Oh I'm just counting

Momentos difíciles. Por Jaime Hales, abogado

La ansiedad de mantener pequeñas cuotas de poder y seguir figurando, de extremar la presencia en la Cámara de Diputados o en el Senado, motiva a los políticos a colocarse en posiciones expectantes y hacer cualquier cosa. “El poder por el poder”, parece ser el lema de muchos, que están dispuestos a entregar cheques en blanco o a construir alianzas que desmienten toda su trayectoria. 

Me impresiona que políticos que han pertenecido a la Democracia Cristiana, un partido con doctrina, con programas, con propuestas e historia, solamente para ocupar escaños o puestos en los gobiernos, olviden todo ese bagaje y borren con el codo lo que escribieron o lo que otros escribieron antes. Diseminados por el espectro político, algunos se han convertido en hinchas de las mismas posiciones que combatieron.

El diálogo, el reconocimiento de los aportes de otros en la formulación de programas, es una virtud democrática. El pluralismo, la tolerancia, el respeto, la consideración de los otros y el valor de la amistad, es lo que nos puede permitir construir una sociedad en la que sea posible conseguir una sociedad justa, libre y fraterna. 

Ésa es una idea central de la Democracia Cristiana.

Pero de ahí a saltar de felicidad para abrazarse en una candidatura presidencial de quienes apoyaron a Pinochet y su dictadura, defendiendo sus ideas y siendo indiferentes ante las violaciones de los derechos humanos, después de haber sostenido las tesis inspiradas en Maritain, Mounier, Jaime Castillo Velasco y en la trayectoria de los falangistas chilenos y luego de la propia Democracia Cristiana, hay mucho trecho. Haber propuesto para una campaña presidencial la tesis de “La revolución de la dignidad” y terminar en el apoyo a quienes estuvieron en las antípodas ideológicas entonces y no han cambiado sus planteamientos, parece algo exagerado. Haber sido encargado del Congreso Ideológico del PDC y en virtud de ello obtener una diputación con la  tesis del partido, para terminar apoyando a quienes creen en el neoliberalismo, parece un acto ridículo. Hubo quienes – siendo incluso de los fundadores del Partido Amarillo – no pudieron seguir las aguas de ese presidente ex DC y prefirieron apartarse por pudor.

Que Soledad Alvear y algunos otros apoyen a Mayne Nicholls me parece que está en una línea cercana. Porque este candidato se plantea en una propuesta diferente de los derechistas clásicos y nunca estuvo sentado en la mesa de la dictadura ni adhirió a doctrinas que fortalecen los esquemas propiciados por la UDI y su socios. No es revolucionario, pero es un hombre que intenta situarse en una postura de reencuentro. 

Y por otro lado aparecen “los incumbentes de la DC”, es decir diputados y senadores que no quieren abandonar sus cargos. No quieren correr el riesgo de perder y para eso buscaron una alianza que desvirtúa las posiciones de su partido. En una Junta Nacional que podría calificarse de vergonzosa por los procedimientos seguidos y la manera de plantearse, fue derrotada la tesis de levantar un nombre que rescatara las ideas del Partido. Ganaron lo que querían apoyar a Jeannette Jara, aceptando lo que la DC no puede aceptar: la polarización entre la extrema derecha y la extrema izquierda, que es lo que representa la candidata Jara, quien ganó la primaria con un programa que los demócrata cristianos no podemos compartir.

La ambición de poder llevó a Huenchumilla, Aedo y otros, a renunciar a la posibilidad de generar algo distinto de las opciones polares que hoy se ofrecen, sólo para satisfacer sus intereses y ambiciones. 

