El papa Francisco y el máximo clérigo chií de Irak dieron el sábado un poderoso mensaje de coexistencia pacífica, instando a los musulmanes de la nación árabe cansada de la guerra a abrazar a la asediada minoría cristiana durante una reunión histórica en la ciudad santa de Nayaf.
El gran ayatolá Ali al-Sistani dijo que las autoridades religiosas deben proteger a los cristianos de Irak y que los cristianos deben vivir en paz y disfrutar de los mismos derechos que los demás iraquíes. El Vaticano dijo que Francisco agradeció a al-Sistani por haber “alzado la voz en defensa de los más débiles y perseguidos” durante algunos de los momentos más violentos de la historia reciente de Irak.
Al-Sistani, de 90 años, es uno de los clérigos más importantes del Islam chií y sus escasas pero poderosas intervenciones políticas han ayudado a dar forma al Irak actual. Es una figura profundamente venerada en Irak, un país de mayoría chií, y los chiíes de todo el mundo buscan sus opiniones sobre cuestiones religiosas y de otro tipo.
La histórica reunión en la humilde casa de al-Sistani tardó meses en prepararse, con cada detalle minuciosamente analizado y negociado entre la oficina del ayatolá y el Vaticano. La visita se emitió en vivo en la televisión iraquí, y los residentes aplaudieron el encuentro entre los dos respetados líderes espirituales.
Saludos a fieles católicos
En un comunicado de la oficina de al-Sistani tras el encuentro, el clérigo deseó felicidad tanto a Francisco como a los fieles de la Iglesia católica y le dio las gracias por tomarse la molestia de visitarlo en Najaf.
Momentos antes el sábado, el pontífice de 84 años llegó en un Mercedes-Benz a prueba de balas a la calle Rasool de Najaf, estrecha y bordeada de columnas y que culmina en el santuario Imam Ali, de cúpula dorada, uno de los lugares más venerados en el islam chií. Luego caminó los pocos metros (yardas) hasta la casa de al-Sistani, que el clérigo ha alquilado durante décadas.
Un grupo de iraquíes vestidos con ropas tradicionales lo recibió afuera. Cuando Francisco entró por la puerta, portando mascarilla, se liberaron algunas palomas blancas en señal de paz. Salió poco menos de una hora después, todavía cojeando por un aparente brote de dolor en el nervio ciático que le dificultaba caminar.
La reunión duró un total de 40 minutos y fue “muy positiva”, dijo un funcionario religioso en Nayaf, quien habló bajo condición de anonimato porque no estaba autorizado a hablar con los medios.
El Papa viajó más tarde a la antigua ciudad de Ur para una reunión interreligiosa. Según la tradición, Ur es el lugar donde nació Abraham, el patriarca bíblico venerado por cristianos, musulmanes y judíos.
“Desde este lugar, donde nació la fe, de la tierra de nuestro padre Abraham, afirmemos que Dios es misericordioso y que la mayor blasfemia es profanar su nombre odiando a nuestros hermanos y hermanas”, dijo Francisco. “La hostilidad, el extremismo y la violencia no nacen de un corazón religioso: son traiciones a la religión”.
Los líderes religiosos se pusieron de pie para saludarlo. Francisco usaba mascarilla, pero pocos de los demás líderes en las tiendas de campaña lo hicieron. La reunión se llevó a cabo a la sombra del magnífico zigurat de Ur, el complejo arqueológico de 6.000 años de antigüedad cerca de la moderna ciudad de Nasiriyah.
El Vaticano dijo que los judíos iraquíes fueron invitados al evento y que no asistieron, sin proporcionar más detalles. La antigua comunidad judía de Irak fue diezmada en el siglo XX por la violencia y la emigración masiva impulsada por el conflicto árabe-israelí, y solo quedan unos pocos.
Francisco llegó a Irak el viernes y se reunió con altos funcionarios del gobierno en la primera visita papal de la historia al país, con la que busca promover su llamado a la fraternidad entre los pueblos. Este es además el primer viaje internacional del pontífice desde el inicio de la pandemia del coronavirus y el encuentro del sábado fue el primero entre un papa y un gran ayatolá.