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Especial Educación: Hay que dar valor agregado a la industria nacional con doctorados industriales

Foto: Iván Suazo, Vicerrector de Investigación y Postgrados de la Universidad Autónoma
 
Por Angélica Pacheco
 
Vincular el capital humano avanzado con el sector productivo es una necesidad para Chile. Así lo han reconocido autoridades de distintos ámbitos, junto con afirmar que, en este sentido, los desafíos futuros de la industria necesitarán de respuestas complejas y conocimiento de frontera. “Para todos, está clara la necesidad de impulsar el conocimiento científico para generar valor agregado en nuestra industria, y para lograrlo, es prioritario generar instancias de confianza y mutua cooperación”, afirma el Dr. Iván Suazo, Vicerrector de Investigación y Postgrados de la Universidad Autónoma de Chile e integrante de la Unidad  de Trabajo Ciencia e Investigación del Foro de Educación Superior AEQUALIS.
 
 Agrega el académico que, conscientes de esta necesidad, el citado grupo de trabajo tiene entre sus prioridades analizar cómo se está viviendo en el país esta relación entre ciencia e industria para, así, generar propuestas que contribuyan a promover y fortalecer este vínculo. En este sentido, comenta que en los últimos10 años la oferta de programas de doctorados en Chile casi se duplicó, pasando de 135 programas en 2007 a 262 en 2017. Pero que, tal como se menciona en el estudio evaluativo de los programas de doctorado desarrollado por el MECESUP en el año 2014,  la empleabilidad de este grupo hoy está principalmente en la academia. Lo mismo, agrega Suazo, menciona un estudio de la Georgia State University del año 2015, el cual muestra que 57% de los doctores titulados en EEUU trabajan en el sistema universitario y solamente el 17% van a la industria, a diferencia de lo que ocurre en general en los países OCDE. “Dicho esto, podríamos pensar que existe, en Chile, una desconexión  entre la empresa, la investigación y la innovación que se desarrolla en los programas de posgrado de tercer nivel”, puntualiza el académico e investigador colaborador de AEQUALIS. 

 
“Para 2017, el gasto en I+D+I representó un 0,36% del PIB, 1,5% menos que en 2016. Esta fue la primera caída real desde el inicio de la Encuesta Nacional sobre Gasto y Personal en Investigación y Desarrollo del Ministerio de Economía. Si la financiación por parte del Estado aumentó en un 2% y los recursos provenientes de instituciones de educación superior crecieron en un 8%, la baja se explicaría por una caída en la inversión empresarial”, agrega.
 
Para graficar la distancia que existe entre estos actores, Iván Suazo cita a Moisés Wasserman, de la Universidad Nacional de Colombia: “los industriales dicen que los científicos trabajan en cosas demasiado abstractas, que no les sirven a ellos, y los científicos, que los empresarios quieren los resultados a corto plazo, que son muy conservadores en su visión y que prefieren importar tecnología que desarrollar conocimientos propios”. 

Trabajo conjunto
 
Al mismo tiempo, asegura que prácticas como los programas de doctorados industriales pueden revertir esta distancia. La idea, sugerida por el integrante de AEQUALIS, es generar instancias en las que un proyecto de investigación enfocado industrialmente sea realizado en conjunto por una empresa del sector privado, un candidato a doctorado industrial y una universidad. De esta manera, el candidato es empleado de la empresa y, al mismo tiempo, está matriculado en la universidad y trabajando para el mismo proyecto de investigación en ambos lugares.

“Este tipo de doctorados mantiene los mismos estándares académicos en cuanto a desarrollo de conocimientos del área, habilidades cognitivas y creatividad, pero incorpora a la formación, la capacidad de enfrentarse a retos altamente complejos, a menudo interdisciplinarios, y con requerimientos de viabilidad y calidad exigentes”, señala.

 
Rolls-Royce es uno de los casos más conocidos de empresas que utilizan esta estructura y desde hace más de 20 años que colabora con 31 casas de estudio de Inglaterra y el resto del mundo, para captar talento tempranamente y apoyar las líneas de investigación de la empresa de manera directa.

A pesar de sus beneficios que una política de este tipo generaría, Suazo reconoce que también podría existir cierta reticencia por parte de la academia, sobre todo desde la estructura de acreditación chilena, que tiene una concepción de la investigación más asociada a la publicación que a la aplicabilidad. “En ese sentido, si bien generar papers es importante, no es lo único que debiera valorizarse. La Comisión Nacional de Acreditación y CONICYT, debieran cambiar algunos de los parámetros y crear una dinámica donde se valorice también a la innovación y la investigación aplicada a la industria”, dice.