¿Qué proponíamos los que estábamos por designar a un candidato de la DC en la Junta Nacional? Primero, formular un programa de gobierno basado en la visión doctrinaria, ideológica y política que la Democracia Cristiana tiene frente a los problemas del país, que fueran más allá de la urgencia – sin dejarla de lado – pero significara sembrar ideas para la construcción de una manera distinta de vivir en la sociedad chilena. Esa persona que tomara las ideas del partido, tendría por misión encabezar una propuesta que captara el interés de los votantes, aspirando entrar al balotaje. Segundo, en el caso de no entrar a esa segunda vuelta electoral, tener capacidad de negociación con quienes si lo hubiesen conseguido para, en ese momento y antes de dar el apoyo, generar un programa de gobierno con compromisos claros, ayudando a crear gobernabilidad para el país.

Había personas que podrían haber encabezado esa propuesta, alguien propuso al propio Huenchumilla. Como quienes querían seguir en el Congreso desecharon esa opción, un importante sector de militantes levantó mi nombre, a lo que accedí, convencido de la necesidad de fortalecer la propuesta de ideas que las malas directivas, los errores constantes y la acción de terceros habían dejado en el trastero. 

La Democracia Cristiana tiene muchos militantes y simpatizantes, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, capaces de estructurar programas y equipos para ponerlos al servicio de Chile. 

Sin embargo, la ansiedad de mantener pequeñas cuotas de poder y seguir figurando, los hizo cambiar la posibilidad de generar algo distinto de las opciones polares que hoy se ofrecen, por sus intereses y ambiciones. Prefirieron apoyar a Jara sin condición alguna, “solicitando” puestos en una lista de los partidos del actual gobierno para tratar de conseguir los diputados necesarios para sobrevivir como partido, siendo ellos, los incumbentes, quienes tendrían las mejores posiciones en esa “lista única” (que nunca fue única).

Después de semanas de inscrita la candidatura de Jara, Francisco Huenchumilla declaró su inquietud porque aún no está listo el programa de gobierno de quien ha apoyado con gran entusiasmo tanto personalmente como  por su calidad de presidente interino de la Democracia Cristiana. Ahora declaró que no estaba dispuesto a firmar un “cheque en blanco”, olvidando que dio gozoso el apoyo con la promesa de incluir candidatos y hacer un programa. 

(Es probable que muchos jóvenes de este tiempo no sepan lo que es un “cheque en blanco”. El cheque es una forma de pago cada vez menos usada: se emite un papel con una orden para que el banco pague a determinada persona o al portador del documento una cierta cifra de dinero. Si en los espacios destinados a escribir la cifra no se dice nada, el que tiene el documento lo puede llenar por cualquier cifra. Es parecido a firmar un contrato con espacios en blanco, confiando en que el último que firmará llenará correctamente lo pendiente. Los documentos en blanco son una prueba de confianza: “yo le doy lo que me pide sin más garantía que su palabra”, en la seguridad total de que el receptor hará lo que es correcto.)

Jara no tenía más programa que aquel con el que ganó las primarias (el del PC) al momento de ser apoyada por la Democracia Cristiana. Se inscribió la candidatura con líneas programáticas y aún no tiene programa concreto. 

No puede, ni el presidente del Partido ni los demás incumbentes del PDC y de los otros partidos reclamar a esta altura, porque eso carecería de consecuencias. ¿O le va a quitar el apoyo si no le gusta el programa?

Luego de ganar las primarias, Jara declaró que ese programa – que prácticamente ella desconocía según sus declaraciones – sería rehecho con las ideas de los otros partidos y, sorprendentemente para una militante comunista, se declaró “centro izquierdista” y, la persona a quien ella encargó encabezar la redacción del programa, le asignó el carácter de “social demócrata”.

Esas declaraciones – olvidando lo escrito y otras afirmaciones de la ganadora de esas primarias – bastó para que una mayoría de los delegados a la Junta demócrata cristiana la proclamara como su candidata, desechando la posibilidad de designar a una persona de sus filas.

Más que un cheque en blanco, el PDC le dio un apoyo irrestricto con la sola palabra de la candidata en cuanto a que se redactaría un programa considerando las ideas de los demás partidos.

