Oh I'm just counting

Itinerario de la irrelevancia política y el caso de la Democracia Cristiana. Por Oscar Osorio V. Sociólogo

*El sociólogo Oscar Osorio Valenzuela, es militante de la DC

1. Introducción

Hubo un momento en la Democracia Cristiana, en donde el discurso y la acción iban de la mano. Es lo que se hizo de manera sobresaliente en el gobierno del Presidente Frei Montalva, en donde fueron escuchadas las demandas por educación, por reforma agraria y por la chilenización del cobre.  Sin ir tan lejos, durante todo el tiempo de la dictadura cívico-militar, el partido estuvo en la vanguardia de la defensa de los Derechos Humanos: Hubo coherencia entre el discurso y la acción. Así aparecen los primeros recursos de amparo, las primeras organizaciones tales como el Comité Pro Paz, la Comisión de Derechos Humanos, y la Vicaría de la Solidaridad. Hombres y mujeres de la DC son los que conducen estas organizaciones: Andrés Aylwin, Alejandro González, Jaime Castillo, Roberto Garretón.

Algo similar ocurre con los derechos sociales y económicos, donde un grupo de los nuestros también conduce la resistencia al modelo impuesto por la dictadura. Ahí están María Rozas, Manuel Bustos y Rodolfo Seguel por los trabajadores; Alejandro Goic y Juan Luis González por los profesionales; Graciela Bórquez, Patricia Verdugo, María Olivia Monckeberg, por las mujeres. En todas las Universidades del país, (o al menos en la mayoría de ellas) las Federaciones y Centros de alumnos, eran conducidas por militantes y /o simpatizantes de la democracia cristiana.  En fin, en todos los frentes de resistencia y lucha no violenta en contra de la dictadura, estaban presentes los demócratas cristianos, que escuchaban la voz de auxilio del pueblo.

Lo anterior desemboca en la gran gesta épica del triunfo del NO en el plebiscito de 1988, donde la ciudadanía en medio de un gran proceso de movilizaciones sociales, concurre, como nunca en la historia, a votar mayoritariamente por esa opción y dar inicio a la transición a la democracia.

2. La transición

Parte importante de los esfuerzos del gobierno de Aylwin estuvieron en lograr la reparación del alma de Chile y el reencuentro entre los chilenos. Lo anterior se cristaliza tanto en la elaboración del “Informe Rettig”, y el perdón que pide en nombre del Estado a las víctimas de Derechos Humanos, como en la detención del jefe de la policía secreta (DINA), Manuel Contreras. También se expresa en la desarticulación de grupos minoritarios que aún creían que con el uso de las armas se desplomaría la arquitectura autoritaria de la dictadura (grupo Lautaro y el FAMR). Particularmente el FAMR, quien por sus secuestros y asesinatos[1], genera un ambiente de incertidumbre política y social en el nacimiento de la transición democrática.

De manera paralela al esfuerzo de consolidar un modelo de crecimiento económico para enfrentar el tema de la pobreza, comienza a fraguarse una suerte de “apropiación” de la transición hacia la democracia, por grupos y personas ligadas a grupos económicos de carácter neoliberal.

Influyen en este proceso: la caía estrepitosa de URSS y de las experiencias de socialismo reales; el cuidado de las autoridades políticas de la coalición gobernante de centro-izquierda (Concertación de partidos por la democracia) en entregar certezas al sector empresarial respecto del crecimiento económico; el retiro paulatino y sostenido del rol del Estado impulsado por la dictadura, siguiendo el ejemplo de la Inglaterra de  Margaret Thatcher y USA de Ronald Reagan, donde se empieza a consolidar la idea que la sociedad no existe, solo el individuo y su capacidad de elegir, situación que no fue modificada por la Concertación; la irrupción en el escenario mundial del llamado “Consenso” de Washington[2], formado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el Banco Mundial y por el Tesoro de Estados Unidos, las tres instituciones con sede en Washington. 

Las recomendaciones pretendían conseguir aspectos como liberalizar el comercio exterior y el sistema financiero, reformar la intervención del Estado o atraer capital extranjero a los países. Cuestión que ya habían implementado en el país, los “Chicago Boys”, durante la dictadura cívico-militar.

