Por Antonia Paz
Un error inesperado en un servidor de correos electrónicos da lugar a un encuentro singular: Roberto, un soltero mujeriego cansado de su rutina, se ve envuelto en la correspondencia entre dos psicólogos que analizan el amor y la pareja. Lo que comienza como una casualidad tecnológica se convierte en una experiencia reveladora que lo llevará a cuestionar sus propias creencias sobre las relaciones y los vínculos afectivos.
En Amarse con los ojos abiertos, Jorge Bucay, psiquiatra y autor de bestsellers como Déjame que te cuente y Cuentos para pensar, junto a Silvia Salinas, nos invitan a reflexionar sobre las dinámicas del amor en la actualidad. Con una trama atrapante y profundas reflexiones, este libro se convierte en una guía imprescindible para quienes buscan fortalecer una relación, sanar heridas o iniciar un nuevo camino en pareja. Esta novela fue publicada por primera vez a inicios del año 2000, y fue tanto su éxito a nivel internacional que hoy regresa a librerías, en coedición con Editorial Del Nuevo Extremo y Catalonia.
A 25 años de esa primera publicación, Jorge Bucay conversa con Cambio21 sobre la evolución del amor y la importancia de amarse con los ojos abiertos.
En el libro menciona que el amor no puede basarse únicamente en la idealización del otro. ¿Cómo podemos superar esa tendencia a idealizar a nuestra pareja y, al mismo tiempo, mantener viva la pasión y la conexión emocional?
En principio, por supuesto que creo que idealizar a tu pareja es una muy mala idea, porque si idealizas a tu pareja, a tu compañero o compañera, vas a estar en una relación que no es real, es una relación ficticia entre tú y lo que tú quieres que el otro sea. Así que por supuesto que la solución es el título del libro, Amarse con los ojos abiertos. Eso significa justamente relacionarse con alguien real, con alguien auténtico, alguien que no sea el producto de lo que yo quisiera que sea. Recordar que en el camino de la salud, está no solo que yo soy quién soy, si no que tú además eres quien eres, no eres ninguna cosa que se parezca necesariamente a lo que yo quiero que seas.
¿Quién dice de todas maneras que para poder apasionarse con el otro hace falta idealizarlo? Esta es una idea muy negativa de lo que significa el otro. Es decir, yo puedo verdaderamente amar muchísimo a alguien, estar profundamente apasionado en una relación, sin necesidad de tenerlo idealizado. Es decir, me gusta como es, lo veo como es, lo adoro como es, me fascina como es, me enamoro de quién es, y no lo idealizo. Me comprometo con la persona que realmente es y no con una idealización del otro. La idealización no es una buena idea y no es una buena compañía.
¿Qué papel juega la libertad dentro de una relación amorosa? ¿Cómo se puede encontrar un equilibrio entre la autonomía personal y la conexión con la pareja?
La libertad es un factor fundamental en una relación. No solamente es importante, sino que me atrevo a decir que no existe el amor sin libertad. El amor es la expresión de una emoción, de un sentimiento que promueve la libertad del otro, y por lo tanto reclama la libertad propia. Nada hay más opuesto que la falta de libertad. Es decir, si me preguntas a mí qué cosa es necesaria para poder amar a alguien, yo comenzaría por contestarte: la libertad. Estar en la capacidad de elegir claramente qué cosas quiero contigo, qué cosas no quiero contigo, cuánto quiero, cuándo quiero, cómo quiero, y por supuesto cuándo quieres, cómo quieres y dónde quieres. Así que la libertad es un hecho fundamental.
Tu pregunta de cómo se compatibiliza esto con una relación cercana, íntima, etcétera, se compatibiliza perfectamente. Parecería que tu pregunta indica que no se puede apasionarse con alguien, que no se puede querer a alguien, estar con alguien y seguir siendo libre, de ninguna manera. He tenido un matrimonio que ha durado cuarenta años, y en estos cuarenta años, siempre he sabido que mi pareja podía estar donde quisiera y con quién quisiera, y si elegía estar conmigo y para mi, a mi me alegraba, pero me alegraba solamente si esta elección de mi persona, de mi compañía, de mi amor, era una elección libre, si no era una elección libre, no servía. Por supuesto es necesaria la libertad para poder amar, es más, no se puede amar si no hay libertad.
Usted menciona que la relación de pareja debe ser un “espacio de crecimiento”. ¿Qué significa esto, y cómo puede una pareja facilitar el crecimiento mutuo sin sentirse invadida por las expectativas del otro?
