Por Francisco Castillo
En medio del fragor político causado luego de la cuenta presidencial, seis académicos le pusieron el cascabel al gato constitucional: proponen reemplazar la Constitución del 80 por la de 1925.con actualizaciones por cierto.
Lo proponen en el libro “1925, continuidad republicana y legitimidad constitucional: una propuesta”, editado por Catalonia.
Los autores de este ensayo de 286 páginas son Arturo Fontaine Talavera, Juan Luis Ossa Santa Cruz, Aldo Mascareño, Renato Cristi, Hugo Herrera y Joaquín Trujillo, todos de currículum pletórico de posgrados en universidades chilenas y extranjeras.
Arturo Fontaine
Fontaine (66), es novelista y ensayista. Estudió Derecho en la PUC y se graduó en Filosofía en la U. de Chile; alcanzó sus maestrías en Artes y Filosofía en la Columbia University, Nueva York. Hoy es director de la cátedra de Humanidades de la UDP y profesor del Departamento de Filosofía en la Universidad de Chile. Antes, fue muy conocido como director del CEP durante 31 años (1983-2013).
En el tema de reforma constitucional, sostiene que ésta debiera surgir de un proceso de deliberación racional que permita discernir con sensatez “las invenciones de la prudencia” que el país necesita para ser bien gobernado en el futuro.
“Eso exige, antes que nada, un clima de amistad cívica”, advierte el ex director del CEP. Y añade otros requisitos: “imaginación histórica, sensibilidad para percibir el valor de los símbolos e intuir su conexión profunda con la legitimidad y visión del futuro de la patria”. Tras ello, concluye que retomar la Constitución del 25 “es asumir nuestra historia y abrir desde ella un nuevo horizonte común”.
Ante la posibilidad que el gobierno de Piñera se incline por esta propuesta, Fontaine piensa que si la acogiera podría recomponer las mayorías que necesita. Ante los micrófonos de radio Universidad de Chile añadió: “El presidente tiene que construir mayorías, proponer algo que cambie un poco la estructura de la discusión. Este es un tema que puede producir una reordenación de fuerzas. Aportar a que Chile recupere su tradición republicana constitucional sacaría de la discusión el tema de Pinochet. Esto limpiaría el ambiente, y sería una manera de cerrar el proceso de la dictadura, que todavía pena y tiene heridas abiertas”.
Y cierra indicando que esta decisión le daría al gobierno un horizonte político, que fue la gran falencia del período anterior de Sebastián Piñera. “Ahora está en una actitud de construir acuerdos, y a lo mejor este podría ser el gran acuerdo que le diera a su gobierno un nuevo horizonte”.
Aldo Mascareño
Fontaine es de esencia filosófica; Aldo Mascareño, doctor en Sociología de la universidad de Bielefeld, Alemania, tiene el ADN marcado por las ciencias sociales, y se le nota. Es profesor en la escuela de Gobierno de la UAI y director de un área que ya se quisieran otros de su profesión: el centro de investigación Núcleo Milenio, Modelos de Crisis. Con lo revuelta que está la cuestión social, trabajo intenso no les debe faltar.
Igual, Mascareño se hizo el tiempo para aportar en esta propuesta constitucional. Considera que en el impulso actual por estos cambios, se requiere del pluralismo que inspiró la Constitución del 25. Sobre todo porque hoy la sociedad chilena es más diversa, diferenciada e interconectada que la ahogada por la dictadura en 1980.
Sostiene que la constitución deja de operar como mecanismo de reducción de complejidad cuando, en vez de principios, pretende inmortalizar contenidos. “Se vuelve parte del problema antes que un horizonte reflexivo. “Distintas normas de 1980 pueden ser rescatables, pero no el intento de clausurar el futuro. Esa clásica aspiración autoritaria es una receta para el fracaso. La inspiración plural de 1925 ofrece, en cambio, un horizonte dinámico para reconocer y procesar institucionalmente la contingencia del presente”.
Renato Cristi
Renato Cristi Becker es doctor en Filosofía de la Universidad de Toronto y profesor del Departamento de Filosofía de la Universidad Wilfrid Laurier, de Ontario, Canadá. Ha escrito libros acerca de Hegel, Schmitt, Nietzsche y Jaime Guzmán. Su libro más reciente en Chile: “El Constitucionalismo del Miedo”, con Pablo Ruiz.
Inicia su aporte señalando que el acta secreta Nº1 de la junta militar, fechada dos días después del golpe, consignó que “se encuentra en estudio la promulgación de una nueva Constitución Política del Estado, trabajo que está dirgido por el profesor universitario Jaime Guzmán”. Esto confirma, dice Cristi, que desde el primer momento los militares se proponían dictar una nueva constitución para reemplazar la de 1925, la que ellos salieron “a defender” pues estaba supuestamente siendo “violada” por el presidente Allende.