Aparecen, por tanto, en escena actores desconocidos, sin mucha historia política de resistencia y trabajo contra la dictadura, que comienzan, desde las sombras a desarticular todo intento por seguir con la movilización social y reivindicar el rol de la política por parte del tejido social formado justamente en ese periodo. Lo más relevante al respecto, es que no se cuestiona el rol subsidiario del Estado, contemplado en el capítulo uno de la Constitución de Pinochet. Se incuba entonces, la idea que lo que la transición necesita es aquella concepción de que la política es neutra, cuyo principal objetivo es propender al consenso y reconciliación. Por lo tanto, debe estar lo más alejada posible del conflicto, del desorden.

En este contexto, se comienza a relevar el rol de la economía por sobre la política, y adquiere ribetes sacro santos. El modelo de mercado y de consumo se afianza en el país. Sin embargo, el mismo Presidente Aylwin no es neutral al respecto ya que él se da cuenta cómo actúa el mercado sin instituciones reguladoras. De esta manera, al terminar su periodo, se refiere al mercado como “cruel y que solo favorece a los poderosos”[3]. Lo anterior no significa desconocer  del rol del mercado en el crecimiento. Al contrario, el país crece de manera sostenida, en el periodo 1990-2000, entre un 6 y 7%. Habría crecido más sin la crisis asiática que afectó muy fuerte al país. Los Gobiernos de Lagos Y Bachelet sufren caídas económicas producto del cansancio de un crecimiento basado solo en la exportación de commodities.

3. La individualización y el problema

Mientras ocurre el fuerte crecimiento económico, el sector de los grandes empresarios, (tal como pronosticaba el Presidente Aylwin), sin instituciones que vigilen su comportamiento, donde diversas formas de colusión y opacidad en sus negocios son permitidos, acumula gran cantidad de riqueza. Sin embargo, esta gran riqueza no es redistribuida, ni a través ni de salarios a los trabajadores, ni de impuestos al Estado.

Desde la perspectiva de lo social, el  fenómeno de la individualización se consolida, ya que todos los aspectos centrales de la vida (seguridad social, salud, educación, trabajo) no sólo deben pasar por  decisiones individuales, sino que además, si producto de tales decisiones, los resultados no son los esperados, la responsabilidad será siempre individual, ya que como el orden económico neoliberal lo indica, la sociedad ni el colectivo existen, solo las personas y su libertad para elegir. Es decir, fuimos obligados a caminar por la viga de equilibrio a gran altura, cual funambulista,  pero sin ninguna red de protección ante la caída o el infortunio (vejez, enfermedad, pérdida de empleo, etc., etc.).

Es cierto que en todos estos años se pudo reducir considerablemente la pobreza, también es cierto que el PIB creció a niveles de aquellos llamados “países emergentes”, que logran ingresos por sobre los US20.000 per cápita. Nuestros productos llegan a todo el mundo, en dictadura eso hubiese sido absolutamente imposible. Sin embargo, todas las estupendas cifras promedio, que ubican a nuestro país a la cabeza de América Latina, respecto de un país “moderno”, que avanza versus todo el ”barrio” que retrocede, nada dicen acerca de la gran segmentación y desigualdad social generada por el modelo. Ese es el problema.

4. El partido del orden

Con Bachelet 1 la fragmentación de la coalición gobernante es de tal envergadura, que no es capaz de ofrecer una alternativa compacta y consistente a la ciudadanía. Se comienza a prefigurar una fractura entre quienes desean mantener el orden, sin ofrecer alternativas de cambio, y quienes desean cambiarlo, pero sin ofrecer estabilidad ni gobernabilidad. En ese contexto, la elite del partido se alineó con la lógica del “partido del orden”, especie de guardia pretoriana transversal (presente en la mayoría de los partidos políticos, de ambas coaliciones y bloques principales, que impedía cualquier modificación al modelo de desarrollo económico). En este contexto y escenario de desorden político, Piñera 1 asume un gobierno que no hace más que fortalecer toda la institucionalidad del modelo neoliberal.

