Oh I'm just counting

El nosotros como búsqueda de lo común y no de la imposición. Por Oscar Osorio Valenzuela Sociólogo

Una de las tantas razones de la derrota que la derecha nos propinó, en la última elección presidencial, fue justamente el tema de la carencia de un “nosotros”. Nunca fuimos capaces, como coalición de gobierno, establecer un “nosotros” creíble, real, fluido. Se notaba, por el contrario, la fragmentación, la singularidad. En efecto, la Nueva mayoría, ya en la mitad del periodo, era prácticamente una fragmentación.
 
Y si en algún momento, sobre todo durante la segunda vuelta de la elección presidencial, hubo cierto atisbo de “un nosotros”, éste fue insuficiente para convencer no sólo al electorado en general, sino que fundamentalmente a nuestro votante histórico. Lo que hubo, por lo general, fue un ejercicio de imposición de diversas singularidades sobre otras. Es decir, o se asumen “mis” códigos o quedan fuera. Entonces, finalmente, tuvimos varios ellos, muchos otros, y un sinnúmero de Uds., pero nunca un nosotros claro, compacto y articulado. 
 
 Es cierto, durante mucho tiempo, este hacer común se confundió con cierta homogeneización de las conductas de los partidos políticos. Sobre todo, en aras de los desafíos de la gobernabilidad, de una democracia cautiva y amarrada, tanto por el sistema binominal como por presencia latente del poder militar. De esta manera, durante los gobiernos de la Concertación, las diversas miradas, incluidas las críticas al devenir del modelo de transición, fueron subsumidas por ese pacto de gobernabilidad, pero acallando su singularidad.  No hubo (más que en el discurso) unidad en la diversidad, sino imposición de un estilo y mirada de conducir el gobierno o los gobiernos bajo la lógica que era imposible generar cambios que permitieran transitar hacia una sociedad más amable y menos desigual.
 
Por el contrario, la lógica de una gobernabilidad basada en los grandes acuerdos, más parecía un convencimiento abierto o a lo menos tácito, de las elites de nuestros partidos con el modelo económico. A poco andar, las singularidades, es decir las miradas propias, ante la inexistencia de lo común, fueron copando los espacios, privilegiando las diferencias más que las coincidencias.  Y la existencia de la Nueva Mayoría, entendida en algún momento como un lugar o espacio de intersecciones, fue paulatinamente transformándose en diferentes identidades. Y nuestro partido y fundamentalmente su conducción, fue muy responsable en que esto ocurriera. 
 
Traigo a colación esta hecho, a propósito que la bancada de diputados del partido aprobó la idea de legislar el proyecto de reforma tributaria del ejecutivo. Esta decisión surge justamente días después que la oposición fragmentada y singularizada, durante todo lo que va desde este gobierno, se había puesto de acuerdo respecto a su actuación futura enfrentada a reformas y proyectos de ley relevantes para la ciudadanía.
 
A saber: Reforma tributaria, de seguridad social (AFP), de salud (ISAPRES), de educación pública (y el mito de la libertad de elegir) y de seguridad ciudadana (control preventivo a niños de hasta 14 años). Es decir, hubo cierta disposición para construir mínimos comunes. Por cierto, la directiva del partido con su decisión, cubrió de tierra dicho documento y sobre todo la disponibilidad y voluntad política para llegar a esos mínimos comunes.
  
La directiva y los asesores (algunos de ellos en las sombras) han insistido que tal decisión se funda en el hecho de ir configurando nuestra identidad como oposición constructiva, que dialoga, que es capaz de asumir costos por el bien del país, que no es intransigente y que no está dispuesta (como sí lo ha manifestado el o los polos de la oposición de izquierda) a “negarle la sal y el agua” al gobierno. El problema, en todo caso, no es la discusión acerca de la identidad del partido, ni el tipo de oposición que debemos construir, sino que, de nuevo, sin hacer una mínima crítica seria y prolija acerca de las causas de la derrota de las elecciones presidenciales, que significó para el partido finalmente la pérdida no sólo de entre 8 a 12 diputados, sino que fundamentalmente, la perdida de presencia y protagonismo electoral, volvemos a transitar por la ruta del camino propio. 
 
