La mayor reforma impositiva de los últimos 30 años, impulsada por el presidente Donald Trump y aprobada por el Congreso, estuvo precedida por un intenso debate público acerca de quiénes ganan con esta medida.
Con los números a la vista, la primera conclusión que surge es que los sectores de mayores ingresos son los primeros beneficiados con el nuevo Código Fiscal.
La legislación anterior establecía un rango de impuestos corporativos que iba del 15 al 35%. Con la nueva normativa, la tasa se unifica en el 21%.
En similar sentido se introdujeron modificaciones a las tasas que gravan la renta personal, reduciendo el máximo que se pagaba del 39,6% al 37% y desde allí caen gradualmente los porcentajes. Esto se aplica para ingresos anuales superiores a US$500.000 para individuos y de US$600.000 para parejas.
La Comisión Conjunta sobre Impuestos del Congreso estima que sólo el 1% de los hogares tiene ingresos superiores a US$500.000.
Los críticos del proyecto ubican al propio presidente y sus familiares entre los beneficiarios de esta cláusula, ya que pagarán menos impuestos por los ingresos personales obtenidos a través de participaciones en diversas empresas.
La nueva legislación crea asimismo deducciones para los dueños de participaciones societarias, la estructura favorita de los hombres de negocios en EE.UU.; entre ellos, la familia Trump.
Los propietarios de esas participaciones pagan impuestos en concepto de ganancias personales. Bajo el nuevo esquema, los hogares pueden deducir hasta un 20% cuando los ingresos no exceden los US$315.000 al año. Superado ese monto, el beneficio es más limitado pero igual subsiste.