El “partido del orden” no impulsa generaciones de recambio y las escasas que logran sobresalir (no siempre las mejores) aparecen, solo para ser parte de la atractiva relación público-privada (o negocios y política), donde las elites sean estas del signo que fueren, se confunden unas a otras, ya que el consumo, la ostentación, y cierto “estilo” de vida son similares. Al menos aparentemente, como imágenes, códigos y relaciones.

Mientras tanto, producto de la carencia de generaciones de recambio, Michelle Bachelet vuelve en “gloria y majestad” al gobierno. Sin embargo, a poco andar tanto por problemas familiares, como fundamentalmente por el tema del financiamiento de la actividad política (Penta y SQM), las autoridades políticas de la época, creyendo que la oposición estaba en el suelo, abren una caja de pandora (saludable en todo caso) que deja a “todos” los partidos políticos de los principales bloques, “heridos en el ala”. Particularmente a los de la coalición de gobierno.

Lo que ocurre es que la cierta superioridad moral de las elites de la Concertación, v/s  la coalición de derecha (con las manos manchadas por el tema de Derechos Humanos en el tiempo de la dictadura) se viene al suelo  una vez que se conoce lo que sucede tras bastidores para el financiamiento de la política. Todos sabían que el mundo empresarial, enriquecido durante la dictadura, y fortalecido en los gobiernos de la Concertación, financiaba económicamente a las elites de derecha. Lo que no se sabía, al menos la opinión pública, era que también financiaban a las elites de los partidos de la Concertación o Nueva Mayoría (Bachelet 2). En ese contexto, para muchos de desazón o desesperanza por lo sucedido, los nuestros no escucharon los gritos de auxilio de la sociedad chilena, que clamaba por menor desigualdad y terminar con la lógica de los abusos de los poderosos.

5. Los gritos de auxilio que no fueron escuchados de manera suficiente (o como el discurso iba por un lado, y la acción por otro)

Nuestras elites partidarias, particularmente de nuestro partido, no  escucharon los gritos de auxilio de los niños del Sename sobre el horror que vivían (viven); no escucharon los gritos de auxilio de los adultos mayores que veían como al recibir las pensiones de miseria que recibían del sistema de las AFP, disminuían no solo considerablemente su estándar de vida, sino que la mayoría pasaba a engrosar la lista de los nuevos pobres, medida la pobreza por los ingresos; tampoco se escucharon los gritos de auxilio de las pobladoras y pobladores que entre “balas locas” ven cómo transcurre su vida en sus territorios tomados y “colonizados” por el narcotráfico.

Tampoco se han escuchado los gritos de ayuda de los trabajadores del país que, al no tener sindicatos, ven como los empresarios precarizan su actividad, mientras que las ganancias del sector empresarial son desorbitantes; menos se han escuchado las voces de ayuda de los campesinos que se ven condenados a quedar sin agua para sus sembradíos y ganado, mientras que a su alrededor se llenan de verde los cerros con las plantaciones de frutales y agro alimentos para la exportación.

Los pescadores artesanales tampoco fueron escuchados y quedaron a merced del gran  empresariado de la pesca industrial, ya que la ley de pesca fue diseñada y redactada desde el bufet de los conglomerados pesqueros que digitaron, como un ejercicio de ventriloquia, la voz de los parlamentarios.

Tampoco se escucharon las voces de los consumidores que reclamaban a las instituciones económicas ante la opacidad de los negocios del gran empresariado, que permiten la colusión y usura, trasladando rebajas de precios no a los consumidores, sino que a sus propias arcas. La industria del gas es un ejemplo actual de esas prácticas.  Entonces, si estos gritos de auxilio no fueron escuchados por quienes habíamos confiado, ¿por qué volver a votarlos?

6. El camino propio y los devaneos con la derecha

De esta manera, la coalición no fue capaz de tener una sola candidatura y emergieron otras voces que, al menos en el papel, recogen la crítica hacia los bloques políticos. Y son capaces de tensar el sistema y redituar y resituar el rol de la política en un escenarios de consenso, pero también de conflictos. Entonces, emerge el Frente Amplio con un discurso cargado de críticas al modelo, haciéndole sentido a mucha gente. Es cierto que llegan segundos y que se demoraron excesivamente en su apoyo al candidato de nuestra coalición Alejandro Guillier. Pero la responsabilidad no es de ellos, sino de la coalición y particularmente de nuestra elite partidaria que previamente había iniciado inicia una ruta por el camino propio, alejándose de su domicilio en la centro-izquierda. El desastre electoral era una profecía autocumplida. Y así ocurrió.

