Oh I'm just counting

De estudiantes a “clientes”: la forma en que las universidades miran a sus posibles alumnos

Este lunes se dieron a conocer los puntajes de la PSU, y sin duda fue el tema del día no solo en los medios de comunicación, sino también en redes sociales en que muchos daban a conocer lo felices que estaban con el resultado, aunque también aquellos que no les fue muy bien.

Sin embargo, dentro de todos los comentarios, estaba la publicidad. Esa en que llama a los estudiantes a postular en sus establecimientos, ofreciéndoles de todo tipo de ofertas. Y no es para menos, sabiendo que fueron más de 300 mil los que la rindieron.

Y es precisamente este tema, uno de los que más se ignora en la comunidad de la educación superior. Los estudiantes pasan a ser “clientes”  un término que hemos tomado prestado del mundo corporativo y que se le ha puesto como etiqueta a los alumnos que solicitan a la universidad, a sus familias e incluso a quienes ya están matriculados. Destacando sin duda que el lenguaje del consumismo se ha apoderado del ámbito educativo.

Los invalidualizan 

Cuando nos enfrentamos con esta polémica a favor de un cambio relativamente nuevo en el léxico, por muy bien intencionado que este parezca, deberíamos considerarlo como un punto crítico de discusión. El término “cliente” invalida la dignidad y la verdadera esencia de los roles que cada persona tiene en la comunidad educativa: educador, consultor, administrador, padres y estudiantes por igual.

Es menester, para la integridad de toda la comunidad, que no aceptemos pasivamente el uso de la palabra “cliente”, en su lugar debemos oponernos activamente a este mal uso del lenguaje y restaurar las palabras “estudiante” y “familia” en nuestro vocabulario.

El uso de la palabra “cliente” al referirnos a los estudiantes y sus familias entró en boga durante la década de 1990. La razón general era que, dado a que los estudiantes y sus familias están pagando por la educación, directa o indirectamente a través de impuestos, o ambos, se convierten en clientes. Por lo tanto, coloca a los educadores y a los administradores como proveedores. 

En este marco, la educación se convierte en una simple ecuación de mercadeo. Se reproduce exactamente un modelo de negocio en el que la satisfacción del comprador o “cliente” es la clave”.

Quienes están a favor de este modelo consumista argumentan que es exactamente la forma como debe ser, que la educación requiere cualquier forma de pago o de colegiatura; pues consideran que los estudiantes están adquiriendo conocimientos, habilidades y finalmente, grados u otras acreditaciones por parte de los proveedores, es decir, de los educadores y las instituciones a las cuales están afiliados. Por lo tanto, el éxito de esta transacción se puede determinar evaluando la satisfacción del adquirente, es decir, comprador o cliente.

Sin duda algo que hay que cambiar a la brevedad.