Jara hizo muchas gestiones, personalmente y por intermediarios, para conseguir el apoyo de la Democracia Cristiana. Para lograrlo estuvo dispuesta a declarar lo que le pidieran, según el auditorio. 

¿Por qué este interés tan grande en capturar a un partido con ideas diferentes y que nunca estuvo en la alianza gobernante?

Justamente porque la estrategia era generar una coalición que no se limitara a captar la adhesión de los partidarios del actual gobierno que, estando agrupados en ocho partidos más algunos independientes, necesitaban uno más para que se pudiera decir que su gobierno no sería continuista ni izquierdista en términos tradicionales. 

De hecho, cada vez que puede la candidata critica a su propio gobierno, del cual fue Ministra, posición que la sacó de los segundos planos. Incluso, siendo ella la campeona de lo que se llama “reforma previsional” (que en la práctica fortalece a las AFP) no cesa de repetir que ella quiere cambiar todo eso de raíz, eliminando las AFP.

Ella necesitaba a la DC para hacer un blanqueo de imagen, en una imagen que recuerda a la de Alemania Oriental, cuando había una alianza de varios partidos, pero todos funcionaban al ritmo del Partido Comunista, entonces eco de Moscú.

Cuando a la Universidad de Harvard, al promediar el siglo XX, la criticaron por no tener en su cuerpo docente a personas de raza negra, designaron a un profesor para decir: “En Harvard hay negros”. La DC sería en este caso el equivalente a esa persona. 

Pese a eso, la candidata Jara en las encuestas no llega siquiera al porcentaje de apoyo que ha tenido en promedio el gobierno de Boric y el entusiasmo de Huenchumilla, Aedo y otros, no ha modificado los porcentajes de adherentes.

Con una confianza digna de mejor causa, la Junta Nacional de la Democracia Cristiana firmó ese cheque en blanco cuando descartó a su eventual candidato y apoyó a Jara. Ahora, cuando ya no es posible modificar la situación, se pone nervioso el senador DC, y pide programa cuanto antes. 

La pregunta que me hago es: ¿Es creíble Jeannette Jara? Ella no conocía el programa con el que la presentó su partido y negó ser partidaria de proposiciones o juicios que estaban por escrito. Niega hoy el carácter democrático de Cuba que hasta hace un par de semanas era parte de su credo.

No tiene claro lo que propone, pues se mueve entre opiniones personales, lo que aprendió en su militancia prolongada, lo que percibe que otros quieren escuchar, lo que le dicen sus consejeros. Incluso algunos de sus voceros hacen declaraciones distintas de las suyas, lo que le permite a ella volver sobre sus propios dichos y reformularlos (Sin ir más lejos, sus declaraciones sobre el reciente discurso de Boric al presentar el proyecto de ley de presupuesto).

Pese a todo ello, el cheque en blanco está allí sobre la mesa, firmado por todos quienes la han levantado como candidata, sin saber qué quiere hacer, qué es lo que de verdad piensa, cuáles son sus límites y propuestas. Con una fe digna de mejores causas, se le dio un apoyo del que tal vez podrían arrepentirse.

Hoy parecen dudar, cuando ya es tarde para volver las cosas al estado anterior en que se encontraban.

¿Será que los incumbentes temen no ganar los cargos para los que quieren ser reelegidos? Porque el 5% o 6% obtenido por la DC en elecciones previas, tal vez no se consiga con facilidad si se considera lo poco que este apoyo ha reportado a su beneficiaria.

Chile merece mejor destino que las opciones polares de la derecha y de la izquierda. Por ahora estamos en este embrollo. El consuelo es que 4 años no son demasiado tiempo y puede ser lo suficiente para que la ciudadanía se organice y genere una propuesta que recoja lo mejor del país y podamos iniciar la construcción de una nueva forma de vivir, que nos lleve a realidades más justas, más sólidas, más eficaces para la vida humana, más armónicas. 

Es probable, ya lo he dicho, que eso suceda y que en cuatro años las alternativas sean mejores.