Lo más significativo, en todo caso, desde el inicio del gobierno de Piñera 2, fue el constante y persistente devaneo con la derecha. Parte importante de nuestra bancada de diputados y senadores, siguiendo el ejemplo del presidente del partido, aparecía votando a favor del gobierno en diferentes materias, desde proyectos de ley hasta acusaciones constitucionales. Es decir, se prestaron, en no pocas ocasiones, para que el ejecutivo “pirquineara” votos de la Democracia Cristiana. Todo esto generó una gran molestia y desconfianza en los demás partidos de la oposición y nos fuimos quedando solos. La tesis del partido de centro y “estilo” bisagra, defendida con gran entusiasmo y profusa cobertura comunicacional en los medios oficiales (todos de la derecha) por los asesores en las sombras del presidente de la DC, estaba a punto de transformarse en realidad. Hoy ese centro está famélico, desnutrido, sin grasa ni contenido y algunos de esos asesores, hoy ya no están en el partido.

7. El estallido social, la pandemia y otras yerbas (la vorágine de elecciones)

Con el estallido social, y particularmente ante la escasa ayuda del gobierno para enfrentar el confinamiento obligado generado por la pandemia, el partido, ante la presión incontenible de sus bases territoriales, ajenas a la reflexión y discusión de las elites, se vuelve a situar en la oposición.

Luego vino la vorágine de elecciones: plebiscito, gobernadores, convención constituyente, primarias, elecciones presidenciales, etc., etc. Sin embargo, la elección más dolorosa para la base popular de la Democracia Cristiana, fue la de elección de constituyentes, ya que de la totalidad de candidatos presentados (48) el Partido apenas sacó dos. Uno real y concreto, justamente su expresidente y otro independiente, con algunos vínculos familiares con la DC. Pero claramente no es del partido.

Entonces, fue evidente el resultado. La mayoría de los candidatos habían sido impuestos desde el centralismo partidario. Además, una gran mayoría de ellos desconfiaba del sentido y trabajo de la convención. Es decir, antes de la elección, el resultado ya era conocido. Y nos quedamos sin voz, sin discurso ni presencia ante la más relevante y legitimada instancia de participación ciudadana para construir nuestra carta fundamental.

Finalmente el PDC queda reducido a su mínima expresión. En efecto, la última elección nos dejó al borde de la extinción como partido político. Desde 1.800.000 votos obtenidos en 1993, a  265.000 votos en 2021. Si no fuera por la bancada de senadores, legalmente estaríamos desaparecidos. Es cierto que aún tenemos un número no menor de concejales y lo mismo respecto al número total de alcaldes, pero ya no es posible esconder o reinterpretar nuestra derrota electoral.

Lo peor del devaneo con el gobierno de Piñera 2, es que se le entregó en bandeja el cuestionamiento al modelo (que no era la tensión entre democracia y economía, como nuestras elites partidarias presumían, escondiendo el conflicto e imponiendo el consenso, sino entre democracia y neoliberalismo) a sectores del FA y el PC, que ante la crisis de representación real del sistema de partidos políticos, tensaron al sistema democrático, exigiendo lo imposible. Entonces fueron otros los que asumieron esta tarea de denuncia y hoy están cosechando.

No obstante lo anterior, “cuando llegó la hora vestida de pánico[4]”, que significó perder en la primera vuelta, y ante la inminencia de un triunfo del populismo de la ultra derecha, la coalición Apruebo Dignidad y particularmente su líder Gabriel Boric, asume como propios, para la segunda vuelta, el discurso y semánticas de moderación, de acuerdos, de consensos, de gradualidad, de paz y estabilidad. Es decir, parte importante de “nuestras” banderas y códigos de identidad. Entonces finalmente, ¿ganamos o perdimos en la segunda vuelta?. El tema no es menor, ya que si perdimos con nuestra candidata en la primera vuelta se supone que nos deberíamos situar en la oposición. Sin embargo, no es menos cierto que en segunda vuelta, el partido estuvo también por el triunfo de Boric. Es decir, ganamos. Pero, no somos parte de la coalición de gobierno.

