Por Guillermo Arellano
La parte llorada de la película que estelarizó Sebastián Piñera en la pasada segunda vuelta presidencial la protagoniza la Unión Demócrata Independiente.
El otrora partido más poderoso del país aspiraba a sumar 35 diputados en la elección parlamentaria. Sin embargo, apenas logró 30 dentro de un universo de 155 escaños que incluye el nuevo sistema proporcional.
Por lo mismo, aunque tenga más alcaldes y senadores perdió le hegemonía en la Cámara Baja a manos de su socio/rival de toda la vida, Renovación Nacional, factor que podría incidir en la designación de los nuevos ministros.
Además, de acuerdo a datos oficiales del Servel, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 2017 han renunciado a la colectividad nada menos que 1.583 militantes, dentro de un total que llega en Chile Vamos a las 3.697 deserciones.
El lado lleno del vaso: continúa siendo la tienda con más gente en sus filas (40.582) al interior de la oposición y la segunda a nivel nacional detrás de los comunistas.
¿Acción libertaria?
En medio de las diferencias que sostiene la directiva que comanda la senadora Jacqueline van Rysselberghe con la disidencia que encabeza el diputado Jaime Bellolio, por el tema electoral, está el debate de fondo que tiene absolutamente dividida a la entidad fundada por Jaime Guzmán: la actualización de la declaración de principios.
Cuando el líder del gremialismo creó la UDI y la instauró como movimiento el 24 de septiembre de 1983, se definió la participación de las Fuerzas Armadas en el Golpe Militar de 1973 como “acción libertaria” a través de un documento que hasta el día de hoy no ha podido ser retocado.
La discusión lleva años en el tapete, pero sin producir lo que un sector cada más numeroso en la casona de Suecia 286 anhela: eliminar como fundamento ideológico y base política la intervención armada que se produjo en el gobierno de la unidad popular.
Acá el gran obstáculo lo pone el bando más conservador que adscribe a la línea de los “coroneles”, donde resaltan los senadores Juan Antonio Coloma, Víctor Pérez y la propia Van Rysselberghe, además de los diputados más afines al pinochetismo Ignacio Urrutia y Jorge Ulloa.
“Nuestro electorado nos ha acompañado con esa historia. Por lo tanto, no hay duda de que el gobierno militar forma parte significativa de la vida política de la UDI. Si alguien quisiera esconderlo o minimizarlo, creo que estaría dándole la espalda a la historia de la UDI y creo que sería contraproducente”, señaló Pérez hace menos de un mes.
En concreto, los “renovados”, donde aparecen emblemáticas figuras, como el diputado y exalcalde designado por la dictadura Patricio Melero, la jefa municipal de Providencia e hija del excomandante en jefe de la FACH y miembro de la Junta Militar Fernando Matthei, Evelyn Matthei, y el diputado Ernesto Silva plantean que se priorice el futuro y apenas se mencione el golpe como un hecho histórico.
“No tiene ya ningún sentido. Han pasado ya casi 40 años. ¿Qué sentido tiene seguir? ¿Vamos a poner también la Guerra Civil? ¿Vamos a poner a Balmaceda? ¿A quién más vamos a poner en la declaración de principios?”, ironizó la exsenadora y exministra de Piñera.
Raya para la suma: los dirigentes decidieron -en el consejo directivo ampliado que se efectuó en Termas de Cauquenes- que desde marzo a agosto se concrete el proceso de discusión y debate, el que será votado finalmente en el consejo general tras la formación de comisiones temáticas en todo el país.
Veremos qué pesa más, si la máquina monolítica o la novedosa cultura del “un militante un voto”.
Paz armada
En esta suerte de “crisis de los 30” que tiene tensionada a la UDI (se formó como partido el 22 de octubre de 1988 y se legalizó el 25 de abril de 1989), la pugna de poder es evidente.
