En torno al Primero de Mayo hubo un intenso debate político y social, no cabe duda que generada por la profundidad de la crisis que afecta las condiciones de vida de los trabajadores, tanto de aquellos que han logrado mantener sus empleos como de aquellos que lo han perdido y viven las penurias de la falta de ingresos para ellos y sus familias.
El Gobierno ha tenido una sola línea: La confrontación social. Quien se quiera engañar, que lo haga, pero debe asumir su propia responsabilidad. En el movimiento sindical saben bien que la política laboral de Piñera son sólo maniobras y letra chica para que los trabajadores paguen el costo de la crisis, con sus fondos de pensiones y seguros de desempleo, y para evitar manifestaciones reprimen duramente, lo que se confirmó con la coerción y el maltrato a los dirigentes sindicales, como Juan Moreno, sufridas el viernes 30 de abril y el 1 de mayo.
La dignidad en el trabajo, la defensa y ampliación de los derechos laborales, las remuneraciones y conquistas sociales dependen de la iniciativa y capacidad propositiva del movimiento sindical y de su articulación amplia, sin exclusiones ni sectarismo, con las fuerzas políticas de oposición, con vistas a lograr avances aunque sean parciales o por una ocasión determinada, como ha ocurrido con los tres retiros de fondos de AFP.
Las cifras del desempleo son terribles, esa realidad de millones de familias sin ingresos se instaló hace ya más de un año y sus consecuencias son desastrosas: informes recientes indican que la desnutrición infantil vuelve a ser una amarga realidad en Chile; asimismo, aumentó la violencia intrafamiliar, la delincuencia y la prostitución, el alcoholismo y la drogadicción. El descalabro social no tiene parangón.
Esa es la razón por la cual una Renta Básica Universal de Emergencia que llegue a todas las familias es fundamental. El Gobierno no quiso escuchar y hasta ahora rechazó esa apremiante necesidad. Piñera y su ministro Briones fueron de una fría insensibilidad. Nunca podrán explicar que pretendieron hacer encerrando a las familias sin ingresos para subsistir. Ese rechazo a entregar apoyo digno y estable a las familias durante la emergencia fue una crueldad social sin precedentes. De modo que nadie se engañe, el frío depredador no se volvió mansa mascota de un rato a otro. El poder sigue siendo el mismo.
Ante la insensibilidad surgió la idea del retiro del 10% de los fondos de las AFP, medida que alivia cuando las angustias y la necesidad golpean los hogares, pero con los ahorros para las pensiones que se usan por tercera vez, en contra de la voluntad del Gobierno que hizo cuanto pudo para impedirlo y terminó en el Tribunal Constitucional desplomándose en esa absurda cruzada.
El sindicalismo representando a los trabajadores manuales e intelectuales siempre ha luchado por una pensión digna, pero ahora entre comer y no comer tuvo que aceptar socialmente el retiro de parte de los fondos depositados en AFPs, porque pensar en el futuro pasó a ser un absurdo ante la tragedia del presente. Para sobrevivir a la pandemia han debido retirar casi un 1/3 de sus fondos de pensiones.
La derecha acusa a la oposición de "populismo" por el giro que tomó la situación, sin embargo, en los hechos concretos, hay un sólo gran responsable de lo sucedido: Piñera y su obsecuencia con los controladores del sistema financiero que le azuzaron a rechazar toda ayuda universal, totalmente separados de las penurias del diario vivir de millones de personas.
En el caso que los consorcios de AFPs quisieran presentar una demanda "por daños y perjuicios" el demandado tiene un sólo nombre: Sebastián Piñera, el político peor evaluado de Chile.
En estas semanas un número significativo de líderes y lideresas sindicalistas, y de militantes de izquierda, con o sin partido político, compiten legítimamente para ser electos como miembros de la Convención Constituyente que elaborará una nueva Constitución, nacida en democracia. Su objetivo es claro y definitivo, las penurias de los trabajadores están directamente asociados al imperio autoritario del Estado subsidiario y, en consecuencia, al ser electos trabajarán por un nuevo tipo de Estado, social y democrático de derechos.
Asimismo, se renuevan los gobiernos locales en cada municipio del país y se elegirán por primera vez los gobernadores regionales. Es decir, el voto popular decidirá la estructura del poder en eslabones decisivos de la organización del poder político. Hay que participar, concurrir a votar y no dejar pasar esta ocasión para influir en el futuro de Chile.
La izquierda es más fuerte mientras más participan, hombres y mujeres, que anhelan justicia y dignidad y que requieren cambiar sus penurias por una renovada confianza en el porvenir. La izquierda gana cuando vota la gente, humilde y sencilla del pueblo. Ese valioso patrimonio no puede perderse.