Antes de seguir…esta pregunta denota una visión de la pareja bastante nefasta, la verdad. Crees en la pareja que necesita idealizar, aprisionar, y crees en la pareja que necesita invadir al otro. Tu imagen de lo que significa una pareja es muy pobre. Creo que hay relaciones de pareja que son mucho más ricas que esas, están basadas en la libertad, en el aprendizaje, y en la verdad del otro. No solo creo que el crecimiento dentro de la pareja es importante. No solo creo que es fundamental poder crecer al lado del otro, sino que además creo que es imprescindible. Hubo un tiempo donde las parejas se relacionaban entre sí para asegurar el patrimonio económico, hubo otro tiempo después donde se relacionaron para garantizar la familia, y hubo otro tiempo después donde las parejas existían para poder tener sexo garantizado, hubo otro tiempo en algún momento donde las parejas estaban para pasarla bien juntos.
Fíjate que hoy el único sentido duradero y trascendente, el único sentido sustentable que tiene la pareja, es crecer al lado del otro. El otro tiene que ser mi compañero para crecer, y yo tengo que ser su compañero disparador para su propio crecimiento. No tenés peligro de que esto invada al otro, al contrario, estamos para crecer juntos, más allá de que yo creceré en mi dirección y tú crecerás en la tuya. La duda, en todo caso, tiene que ver con estas parejas pobres, donde aparecen dos peligros, uno; el peligro de que uno crezca más que el otro, lo entiendo, pero no es peligro, el que crezca más llegará más lejos antes, y el otro esperará, o se encontrarán más adelante. El segundo peligro, por supuesto, es que uno crezca y el otro no, y entonces el que no crece se terminará achicando, y el que ha crecido, encontrará que le falta vínculo con el otro. Pero no se trata de imponer al otro ninguna condición, no se trata de imponer ninguna idea, no se trata de ser un maestro, se trata de ser un compañero de ruta, un disparador del propio crecimiento. Así que me parece que con la idea del crecimiento como objetivo, no hay ningún peligro de que el crecimiento sea un peligro, al contrario, el crecimiento va a motorizar todo lo que significa una relación cada vez más noble, cada vez mejor, cada vez más productiva, y sobre todo una relación cada vez más trascendente.
¿Cuáles son los mayores errores que las personas cometen en sus relaciones amorosas, según su experiencia y lo que explora en el libro?
Yo, así sin cargar las pintas, diría que los errores fundamentales son justamente aquellos a los que se refieren tus preguntas. Creo que los errores fundamentales son idealizar al otro y pretender una pareja que sea como al de las películas, donde todo esté bien, donde no haya peleas, donde no discutamos con nadie. El segundo error, que es restringir la libertad, controlar al otro, pretender que sea mío y hacer del otro una posesión de mi persona, y el tercero por supuesto, es una pareja estancada que no crezca y se mantenga igual en el tiempo, justamente las cosas que tu preguntabas. Más allá de esto, hay un error fundamental, de alguna manera que es la falta de diálogo y otro error fundamental que es la rutina. Estas dos cosas, la rutina y la falta de diálogo, son mortales, y por supuesto terminan con las parejas, siempre terminan con la pareja, y terminan mal. Así que yo diría que un consejo para quienes me escuchan, es aprendamos a combatir la rutina, aprendamos a crear, a inventar, reinventarnos, inventar nuevas relaciones con el otro, recrear nuestras relaciones, todas, las del diálogo, las personales, las sexuales, las sociales, las laborales, todas las relaciones con nuevos vínculos, con nuevas cosas que pasan entre nosotros, y que sean producto de nuestro crecimiento, pero además que vulnere la rutina, que vulnere la rutina. Eso me parece que es fundamental.
En su obra, a menudo utiliza cuentos y parábolas. ¿Por qué cree que estos relatos son tan efectivos para transmitir enseñanzas profundas?
