Oh I'm just counting

Desde el Sur… para el mundo entero. Por Edilson Villa M. (Filósofo, poeta y editor), desde Bogotá, Colombia

Enhorabuena, el ingeniero, empresario, maratonista y escritor chileno, Jorge Orellana Lavanderos, columnista de esta casa hace varios años, se prepara para presentar un nuevo tomo de su libro “Desde el Sur”, en donde recoge las columnas periodísticas y de opinión, que ha escrito semanalmente, durante este año, en el Semanario Cambio21.

Fiel a sus principios y valores éticos, Jorge Orellana Lavanderos es un rayo de luz entre tanta oscuridad, un oasis entre el desierto de tantos mercaderes de la palabra que bien podrían protagonizar aquel viejo chiste sobre los periodistas:

-Hay que escribir sobre Dios…
-Ok, ¿a favor o en contra?

En estas columnas, que conforman los tres tomos del libro “Desde el Sur”, sin lugar a dudas hay mucho más que información de actualidad; en sus textos hay profundidad y conocimiento de la condición humana, un viaje hacia el centro de uno mismo que nos coloca un espejo frente a nosotros de una manera amena y severa a la vez; además de su disciplina de verdadero escritor (cada día escribe un capítulo para una novela que está ya en la recta final), hay un hombre que creía en el mejoramiento humano.

Como el humanista que es, Jorge Orellana Lavanderos se ha preguntado por el hombre, por sí mismo, pues desde los primeros tiempos, esta ha sido la pregunta por el sentido de la existencia. Todos los hombres, de alguna manera, han tratado de responder este problema; para los griegos, por ejemplo, fue la pregunta por su ser, por su naturaleza, por su condición, por su origen. Desde los presocráticos hasta hoy esta cuestión ha estado presente, no sólo para la filosofía sino para la tradición occidental, y en casi todos estos escritos se evidencia el ánimo de esclarecer este interrogante, se manifiesta el interés por acercarse al ser humano para comprenderlo, para saber más y mejor de él, para explicarlo.
Por eso mismo, Jorge Orellana Lavanderos tiene claro que los intelectuales y humanistas de Latinoamérica han sido formados por una tradición poética, literaria, que saltó directamente a la lírica sin pasar o detenerse en la épica; y que por eso no hemos podido superar nuestros conflictos como sociedad.

Por eso tampoco conocemos ni practicamos la virtud, ni tenemos como referente a ningún héroe o heroína a quién seguir. Suena terrible decirlo (y mucho más escribirlo), pero tal vez eso sea lo que necesitamos como sociedad para construir un humanismo a la manera en que lo han hecho algunos países europeos. Seguramente, sí siguiéramos el ejemplo de la Madre Tierra, si cumpliéramos con las leyes de la naturaleza, entonces podríamos sembrar de nuevo nuestras semillas y germinar sobre unos campos renovados por el fuego sagrado; sobre una tierra purificada por el fértil oficio de la sangre.

En todas sus columnas, Jorge Orellana Lavanderos, lejos de asumir una actitud hipócrita, le es fiel a nuestra condición humana; sabe bien, y nos deja claro, que todavía no hemos salido de la caverna, que todavía nos sentamos con fascinación en torno al fuego, que todavía mataríamos por amor o por nuestro espacio vital; sabe que aún hay que trabajar mucho para abonar los jardines de una nueva sociedad, donde sea evidente el sentido ético y la acción moral, donde la virtud, la esperanza y la libertad estén interiorizadas en las tablas de carne de nuestros corazones.

Nuestro columnista también nos evidencia que la sociedad se debate entre el moralismo y la hipocresía; la moralidad es una estrategia humana para buscar el bien, el moralismo, por el contrario, es un fetichismo cultural que piensa que si ignoro, silencio o volteo la cabeza para no ver o impido hablar sobre lo truculento, estoy siendo moralmente coherente. Pero no es así, el moralismo de las redes sociales o el de los canales de televisión, que tapan ciertas zonas erógenas del cuerpo, es una forma de la hipocresía.

El moralismo es hipócrita pues quiere tapar el origen del mal en nuestra dolorida naturaleza humana; es, además, una suerte de cobardía muy comprensible, pues mirar el mal de frente requiere una gran valentía; y las naciones, los conglomerados humanos y los individuos concretos requieren valentía para mirar sus flaquezas. Un pueblo aguerrido, dotado de un espíritu vigoroso como el alemán, demoró varias décadas en mirarle el rostro a su propia desgracia. La misma lección debemos aprender las ciudades y los individuos.

Muchas de nuestras ciudades latinoamericanas seguirán un camino de hipócrita negación de unos males que todavía, como ciudades, albergamos. En el circuito de la intimidad cada individuo actúa con cobardía cuando esconde sus debilidades de carácter pasadas o presentes y no se mira de frente en el espejo de los desastres que ha propiciado, tolerado o realizado.