Por un lado, la cúpula central busca influir lo más posible en la conformación del gabinete del presidente electo, pero por el otro, los díscolos se relacionan directamente con el núcleo duro del “piñerismo”, en particular con el jefe programático y “ministeriable” Gonzalo Blumel (Evópoli), respecto a sumar cargos de segundo orden en ministerios claves.
Ante esto, Van Rysselberghe se ha encargado de señalarle a los medios que la famosa disidencia “no existe” y que todo el ruido que proviene de Bellolio, Silva y la también diputada María José Hoffmann solamente busca instalar la forzosa idea de que hay una crisis.
En opinión de Bellolio, la directiva es “sectaria”, juicio que lo llevó a reflexionar sobre su continuidad o renuncia al partido. “Cuando ya tenga que pedirle permiso a la presidenta de la UDI porque me junto con mis amigos, significa que yo no puedo estar ahí“, advirtió.
Por “amigos” se entienden algunos de los líderes del Frente Amplio con los que el congresista reelecto por el distrito de San Bernardo y Buin mantiene una cierta cercanía personal, elemento que lo tiene “entre la cruz y el agua bendita” en la casona de calle Suecia.
La confesión la realizó el pasado 11 de enero en el primer encuentro Icare del año: “yo tengo re buena onda” con ellos, admitió, “cosa que me critica mi mismo partido. A pesar de que me caen bien y los conozco, sé que es lo que piensan y por eso no quiero que lleguen al poder”, confesó.
Bravatas más o menos, el caso es que Bellolio cuenta con un grupo de más de 50 dirigentes de peso que lo viene acompañando desde la elección por la presidencia de la UDI en 2016 ante JVR, entre ellos un diputado que en marzo deja el Parlamento, Arturo Squella (apoyó a José Antonio Kast), como también el reelecto Renzo Trisotti y el debutante Guillermo Ramírez, cercano de Joaquín Lavín.
Es más, fue esta misma facción la que elaboró -en la antesala del cónclave- la proclama de tres carillas titulada “Levanto la voz por Chile”.
El texto parte con el recuerdo del voto político de enero de 2014, donde se hizo una “profunda autocrítica” tras los resultados electorales de 2013 en el que la tienda perdió ocho diputados luego del tortuoso proceso presidencial que tuvo tres candidatos presidenciales, Pablo Longueira (renunció por enfermedad tras derrotar a Andrés Allamand en la primaria derechista), Laurence Golborne (fue bajado por la mesa) y Evelyn Matthei (levantada de emergencia).
“Llegamos al período de campaña sin una identidad clara, con la negación de una nueva izquierda -que a la postre obtuvo más de 30 mil votos que la UDI-, sin coherencia en nuestro actuar y perdiendo la nitidez de lo que la UDI había representado por tantos años. La ‘derecha tradicional’ se fue con José Antonio Kast; la ‘derecha liberal’ estuvo con Felipe Kast, y la ‘derecha social’ se sintió convocada por Manuel José Ossandón”, sentencia el documento.
Ojo que la principal amenaza de este lote es transformarse -a contar de marzo- en un nuevo movimiento de contrapeso en lo que es la defensa de las ideas y principios, ítem que de acuerdo a su lectura está claramente perdido.
Por lo mismo, el bando de Van Rysselberghe, en su afán de mostrar unidad aunque sea con fórceps, pidió que Gonzalo Cordero -cercano de Bellolio- leyera el balance de la campaña.
Además, el oficialismo interno reconoció errores en el diseño de los distritos y la elección de candidatos y Hernán Larraín, extimonel y senador con cara de canciller, cuestionó la falta de un abanderado propio desde 2005 e instó a la creación de una “comisión electoral permanente”, lo que fue aprobado por los consejeros.
Todo bien, salvo porque presidenciables no se ven por el momento.
“Diferencialismo”
Rodrigo Larraín, sociólogo y académico de la Universidad Central, manifestó a Cambio21 que lo que la derecha, y en particular la UDI, busca “es un relato”.
“Pero para eso requieren de un pensamiento que los vertebre y les dé un horizonte y un futuro. El inmediatismo y el ‘cosismo’ no provoca sueños, ilusiones y no moviliza socialmente”, enfatizó.