Y lo anterior en un momento, donde a pesar de la inexistencia de una oposición clara y coherente, el gobierno, por sus errores, por su intransigencia neoliberal, y por las expectativas no cumplidas, estando en el peor momento de su evaluación política, el partido le tiende un puente de plata para salir del atolladero. Por supuesto que la intelectualidad de la derecha y sobre todo el grupo de asesores en la sombra, han tenido tribuna en los medios para tildar de patriótica la decisión. La apuesta de la directiva, insistimos, es dura y no sabemos si ha habido moneda de cambio.
 
Lo que sí sabemos es que volvemos a transitar por la ruta dela fragmentación; volvemos a la imposición de códigos y a desechar todo intento por generar inclusiones e intersecciones. Más aún cuando no tomamos en cuenta la tremenda y profunda crisis de nuestras instituciones, entre las cuales por supuesta está la de los partidos políticos, que no se hacen cargo de los temas de fondo, pero si están dispuestos para aprovechar algunas coyunturas circunstanciales y quedar “virtualmente” en situaciones de privilegio. 
 
El dilema presentado, falso en mi opinión, entre ser vagón de cola del frente amplio y del partido comunista, o partido bisagra, o de centro liberal como se ha pretendido justificar, esconde un tema de fondo y una discusión no resuelta. Las preguntas más bien tienen que ver con ¿Cuál será nuestra posición ante las demás reformas propuestas por el gobierno? ¿Qué tanto hemos discutido acerca del énfasis neoliberal que ha permeado nuestra sociedad y ha llevado el egoísmo e individualismo a su máxima expresión? Este individualismo, que, en términos de categoría social, se ha trasformado y mutado a individualización.
 
Es decir, aquella situación social en donde los individuos son quienes tienen encargada la misión de hallar, por su propia cuenta y riesgo, soluciones a los problemas producidos justamente por la imposición de un modelo de sociedad que privilegia la desregulación de mercados a todo nivel. Así, la vejez, la enfermedad, el desempleo, la educación, han pasado a ser mediatizados por el mercado. Esto ha conllevado a que se privatizan las incertidumbres de la existencia humana, y el individuo es abandonado a su suerte. Es decir, la precarización, la desigualdad. Esta discusión está pendiente.
 
En razón de lo anterior, malamente podremos convertirnos en un partido bisagra, de centro liberal, ya que, en mi modesta opinión, será imposible buscar espacios de lo común, de lo colaborativo, de intersecciones, con aquellos que privilegian el lucro en la educación; que creen que las AFP y las Isapres como instrumentos para solucionar los problemas de seguridad social y de salud, donde el mercado actúa de manera desregulada. Sino es imposible, es a lo menos confuso. Salvo para aquellos miembros del partido, que se pasaron a la vereda de enfrente. 
 
Se supone que nosotros, los DC, tenemos lo común (que viene de comunidad) en nuestro ADN. Tal como lo conocimos en la vieja teoría de conjuntos escolares, podemos representarnos a lo común como el “conjunto intersección”. Es el lugar del agrupamiento o condensación de las similitudes entre los diferentes, pero iguales. Lo común emerge de las interacciones entre las singularidades que buscan cercanía y, a la inversa, las singularidades emergen por distancia de lo común.
 
La otra mirada, más allá de la totalidad y singularidad, es lo común. Lo común propone diferentes modalidades y grados de conjunción; los vínculos tienen distintas extensiones e intensidades. En lo común no hay subsunción de las partes en relación al todo. Las singularidades no pierden su identidad, sino que están en permanente negociación entre ellas y con los comunes más amplios. Este sí debería ser el trabajo de nuestro partido, con las otras singularidades de la oposición, en la búsqueda de mínimos comunes y del trabajo colaborativo.  
 
Bienvenida la identidad que nos diferencia de los otros. Sin embargo, no podemos caer en la tentación de uniformar a los otros, de homogenizar códigos e imponerlos a las demás singularidades. Nuestro objetivo, junto con fortalecer la diferencia e identidad, es tender puentes de intersección, es establecer mínimos comunes que nos permitan construir una ruta crítica en donde, primeramente y de manera urgente, todas las singularidades del partido se sienten pertenecientes.
 
Este ejercicio, de construir los espacios comunes, nos dejará abierta la posibilidad de invitar a los demás grupos y partidos de la oposición a construir mínimos comunes, desde la diferencia. Es decir, construir mayorías que nos permitan construir un nosotros y que convoque e invite a los chilenos a creer en otra alternativa que no sea el del predominio de la singularidad e individualismo, trasmutado en mercados desregulados.  Es decir, el orden neoliberal.  Oscar Osorio Valenzuela Abril 04 2019