Oh I'm just counting

Bolivia: Hacía una política con altura de miras. Por Enrique Morales M. Proyecto Democracia U. Miguel de Cervantes

El triunfo de Rodrigo Paz Pereira en la segunda vuelta presidencial de Bolivia marca un punto de inflexión en la política nacional de ese país andino. Más que un cambio de titularidad en el Ejecutivo, refleja la búsqueda de la ciudadanía de un liderazgo capaz de gestionar la complejidad de un sistema históricamente polarizado. La confrontación entre el MAS y la oposición tradicional ha generado múltiples frustraciones y desconfianzas; hoy, el electorado se ha inclinado hacia un liderazgo que promete combinar gobernabilidad, capacidad de coordinación entre distintos sectores y un enfoque político que atienda tanto a la eficiencia económica como a la justicia social. La elección de Paz Pereira evidencia que los votantes valoran menos la identificación ideológica rígida y más la habilidad de proyectar capacidad para articular consensos y así ofrecer estabilidad dentro de un marco institucional fortalecido.

Desde un análisis politológico, este escenario señala un cambio profundo en los incentivos políticos y en las expectativas ciudadanas. La legitimidad deja de medirse únicamente por resultados electorales y comienza a asociarse con la posibilidad cierta de que un gobierno garantice transparencia, predictibilidad institucional y resolución de conflictos de manera ordenada. La ciudadanía muestra implícitamente, al inclinarse por el discurso convergente y centrista de Paz Pereira, que reconoce la importancia fundamental de mecanismos de negociación y mediación en la gobernabilidad de un sistema pluralista. Esto proyecta una etapa futura en la que la política podría desplazarse hacia la deliberación estructurada, la articulación de distintos intereses y la construcción de soluciones que, aunque complejas, generen mayor cohesión social y confianza en el Estado.

Las proyecciones para la etapa inmediata y media son múltiples. En primer lugar, la institucionalidad podría experimentar un fortalecimiento tangible: la ciudadanía espera concretamente que el nuevo liderazgo utilice los instrumentos del Estado para garantizar rendición de cuentas, transparencia administrativa y control efectivo de la corrupción. En segundo lugar, se anticipa una apertura política más inclusiva, donde actores regionales, sociales y sectoriales puedan participar en la toma de decisiones de manera coordinada, reduciendo la concentración de poder y favoreciendo políticas adaptadas a la diversidad territorial del país. Finalmente, este escenario sugiere un potencial desplazamiento cultural en la política boliviana: un gradual enfoque en la implementación de políticas públicas efectivas y sostenibles, más que en la afirmación de identidades polarizadas o en la confrontación constante entre bloques.

El desafío, sin embargo, sigue siendo significativo. La capacidad del liderazgo electo para transformar estas expectativas en prácticas efectivas depende de su habilidad para mantener el equilibrio entre la negociación política y la toma de decisiones estratégicas, sin ceder al sectarismo ni a la presión de grupos de interés particulares. La victoria de Paz Pereira, recién confirmada, no garantiza por sí sola cambios estructurales, pero sí abre una ventana de oportunidad para consolidar un modelo de gobernanza donde la eficiencia, la legitimidad y la resolución institucional de conflictos se conviertan en elementos centrales de la política cotidiana. Bolivia enfrenta ahora la posibilidad de aprender de su propia historia de polarización y aprovechar este momento para proyectar un futuro en el que la política deje de ser un instrumento de confrontación para transformarse en un espacio de construcción colectiva y sostenibilidad democrática.