Toda esa riqueza literaria en las columnas que Jorge Orellana Lavanderos publica semanalmente en Cambio21, que conforman los tres tomos del libro “Desde el Sur”, hace menos doloroso el proceso de madurar, como individuos y como sociedad, porque supone superar la hipocresía que es debilidad del alma individual y colectiva. Como sociedad solo superaremos la hipocresía y el moralismo cuando seamos capaces de mirar a la cara nuestras propias falencias y debilidades humanas. El moralismo no es una tontería del conservadurismo, es un obstáculo para mirarnos como sociedad en el espejo fragmentado de la historia.

En las columnas de “Desde el Sur”, se nos deja claro que nos hemos venido equivocando: cada vez hay más pobreza, más violencia, más injusticia y el deterioro al medio ambiente no para de crecer; cada vez nos degradamos más en todos los aspectos; es como si estuviéramos educando mal a nuestros niños, porque a veces parece que cada generación es peor que la anterior.

Sin duda, la estructura literaria que hay en las columnas de Jorge Orellana Lavanderos nos hablan de lo mismo que habla la sociedad; aborda los mismos problemas pero con otro registro; y hay que ser fiel a ese registro de los acontecimientos mundiales: la injusticia, los malos gobiernos, la pena de muerte, la farándula, el acoso, el bullying, el estallido social, el confinamiento por las cuarentenas, etc., es justamente por esto que el escritor chileno Jorge Orellana Lavanderos ha sido convocado varias veces, con algunos de sus escritos, a hacer parte de importantes antologías internacionales que recogen el pensamiento contemporáneo y el espíritu de la época, tales como “Entra-Mar”, “Sol-Edades”; y ahora, más recientemente, en la bitácora mundial “CUARENTENA 2020”, que recoge el trabajo filosófico, literario y de opinión, donde nuestro escritor participó con dos columnas publicadas hace poco en Cambio21 sobre la cuarentena: “Regalo” y “Volar”.

En la exquisita belleza, en la sencillez y en la profundidad de los grandes clásicos, hay un hilo conductor que es común a todos sus autores: cada uno de ellos se ha ocupado de develar la condición humana. Esta misma idea cobra una gran dimensión en todas las columnas de Jorge Orellana Lavanderos; cada palabra suya tiene el tono exacto para transitar por esa enorme variedad de situaciones humanas, que hace que todos nos sintamos representados. No es nada fácil acercarse de un modo tan personal y tan universal a la vez a esos laberintos de la naturaleza humana, un tanto esquizofrénicos, que nos ocurren en la vida diaria; es por esto que cada lector siente o piensa, que lo que Jorge Orellana Lavanderos nos entrega en su libro Desde el Sur (Tomos I, II y III), fue escrito para él o para ella.

Como hombre de familia, como corredor de maratones, como empresario y como escritor, Jorge Orellana Lavanderos sabe que después de trazar un plan, disponer el equipo e iniciar un nuevo viaje, un nuevo proyecto, interviene y se hace cargo un nuevo factor. Cada viaje, safari, negocio, exploración o maratón, es una entidad autónoma, diferente de todos los demás viajes. En el espíritu de sus columnas, Orellana Lavanderos es testimonio que no se viaja solo por llegar a alguna parte, sino por el hecho de viajar en sí, de acudir a una cita con el destino; y de todos estos viajes, cada registro, cada anotación sobre el mismo, es el material para una próxima columna. Como plantea Claudio Magris en El infinito viajar, “si el recorrido del mundo se transfiere a la escritura, éste se prolonga en el traslado de la realidad al papel”. Viajamos no para llegar sino por viajar, para llegar lo más tarde posible, para no llegar nunca.

Antes de concluir, hay que agregar que Jorge Orellana Lavanderos también ha escrito los libros “Puerto Montt (Recuerdos de infancia)”, un libro de carácter autobiográfico donde el autor describe, a través de episodios circunscritos al ámbito personal y en otros casos extendidos al plano colectivo, acontecimientos que lo impactaron en la infancia, marcando su vida futura; “Crónicas de trote”, con 3 ediciones (en Chile, en Argentina y en Colombia), el autor plasma las sensaciones de carácter reflexivo y humano que durante el trote activan cada una de sus células, logrando una hermosa mezcla entre crónicas autobiográficas y un libro de viajes; “La Dama” (de esta novela se han hecho 3 ediciones, en Chile, Colombia y México, respectivamente), el autor describe la historia de una mujer que, con un cáncer terminal, decide expurgar sus culpas, contando la historia de su vida vinculada al régimen militar chileno; y “El Aprendiz”, una maravillosa novela, escrita en este tiempo de cuarentena y que se presentará en sociedad a mediados de octubre, muy madura, profunda y cerebral donde el autor, como un viejo sabio, despliega toda su voz y su sentir desarrollando un tema muy contemporáneo pero no por ello menos universal: el arte de vivir.

Esa sensación de estar viviendo y cantando el drama de la condición humana; la sensación de -por fin- saber que la meta es el camino y que no hay un lugar a dónde llegar porque ya estamos en él, es lo que el escritor chileno Jorge Orellana Lavanderos nos refleja en toda su obra; esa reconciliación con nosotros mismos y con nuestros fantasmas; esa tranquilidad, esa liviandad con el universo y con ese paraíso que creíamos perdido.