El cuento es una herramienta de oro para poder transmitir las cosas, especialmente para poder transmitir las cosas que tienen que ver con lo emotivo o lo emocional. El cuento, para decirlo en la teoría, es una mentira que trae algunas verdades, es decir, no creemos que el león habla con su cría, no creemos que el elefante voló hasta la luna, no creemos que el árbol le dijo al otro árbol del jardín. Pero sí creemos en esta suposición, este imaginario, en esta construcción que hacemos de los elementos del cuento. Mediante ese mecanismo, conseguimos de alguna manera saltearnos el elemento puro, el cuento es un mensaje que se saltea a la razón, que se saltea el conocimiento abstracto. El cuento, dicen, es un puente que saltea, no sé, el cerebro, llega directo al corazón, para llevar el mensaje que está inmerso en el cuento. A lo largo de toda mi vida he confirmado esto, teniendo la suerte yo de venir de un hogar donde mis cuatro abuelos inmigrantes de medio oriente, contaban en mi casa cuentos todo el tiempo. Algunos de los cuentos con los que yo empecé a contar cuentos, y algunos de los cuentos que hoy todavía cuento a mis pacientes en mis conferencias o en mis libros. El cuento es un recurso maravilloso, y he aprendido a usarlo y he aprendido de su utilidad. Así que cómo no valerme del cuento para decir algunas cosas que serían tan difíciles de decir en palabras simples. Dicen que un día al llegar al cielo cuatro viajeras, el custodio del paraíso les preguntó “¿Quiénes son?” y las cuatro viajeras dijeron “somos la Juventud, la Fe, la Alegría y la Sabiduría”. El cuidador de la puerta dijo, “ah, identifíquense”, entonces la Juventud se puso de pie, tomó una lira y cantó y bailó. La Alegría largó una carcajada alrededor del baile de la Juventud, y empezó a reír, y reír alrededor de todas las demás. La Fe se arrodilla y reza, y la Sabiduría para identificarse, se sentó en una piedra y contó un cuento.
¿Cómo ha evolucionado su visión sobre el amor y las relaciones a lo largo de los años?
Sería tan difícil hablar de la evolución del amor desde los principios de los tiempos, ¿no?
Desde aquellos tiempos en los cuáles el amor era salir a agarrarle los pelos a una cavernícola y llevarla hasta la caverna para procrear o para tener sexo simplemente, ¿no?
Pero sería también difícil de hablar de la evolución del amor desde que yo tengo memoria, quiero decir, en los últimos sesenta o setenta años. El amor hoy es un sentimiento mucho más efímero, posiblemente mucho más superficial. El amor se ha transformado en la parte indisoluble del sexo, que no debería serlo. El amor es menos comprometido, menos sustancioso, menos sustentable, yo diría. Parece como si no tuviéramos tiempo para el amor. El amor ha pasado a definirse como un modelo de vínculo que incluye la sexualidad y se ha reservado para las relaciones de pareja, cuando en realidad el amor incluye todo tipo de vínculo afectivo comprometido importante, ¿no? Para mi el amor indisolublemente es la alegría por la existencia de una persona, o de una cosa, o de una casa, o de un libro. El amor es el regocijo de la sola existencia del otro. Y cuando amas a alguien, ese regocijo hace que tengas el compromiso de procurarle todo lo que sea bueno para esa persona, especialmente trabajar por su libertad, una libertad con la cuál el otro, por supuesto, puede elegir no compartirla contigo. Es por esto que el amor es magnánimo, porque no necesariamente lo que el otro va a hacer con esa libertad que tú le des o le consigas, va a ser en beneficio tuyo. Es muy difícil amar de esa manera, es muy difícil comprender, comprender como hoy sabemos, que amar es retroceder, es avanzar, que amar es liberar, no es encarcelar, que amar es dejar ir, no es poseer. Yo creo que en este amor del cuál yo hablo, este amor adulto, digamos, entre dos personas, posiblemente, lo que prima es la voluntad de ayudar al otro a que se desarrolle como persona, de estar al lado del otro para ayudarlo en su proceso, claro que amar así es difícil.
Estamos acostumbrados a un amor más posesivo o de pertenencia, decimos que el otro es amor mío, y eso perjudica el amor, porque tal como hemos venido hablando en estos tiempos, no hay amor si no hay libertad, por lo tanto no hay posesividad que sirva para el amor.
Yo creo que esto es tan importante como para decir, como digo muchas veces, que en realidad los grandes problemas de la humanidad, los grandes problemas que nos agobian, nos acosan y nos torturan: corrupción, delincuencia, rivalidad, violencia, todos esos problemas que acosan al mundo en el que vivimos, se deben a que la mayoría de la gente no le importa demasiado el otro, y eso podemos decir que es el fracaso del amor, el desinterés verdadero por lo que al otro le pase. Esto ha cambiado mucho y la educación debería ocuparse de esto; deberíamos enseñarle a nuestros hijos, a los que nos siguen, deberíamos enseñarles qué significa el amor verdadero, deberíamos entrenarlos en este sentimiento, deberíamos permitirles que exploren sin miedos el amor. Eso de sin miedos es muy importante, porque la verdad es que lo opuesto al amor, lo opuesto al amor no es el odio, lo opuesto al amor es el miedo.