“Los caminos de la vida, no son lo que yo esperaba, no son lo que yo creía”…
Los resultados electorales para los partidos políticos de los bloques tradicionales, al menos en la elección de la Convención Constituyente no fueron los esperados. Los resultados así lo revelan: la derecha sacó 20,5% de los votos y 37 convencionales, la Unidad Constituyente sacó 14,4% de los votos y 25 convencionales y el bloque PC/FA 18,7% de los votos y 28 convencionales; en el mundo plural de los independientes los No Neutrales por la Nueva Constitución eligió 11 convencionales, la lista del Pueblo (anti partidos y anti neoliberales) sacó 27 convencionales, otros independientes regionalistas eligieron 10 convencionales y están los 17 convencionales de los pueblos originarios
Esto significa que nadie tiene mayoría por si solo y la regla de construir mayorías de 2/3 queda absolutamente en etapa de construcción. Esto constituye un hecho político notable ya que ningún sector, menos la derecha que se parapetó para esta elección bajo la consigna de transformar su hipotético tercio, en un veto y de esta manera defender lo más significativo del modelo, podrá imponer “sus miradas, sus ideas de mundo” a lo demás. Por lo tanto, se asegura ex ante, que los actores dialoguen, creen puentes y construyan esos necesarios mínimos comunes de las reglas del futuro.
Aclarado lo anterior, no se puede soslayar que para la Democracia Cristiana los resultados en esta elección fueron catastróficos. En efecto, la elección más significativa, más relevante y por la que más nos jugamos las bases del partido, “la convención constituyente”, no solo constituyó un fracaso para nuestras pretensiones, sino que quedamos, por decisión de la ciudadanía, excluidos y ajenos a que nuestros principios y nuestras convicciones tuvieran alguna influencia en la redacción de la futura carta constituyente.
El tema no es menor y, por lo mismo, se ha tratado de soslayar desde las esferas asociadas a la conducción del ex presidente nacional, Fuad Chaín, que no nos fue tan mal. Que si bien es importante la convención, no nos fue mal en la elección de gobernadores, de concejales y de alcaldes. A todos ellos hay que decirles, que nunca en la historia republicana ha habido un ejercicio de participación de esta magnitud, para la redacción de una carta magna.
No está de más recordar que la constitución de 1980, fue redactada por un grupo de “notables”, escogidos a dedo por el dictador (militares y algunos civiles, entre 10 y 15 personas, no más). En esa oportunidad se nos dijo claramente, a través de esa constitución, que la sociedad y la política no existían, que lo más importante eran los individuos, y que de ahí en adelante sería el esfuerzo, el trabajo y merito individual para poder integrarse al mundo del consumo y del éxito. Ya sabemos que 40 años después, la promesa se transformó en pesadillas de vulnerabilidad y desigualdades sociales insoportables.
Por lo tanto, a diferencia de aquella constitución redactada entre cuatro paredes (oscuras y recalcitrantes) en este ejercicio constitucional, de manera transparente, con mucho aire fresco, se parte con el propósito claro, que la comunidad, la sociedad y la política existen y que no sólo el mercado es el elemento ordenador de la vida social. En ese sentido, la Convención Constitucional recoge las principales demandas y reclamos del 18/0. Además esta convención constitucional, parte con paridad de género y, tal como ocurrió finalmente, con una representación del Chile real. De aquel otro que estuvo invisibilizado por siglos y que hoy aparece de manera notable: el rostro indígena, el de la mujer, del trabajador, del estudiante, del profesional, el de la profesora, el de la dueña de casa. Pero también del que viene del colegio privado y de los privilegios o aquel que viene del colegio público y del particular subvencionado; de los que vienen de regiones, de territorios acomodados y de territorios donde campea la pobreza y la vulnerabilidad.
Es por esto, por esta espléndida oportunidad de participación perdida, la constatación y sensación tan profunda de la derrota. ¿Qué hicimos tan mal para que este ejercicio democrático de profunda significación de futuro, como hemos dicho, nos pasara por el lado? Las razones de esta debacle electoral han sido tratadas de manera profusa por diversos analistas. Para los efectos de este análisis, solo haré mención a dos ellas. En primer lugar, los procedimientos para la elección de los candidatos. En efecto, el Consejo del partido, al haber entregado la decisión final a la directiva nacional, echó por la borda los candidatos naturales, que desde los diversos territorios del país, enarbolaban nuestros relatos, nuestros mensajes. Y finalmente esta decisión centralizada afectó gravemente legítimas aspiraciones de diversos líderes locales. En muchos lugares, nuestra militancia de base, no sabía quién era el candidato que representaba “teóricamente” al partido.
