Oh I'm just counting

Un sindicato naciente y las nuevas relaciones laborales. Por Roberto Espinoza, presidente Sindicato Sonacol

Somos un sindicato recién nacido. Todavía no cumplimos 6 meses de vida y lo que hemos aprendido hasta ahora ha sido un curso fast-track sobre cómo colisiona el mundo moderno con las visiones distintas respecto de las organizaciones laborales. Queremos compartir algunas de estas reflexiones para aportar al debate en el marco sobre los desafíos de la acción colectiva en el contexto actual.
 
Somos un grupo de profesionales y administrativos que trabajamos para la Sociedad Nacional de Oleoductos (SONACOL), una empresa poco conocida, sin embargo, fundamental para el funcionamiento de la actividad económica de la Región Metropolitana: a través de nuestros oleoductos se transporta el 97% del combustible líquido consumido en la RM. Ese rol nos convierte en empresa estratégica y, como tal, parte del derecho laboral se ve limitado, en particular el derecho a la paralización de funciones en caso de no llegar a acuerdo durante una negociación colectiva.
 
Pero ese no es el primer o más importante escollo… el mayor muro es cultural: este sindicato surge a partir de una visión no ideologizada de las relaciones laborales o la lucha de clases, imaginamos el sindicato como un mecanismo de representación organizada de la voz de los trabajadores ante la administración. Sin embargo, nos enfrentamos a la resistencia cultural de las administraciones que miran a las organizaciones laborales como instrumentos políticos o como meras “aspiradoras” de recursos. En algunos casos, las jefaturas toman la afiliación a la organización incluso como una “traición”. En ese caso, el sindicato sería una especie de enemigo de la empresa.
 
Por otro lado, también está la barrera entre los colegas que erróneamente pueden pensar que el sindicato es la organización de los obreros o trabajadores menos calificados de las empresas. Hay trabajadores que señalan: “no, no me puedo sindicalizar, porque soy personal de confianza”. Ese es un error muy común entre sectores calificados, que tiende a debilitar el accionar colectivo, porque pone en el centro de la organización sindical un sesgo de clase con énfasis asistencial.
 
A nuestro juicio el sindicato tiene que estar equidistante de ser un instrumento de política, por un lado, y de actuar como un mero comité organizador de celebraciones, cajas navideñas o ayudas asistenciales, por otro.
 
Nacimos con la convicción de tener un rol como articulador de la acción colectiva puesta al servicio de un diálogo institucional. Es decir, ser capaces de agregar demandas de los trabajadores individuales y transformarlas en mecanismos institucionalizados de normalización y regulación de relaciones laborales siempre desiguales. Una especie de equilibrio de poderes (check and balance) a escala empresarial que garantice derechos, promueva intercambios francos y reduzca la discrecionalidad en la toma de decisiones.
 
Se trata, en última instancia, de apoyar para que la organización funcione eficazmente y,al mismo tiempo, garantice un equilibrio y control interno de las acciones.
 
Las empresas, o cualquier actor con poder de decisión, en principio no está abierto a ceder parte de esa autonomía, pero estamos convencidos que la potestad de la administración tiene que aggionarse para reflejar las nuevas demandas no solo de los clientes sino también de los trabajadores.
 
Sabemos que la relación laboral va mucho más allá del mero intercambio horas de trabajo versus remuneración y, por lo mismo, los contratos colectivos no deben versar exclusivamente sobre bonos.
 
Nuestras aspiraciones son, en lo medular, normativas: la empresa moderna tiene que actualizarse a los desafíos de una sociedad más demandante y por ello requiere alcanzar nuevos umbrales de transparencia y claridad en todos los aspectos de la relación laboral, que van desde la oportuna comunicación respecto de las metodologías de incrementos de remuneraciones o asignación y distribución de fondos para capacitación.
 
En cualquier tipo de relación, la falta de información es nefasta para la construcción de confianza. Entendemos que los problemas casi nunca son por mala fe sino por mala comunicación. Y, como sabemos, los seres humanos nos hemos acostumbrado crear interpretaciones cuando las respuestas no son claras. Posverdad se llama hoy a lo que antes denominábamos: el “comidillo” de pasillo o “el tejido”.
 
En ese marco, los sindicatos y, en particular, los contratos colectivos, vienen a contribuir a fortalecer las relaciones al interior de las empresas desde un plano institucional y de acción colectiva. Ello permite: construir pisos mínimos, reducir discrecionalidad, establecer parámetros y bordes a la relación laboral que está sujeta a multiplicidad de presiones debido a los cambios, tecnológicos, regulatorios, industriales o las demandas de los stakeholders.
 
Las empresas, los sindicatos con experiencia y las nuevas organizaciones como la nuestra, debemos buscar mecanismos de fortalecimiento de la relación laboral para que la fuerza del poder colectivo se exprese en una relación más horizontal con las empresas y con ello fortalecer las herramientas que tienen los sindicatos para negociar, profundizar el diálogo y consolidar relaciones laborales más francas y maduras.