrios, establecer la horizontalidad como eje del Poder para escuchar y llevar a cabo lo que necesitamos para salir adelante, revitalizar la confianza en las instituciones y revindicar la Política, pero para eso requerimos la urgencia de ver a los Partidos Políticos de Oposición pensar en un Proyecto Democrático que permita levantar a Chile de esta gran depresión multidimensional y salir de esto como un mejor país, con mejores condiciones para sus ciudadanos/as, sin maquillaje ni parches.
En un escenario internacional colmado de incertidumbres, brindemos certezas que otro Chile es posible, un Chile de verdad y no plagado de cifras que detentan un falso bienestar.