“En ese sentido, el valor que puede tener un pensamiento, desde la UDI hacia el resto de la derecha, sería apiñarse a un intento de recuperar el pensamiento de la vertiente católica, ya no graficada en el Papa Francisco, sino que la tradicional e histórica, que en Chile estuvo representada por el Partido Conservador, que no era de ultraderecha, sino que social”, explicó.
El analista descartó que José Antonio Kast, exmilitante de la UDI y excandidato presidencial independiente, esté en la misma senda. “Él derivó a asumir las banderas del fundamentalismo pentecostal, que no es un sector que responda a los sectores protestantes tradicionales y que no tiene nada que ver con la presencia luterana, anglicana, metodista y presbiteriana”, ahondó.
Asimismo, Larraín expresó que la UDI heredera de Pinochet y Guzmán “debe aprender a vivir con las tendencias y transar entre ellos, como también lo han hecho los socialistas y la DC, no sé si con la diversidad, pero al menos con un nivel de ‘diferencialismo’. Lo que está en juego es un horizonte de poder y la construcción de un sueño posible”.
“Liderazgos debilitados”
Eugenio Guzmán, decano de la facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo, dice que son tiempos “complicados” para la UDI, pero dentro del marco de crisis que padecen todos los partidos tradicionales a raíz del cambio del sistema electoral.
“Desgraciada o favorablemente, los liderazgos están bastante debilitados y cuestionados”, declaró a este medio.
¿Modernizar la declaración de principios ayuda a decantar la búsqueda o fidelización de electores? “Yo soy un poquito escéptico sobre que el papel resuelva los problemas. A veces lo hace y a veces no. En esta situación, tengo la impresión de que lo que se modifique o establezca generará un impacto en ciertos sectores que estaban por irse o dudosos en quedarse (en el partido) y va a despejar un tema: será como un ‘somos los que somos’ y van a estar los que tiene que estar, aunque al final del día lo que priman son los liderazgos”, contestó.
“Quién es capaz de tomar las riendas. Se necesita a alguien que ordene a los dirigentes. Después del ‘somos los que estamos’ viene la acción y ahí es donde yo veo déficit”, insistió.
“Qué es la clase media”
David Sandoval, diputado y senador electo por la región de Aysén, nos manifestó que “los tiempos de los UDI cambiaron respecto a las prioridades que significaba el gran esfuerzo de atacar la pobreza extrema que había antes en Chile”.
“Acá no hay que pelearse eventuales nichos. Entre la última elección y los cambios electorales que está teniendo la gente, las personas se están yendo por otras vías y sensibilidades sobre los grandes temas. La ciudadanía quiere proyectos de unidad y de trabajo y donde la política deje de ser el punto del escándalo cotidiano ante diferentes situaciones”, remarcó.
“Hoy se habla de la clase media, pero qué es la clase media hoy y cómo se identifica con algún partido o no. Ahí el éxito se centrará en cómo encaremos eso. Y siendo gobierno tenemos una gran oportunidad”, agregó.
Centralismo que mata
Nino Baltolú, diputado electo por Arica, clama por “ayuda social” más que luchar porque los nuevos ministros sean o no de la UDI.
“Independiente de los sectores políticos de derecha e izquierda, nosotros queremos avanzar con el país. Con tantas posibilidades y recursos que tenemos, la verdad es que nos preguntamos por qué sigue habiendo gente pobre. Eso me preocupa y cuesta que la gente lo entienda”, apuntó.
“Nosotros tenemos la opción desde la derecha de que ante las injusticias que hay ese tema se puede ir mejorando, pero con controles y no con cambios de patrón. Uno ve que el ‘patrón Estado’ maltrata a sus trabajadores, planta, a contrata y a honorarios. En fin, queremos que el trabajador tenga más trabajo, pero como todo está centralizado en Santiago, los de regiones no podemos ser voceros ni tener voces autorizadas para poder dar una opinión”, lamentó el legislador.