El 24 de septiembre de ese 1973, Guzmán aparece junto a Sergio Diez, Jorge Ovalle y Enrique Ortúzar como miembros de la comisión constituyente de la dictadura y es Guzmán, en 1975, quien declara “muerta” a la carta del 25. La nueva carta que nos rige hasta ahora, aunque con modificaciones, fue impuesta desde arriba, “con violencia y trampa”, dice Cristi citando a Patricio Zapata, (y) “significó una ruptura con lo mejor de la tradición constitucional chilena”.
Termina Cristi su análisis señalando que al destruirse el poder constituyente de Pinochet y la junta en los plebiscitos de 1988 y 1989, el pueblo de Chile recuperó su sitial como sujeto de dicho poder, por lo que no hay obstáculo para restaurar la Constitución del 25 y luego proceder a su reforma.
Hugo Herrera
El abogado de la Universidad de Valparaíso, Dr. Phil. de la Julius-Maximilians-Universität (Würzburg) y profesor titular en la UDP; Hugo Herrera Arellano, ha publicado una veintena de artículos especializados y nueve libros en Chile, Alemania, Estados Unidos, Brasil y España.
Estima que la Constitución del 25 tuvo un carácter ejemplar, del que carece la Carta del 80 incluso con las reformas que se le han hecho. Aunque su método de producción fue imperfecto, la del 25 fue una constitución concebida en democracia. Ella resultó reconocida, a poco andar, como texto legítimo.
Y ello porque emergió luego del diagnóstico de la llamada “generación del Centenario”, que fue crítica de la oligarquía parlamentaria en que se había sumido el país luego de la revolución de 1891. Ese diagnóstico coincide con el actual, “cuando nuevas capas ingresan a la vida social y política, sin que la institucionalidad sea capaz, como en el Centenario, de proveerles una interpretación adecuada”, dice Herrera.
La Carta Fundamental, concluye, “no está en los libros, ni en las constituciones de otros países, sino en la realidad social, en la realidad humana de las necesidades sociales, en la necesidad de satisfacer las exigencias de la época y de dar libre expansión a todas las energías nacionales”.
Juan Luis Ossa
El licenciado en Historia de la PUC y doctorado en la misma disciplina en Oxford, Juan Luis Ossa, es director del Centro de Estudios de Historia Política de la UAI y profesor en su Escuela de Gobierno.
Respecto a las iniciativas de cambio constitucional, critica tanto a los partidarios de una izquierdista asamblea constituyente –que podría sumir al país “en la vorágine e incertidumbre de la hoja en blanco”-, como al “inmovilismo de derecha”, ya que el conservador militante suele estar interesado en cuestiones simbólicas de poca importancia.
“Apelan a la tradición, pero a una tradición estática. No comprenden que la mejor forma de evitar la revolución es introduciendo cambios y reformas en que la tradición sea el timón que dirija el barco. En simple: que la tradición constitucional que nos unió como país, a través de las cartas de 1828, 1833 y 1925, actúe como guía”.
Joaquín Trujillo
Joaquín Trujillo Silva se tituló de abogado en la U. de Chile y alcanzó el máster en Estudios Latinoamericanos en la misma casa. Hoy es profesor invitado del curso Derecho y Literatura en su alma mater y es investigador del CEP. Alterna estas actividades publicando en teatro, escribiendo ensayos, poesía y narrativa desde 2002 a la fecha.
Trujillo cierra este libro expresando que la normalización de la dictadura –es decir saliendo de ella de la mano de normas- permitió “que hubiese una paz que facilitó, además de desembrutecer Chile, pensar con calma el derrotero de las cosas… Pero la hazaña no está completa, mientras la dictadura no sea ‘anormalizada’, y hacerla así inviable en el futuro de la república, en cualquier forma y color”.
Mensaje final
La antropóloga Sonia Montecino Aguirre, premio nacional de Humanidades y Ciencias Sociales (2013), afirma en el prólogo de estas propuestas que se parte de la base de que es preciso reemplazar la constitución de 1980 “por su origen radical y su arrasamiento de los textos anteriores, algo que es evidente y de amplio consenso”.
En el ADN de la nación se ha instalado que las transformaciones han de ser graduales. De allí nace la propuesta de que la Constitución de 1925 emergería como un acervo social que emblematiza la tradición institucional rota en 1973.
El mensaje del libro pareciera ser un llamado a exorcizar el fantasma de la violencia fundante de la Constitución de 1980, y superar los “abismos que separan a las gentes nuestras”, como alguna vez lo proclamó Gabriela Mistral.
“La interpelación que nos hace este libro contribuye a reabrir el ritual suspendido sobre el cambio constitucional, a continuar con el debate no zanjado que late en lo profundo de Chile, reuniendo lo viejo y lo nuevo, la tradición y sus recreaciones, en palabras de la Mistral ‘para unir, aunque sea a medias, a los opuestos’”.