Un equipo del Consorcio Marino de la Universidad de Luisiana (EE.UU.) liderado por Craig McClain y Clifton Nunnally colocó tres caimanes muertos de entre 2 y 2,5 metros en diferentes lugares del golfo de México para estudiar cómo el material de entornos terrestres enriquece las redes alimenticias en los entornos oceánicos.
El experimento fue grabado en video en febrero por un vehículo operado por control remoto a una profundidad de 2.000 metros. La grabación mostró que unos gigantes isópodos de aguas profundas no tardaron en detectar los cuerpos de los reptiles que les podían servir de alimento. Estos crustáceos, del tamaño de un balón de fútbol, llegaron menos de 24 horas después de que los caimanes fueran colocados en el fondo marino y, usando sus poderosas mandíbulas, desgarraron la dura piel del reptil y engulleron su carne hasta que apenas podían moverse.
Los isópodos tienen una capacidad enorme para almacenar la energía acumulada, por lo que, después de una comida como esta, no tendrán que alimentarse durante meses o incluso años.
Se trata de la primera vez que los científicos utilizan este método para "examinar el papel de los caimanes en la biodiversidad y el ciclo del carbono en los océanos profundos", explicó McClain en el portal Deep Sea News.
Los experimentos con caimanes pueden ayudar a estudiar las redes alimenticias del pasado, ya que estos animales son aproximaciones cercanas de los grandes reptiles marinos que vivieron hace millones de años, como los ictiosaurios, mosasaurios y plesiosaurios.