Oh I'm just counting

Operación Siglo XX: Mucho más que un atentado a Pinochet. Por José Valencia Periodista y Analista

 
Septiembre 7 de 1986 y el sonido ensordecedor de los lanzacohetes Law que impacta la comitiva presidencial irrumpe en la quietud de la tarde de domingo, tiñendo el aire de gris y casi cambiando el curso de la historia de Chile.

El tiranicidio asomaba entre las montañas y el barranco, como la vía más pacífica, directa y definitiva para terminar con el régimen dictatorial que lideraba Augusto Pinochet Ugarte.

Así pensaron los líderes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) cuando decidieron emprender la osada tarea de emboscar la caravana de autos y motocicletas que escoltaban a Pinochet, denominándola Operación Siglo XX.

Luego de meses de preparación en Cuba, un grupo de Rodriguistas regresaba a Chile para implementar la fase final de la acción. Los preparativos consistieron en el reclutamiento de fusileros que no sabrían ni la fecha, ni el objetivo de la operación sino hasta pocos días antes de la ejecución del atentado, cuando ya se encontraban en la casa que arrendaron en El Cajón del Maipo, estratégicamente ubicada a corta distancia del objetivo, las medidas de seguridad dispuestas por el
Partido Comunista y el FPMR para guardar el sigilo del atentado, junto a una serie de acciones de compartimentación, los manteían alertas para continuar con los preparativos desde la clandestinidad.

El llamado a paro nacional del 4 y 5 de septiembre de 1986, sólo días antes de la fecha escogida, encontró suspicacias en algunos partidos de oposición, que ante insistentes rumores de que “algo iba a pasar” culminó con la Democracia Cristiana, el MAPU y el resto de la Alianza Democrática, restándose de una de las jornadas de protesta más masivas y violentas en contra de la dictadura cívico militar.

Los combatientes llegaban hasta la “casa sede” con la ansiedad propia de quien tiene la certeza y la convicción de estar cumpliendo un deber patriótico, pero con la incertidumbre respecto a la magnitud de la tarea que tenían por delante.

Días antes del arribo a la parcela que los cobijaría por un par de semanas, una pareja de frentistas se encargó de arrendar en diversas agencias, vehículos de distintas características que serían ocupados en el ajusticiamiento y en la evasión del sitio del suceso. Camionetas, autos y una casa rodante fueron alquiladas y pagadas por adelantado y en dólares.

Sin embargo, en la fecha original recibirían una contra orden del alto mando del Frente para abortar la misión. Momentos antes de salir hacia el objetivo, luego de escuchar y entonar el himno nacional fueron notificados de que la caravana había tomado una ruta alternativa o que el General Pinochet no había asistido a su residencia de descanso en El Melocotón.

Deberían entonces, esperar una semana más, con los riesgos que implicaban permanecer por un lapso mayor de tiempo en ese lugar. En aquellos años, los sectores cercanos a la ruta de la comitiva eran permanentemente empadronados, esa parcela no sería la excepción, sin embargo el aspecto de los frentistas, que aparentaban ser personas de situación acomodada se encargó de disuadir a los agentes de seguridad del régimen que llegaron a realizar las ya rutinarias pesquisas. En la semana de espera, también llegó el ejecutivo de una de las empresas de arrendamiento de autos, preocupado debido a que el plazo de entrega estaba expirando, además el pago se efectuó en efectivo, no en cheques que en esos años era lo habitual.

Al ver la camioneta y el remolque y tras recibir el pago correspondiente al arriendo de una semana más,
las dudas se disiparon.

El fin de semana siguiente y luego de grabar videos de despedida para sus familiares en caso de perder la vida en acción, escucharon el último discurso del Presidente Salvador Allende en La Moneda a modo de aliciente.

A las 18:35 hrs. del domingo 7 de septiembre del Año Decisivo, la comitiva de 2 motocicletas BMW y 6 autos blindados de marca Mercedes Benz, eran emboscados con balas de fusiles M16 y cohetes desde los cerros aledaños, luego que el paso había sido cercado por la camioneta y el remolque.

El primer testigo del ataque, fue uno de los motoristas que advirtió que un fusilero parapetado le apuntaba, esto también lo percibió el rodriguista que al ver que el motociclista con pánico le miraba a los ojos fue incapaz de dispararle. Quizás sería el presagio del fallido atentado.

La inexperiencia de los combatientes, sumado a condiciones geográficas y climáticas adversas, fueron las causales de que no tuviera éxito el tiranicidio. En la huída, los rodriguistas pusieron balizas en el techo de los autos y gritaron ¡Viva Chile!, convencidos de haber cumplido su objetivo, pensando que habían abierto las puertas de “las grandes Alamedas”.

Horas más tarde, uno de ellos, llegó herido hasta una cafetería de Plaza Italia para encontrarse con el médico que asistiría a los frentistas heridos. Hasta ese momento, pasadas las 20:00 hrs., el FPMR creía que la Operación Siglo XX había tenido éxito.