En segundo lugar, quizás lo más grave, hubo por parte de la directiva (al menos de parte de la conducción) una suerte de “oligarquización tecnocrática” para la elección de los candidatos. Que la redacción de una nueva constitución es solo un ejercicio de los que saben, de los que tienen experiencia y conocimientos. Entonces a la necesidad de implementar cambios profundos a la sociedad chilena, tan desigual, castigadora y humilladora con los más humildes, los candidatos propuestos (al menos los más conocidos), aparecían alineándose con la derecha para defender el modelo, o algunos sus elementos fundamentales. Conocido es el hecho de la cantidad de recursos, vía donaciones legales, de conspicuos representantes de organizaciones empresariales que recibió uno de estos “notables”. Es decir, el mensaje que el partido, a través de sus procedimientos de elección, daba a la ciudadanía con estos candidatos era muy claro: si Ud. los elige, ellos serán parte de la intención manifiesta de la derecha en constituir con su tercio, un veto. Y la ciudadanía nos dijo claramente, con sus candidatos no.
Amores y desamores en tiempos de pandemia, o como lecturas apresuradas de los resultados generan confusión
La elección de Concejales donde emitieron preferencias más de 6,0 millones de electores muestra un panorama distinto al de la Convención; aquí los partidos políticos muestran más apoyo social. La Unidad Constituyente suma un 33,5% de la votación con una DC con 9,18% de la votación, PS 8,6% de votación, PR 6,7% de los votos, PPD 6,5% de votos. Es decir, se trata de una alianza que tiene una respetable votación y, por decir lo menos, resulta sorpresivo y sorprendente que el Partido Socialista la haya desechado en esas 72 horas de vértigo político, más aun considerando que la alianza PC/FA sólo obtuvo un 21,6% de la votación de concejales.
Se trató, entonces, de una lectura apresurada por parte de la cúpula del PS. Ya que, finalmente, el bloque PC/FA -que según estos comportamientos pareciera ser hegemónico en la centroizquierda tuvo 18,7% de la votación en los convencionales y 21,6% en la votación de concejales (y donde el PC obtuvo 5% en los convencionales y 9,23% en concejales). Por lo mismo resulta sorprendente que esos datos hayan sido leídos por el PS como un giro hacia una mayor opción presidencial de Daniel Jadue. Puede que la urgencia y simplicidad del análisis político haya estado marcado por los triunfos del bloque PC/FA en las elecciones de Alcalde en Santiago, Maipú, Ñuñoa, Viña del Mar, Valdivia. Es cierto que comunicacionalmente son triunfos muy poderosos, pero de ahí a desechar una alianza ya histórica a estas alturas, es otro tema.
La telenovela de los vetos es para otro análisis. Mi impresión es que el FA y el PC perdieron una oportunidad histórica, obnubilados por los resultados comunales ya reseñados y embriagados del elixir del triunfo (que siempre será efímero y leve, como la juventud o la belleza) de acercar al mundo de la centroizquierda a sus aspiraciones presidenciales. Por el contrario, resurgen desconfianzas asociadas a concepciones totalitarias, hegemónicas, propias de los partidos únicos, en la versión de los socialismos reales. Es decir, se vuelven a “añosas” prácticas de desacreditar y cancelar la existencia de adversarios políticos. Sin embargo, lo más contundente y claro, y que estas interpretaciones de vetos y contra vetos olvidan, es que de cara a la elección presidencial de noviembre, nadie puede afirmar que esta se parecerá más a la elección de los convencionales o a la de los concejales, más si consideramos que el 59% del electorado no asistió a votar este 15 y 16 de mayo.
“Mal de muchos, consuelo”… La elección de Concejales y alcaldes Se nos ha dicho, también por parte del círculo íntimo del ex presidente nacional del partido, que no nos fue tan mal en las elecciones de alcaldes y concejales. Que incluso sacamos tres nuevos alcaldes. Lamentablemente los números están ahí y nos muestran que obtuvimos, en la elección de concejales del año 2016, 580.188 votos, lo que correspondía a un 12,8%, con 400 concejales. Por lo tanto perdimos 23.284 votos. En efecto, en esta elección sacamos 556.904 votos, con un 9,18%. Es decir, perdimos 88 concejales.
Respecto de la elección de alcaldes, es cierto que obtuvimos tres alcaldes más respecto de la lección del año 2016. Estrictamente obtuvimos 54 de los cuales 46 alcaldes son militantes DC, más 8 independientes que fueron patrocinados por nuestro partido. El problema de esta elección es que la población gobernada por alcaldes de la DC, se redujo, ya que, por una parte son muy escasas las capitales de región y de provincia, y por otra, en la región Metropolitana, la más poblada del país, quedamos reducidos a gobernar solo las comunas de La Granja, Peñalolén, La Pintana, Alhué y Peñaflor. Es decir, apenas 5 de las 52 comunas de la región. Estos resultados nos dejan en un pie muy incierto y relativo, tanto para la elección de futuros candidatos a diputados, como para la segunda vuelta de gobernadores.