8. La encrucijada

El partido se enfrenta a una gran encrucijada. Hay elecciones para la directiva nacional, suspendidas un par de veces a propósito de la pandemia. Preguntas: ¿Algunas de las tres listas en competencia se hacen cargo de esta situación de irrelevancia en la que estamos? Y sobre todo cómo salimos de esta situación. Lo concreto es que estamos ad portas de una caída inexorable. Al menos desde la perspectiva de las cifras de votantes.

Un elemento fundamental, tratado en el punto 4 de este itinerario, es lo relacionado con las faltas a la probidad cometidos por algunos “conspicuos” militantes. Desde el financiamiento irregular de la política, hasta las faltas a la rigurosidad, transparencia y carencia de evidencia, contablemente sostenible, a gastos por rendir, a millonarias facturas pagadas, pasando por el traslado de créditos personales que son pagados por el partido, tal como aparece consignado en el informe del Servel, recientemente conocido respecto de los gastos electorales. ¿Alguna de las tres listas contempla sanciones a estas faltas?

9. Cómo seguimos (¿hay salida?): una posibilidad, el humanismo cristiano.

Hasta aquí he descrito un breve itinerario que puede o no ser compartido. El tema de fondo es que hoy (las cifras son indesmentibles), estamos en el suelo. Es cierto que todos somos co-responsables y que hicimos muy poco (todos), aunque particularmente nuestras elites directivas por defender nuestras trincheras de solidaridad, bien común, cooperación, que no sólo  fueron allanadas, sino que también destruidas por la maquinaria pesada del neoliberalismo.

Los bulldozer del individualismo y el egoísmo, aplanaron todo vestigio de resistencia ante la presión e influencia del mercado. Nuestra elite partidaria, (la mayoría), se comportó como una celosa “guardia pretoriana” ante cualquier intento por desarmar la arquitectura económica neoliberal. También hay que decir que no tuvimos la suficiente claridad, voluntad y compromiso para denunciar con fuerza, que el principal error que se cometía en nuestros gobiernos, fue haber creído que era posible generar bienestar social, solo con los mecanismos y dispositivos del mercado y con  las racionales elecciones de los individuos.

Hoy, desde las cenizas de lo que fuimos, no nos queda sino volver a cavar las trincheras de la solidaridad, de la cooperación y la reciprocidad. Cuando en medio de la pérdida de las certidumbres políticas, cuando las cartas de navegación han quedado obsoletas, desde las catacumbas volvemos a creer en nuestras convicciones humanistas cristianas para decirle al país que los demócratas cristianos seguimos vivos. Que volveremos a escuchar los gritos de auxilio de nuestra gente y junto con estremecernos y asombrarnos, proponer políticas, salidas, acuerdos, consensos y  todos los máximos posibles.

Desde las regiones y desde muchos rincones del territorio nacional, han emergido voces y discursos diciendo que seguimos estando aquí. Armados solo de una gran decencia y transparencia para hacer política; con la llama viva para intentar sanar el alma y espíritu de Chile.

[1] Especial relevancia tienen tanto el secuestro de Cristián Edwards, hijo del dueño de El Mercurio, el 09 de septiembre de 1991 y liberado previo pago de un millón de dólares, el 09 de septiembre de 1992, como el asesinato del senador de la UDI, Jaime Guzmán en abril de 1991
[2] Se trataba de diez recomendaciones de política económica formuladas en 1989 por el economista inglés John Williamson, que tenían como objetivo orientar a los países en desarrollo inmersos en la crisis económica para que lograsen salir de la misma, ya habían sido implementadas en el país por las autoridades económicas de la dictadura cívico-militar, ya que la crisis de los países de América Latina se debía básicamente a dos causas. En primer lugar al proteccionismo y  excesivo intervencionismo del Estado, y por otro, la incapacidad del gobierno para controlar el déficit público
 
[3] Patricio Aylwin al recibir un homenaje de la CUT, enero 1994
[4] Pablo de Rocka, “Canto del Macho Anciano (fragmento)