“Un poquito de esperanza”: las elecciones de Gobernadores y la fortaleza de la coalición A pesar que se trata de la primera elección de Gobernadores, las primarias que el partido tuvo con la coalición Unidad Constituyente, nos dejó con 7 candidatos a ir a la primera vuelta los días 15 y 16 de mayo. Eso fue abiertamente interpretado como un gran triunfo de la DC y particularmente de la directiva. Los números nos dicen otra cosa. Nos hablan de la fortaleza de la coalición más que el “relativo” éxito del partido. En esta elección, la coalición Unidad Constituyente sacó 1.569.307 votos. De los cuales la DC fue la más votada con 1.033.151, votos representando el 65,83%de los votos. De este total de votos, la RM representa el 63,4% con 655.776 votos. Como coalición, la unidad constituyente, potencialmente puede gobernar en 14 de las 16 gobernaciones. Esto constituye una muy buena noticia. Recordemos que ya se ganó en las regiones de Aysén y Magallanes.
Para el partido, finalmente, de los 7 candidatos presentados a la primera vuelta concursaremos con cuatro candidatos en la segunda vuelta. No será fácil obtenerlos. Dependerá de los nuevos relatos y de los nuevos sentidos que asuman nuestros candidatos respecto al rol de la democracia cristiana en estos tiempos. Particularmente relevante, será la segunda vuelta en la RM. Más allá de la inmensa capacidad de trabajo de Claudio Orrego, de su probada capacidad de gestión y experiencia, de su calidad humana, arrastra, como lastre, la errada conducción de la directiva anterior (Fuad Chaín). Por lo tanto, atrás debería quedar el rol zigzagueante del partido durante los dos primeros años de este gobierno. Lo mismo respecto a referencias a transformar al partido en una especie de bisagra o partido de centro, votando básicamente por la mantención de cierta concepción de orden más propia de la derecha.
¿Cómo seguimos?
Es claro que los resultados para la Convención Constitucional los bloques políticos tradicionales fueron notificados que deben entenderse con el mundo independiente, que Chile quiere una nueva Constitución escrita por la pluralidad del país o sea militantes, independientes, mujeres, representantes de pueblos originarios donde nadie tiene poder de veto. Es decir, nadie tiene mayoría por si solo y la regla de construir mayorías de 2/3 requerirá que esos actores dialoguen, creen puentes y construyan esos necesarios mínimos comunes de las reglas del futuro.
El otro dato duro que nos muestran las elecciones es la alta fragmentación en la representación de los principales partidos políticos. La mayoría de ellos no alcanza el 10%. Si nos enfocamos en la elección de concejales, quienes alcanzan mayor representación en concejales es PC y DC con 9% respectivamente, después PS con 8,6%, el PR con 6,7%.
Con esta fragmentación, los desafíos de gobernabilidad democrática, post pandemia será particularmente difícil. En efecto nos encontraremos con un país más empobrecido que requerirá para reconstruirse de mucha seriedad, racionalidad y sensatez política. Lo anterior significará necesariamente la construcción de propuestas políticas de mayorías. Es decir, un desafío mayúsculo.
La pregunta a responder: ¿Estará dispuesto el Partido Demócrata Cristiano para trabajar en este sentido? Si recogemos las declaraciones de la nueva presidenta del partido, Carmen Frei, claramente estará en esta línea. Incluso ha dicho, en gestos que solo la ennoblecen, en poner todas las mejillas necesarias para recomponer las relaciones políticas de la centro izquierda. De esta manera se hace cargo de la fragmentación ya analizada y ofrecer a la ciudadanía coaliciones de mayorías, que aseguren no solo los cambios necesarios que la misma ciudadanía exige, sino que también estos cambios se realicen con sensatez y gobernabilidad.
Esto es sumamente importante, ya que por diversas razones, estamos asistiendo, quizás por impresiones cortoplacista de una sensación equivocada de triunfo electoral, como desde sectores de la izquierda, más allá de la unidad constituyente, se renuevan slogan, insultos, cancelaciones de existencia de los adversarios y desacreditaciones. De esta manera no se construyen mayorías. Impera solo el voluntarismo.
Y la historia está llena de este énfasis en la voluntad y el voluntarismo, que naturalmente deja espacio para que se instale la desmesura, que no es sino la voluntad ebria de sí misma. Ese “orgullo” de estar convencido de que todo es posible. Desde esta perspectiva, bastaría entonces, sólo con la voluntad, la pasión y el absoluto convencimiento de que “mi postura” es la correcta y de que “mi programa” es el mejor, para no dar cabida a otras interpretaciones. De esta manera, no se trepida en ningún medio para obtener un fin. Y de esto, está también cansada la ciudadanía.
Oscar Osorio Valenzuela
27 de mayo 2021