Antes que asumiera el Presidente Salvador Allende, un grupo de ultra derecha asesinaba al Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, conocido como un militar constitucionalista y que, difícilmente, podría ser arrastrado a intentos golpistas, como los que ya se fraguaban.
Y, por otro lado, se consolidaba un sector, de menor peso electoral, pero muy significativo, desde el punto de vista emocional, que creía posible, asumiendo el gobierno con la idea de “avanzar sin transar”.
Entonces, por un lado, una derecha sediciosa y, por el otro, el “avanzar sin transar”
Los primeros apuntaban a defender los privilegios de los más ricos y, los segundos, creyendo que bastaba el discurso, para promover el acceso de los más pobres a los mínimos derechos sociales.
Los primeros contaban con todos los recursos, nacionales e importados y, los segundos, casi solo con la retórica pues, el acceso al gobierno del Presidente Allende, fue solo posible por la conducta democrática de la Democracia Cristiana, que votó a su favor en el Congreso, para elegir a quien solo obtuvo un poco más de 38% en la elección presidencial.
Pero la historia parece repetirse.
El Presidente Boric obtuvo en primera vuelta poco más del 25%, de quienes optaron por su candidatura, creyendo que era la mejor alternativa para gobernar el país.
Luego de ello, las demás candidaturas de centro izquierda, sumaron sus votos, para impedir el triunfo de la derecha y de la ultra derecha, sobre la base de las coincidencias, parciales, de sus programas, permitieron el acceso al gobierno de la coalición formada en torno a esa candidatura.
Pero, ya están en acción, los sediciosos y, los del “avanzar sin transar”
Los primeros colaborando en provocar situaciones que lleven a muchos sectores a la convicción que se está provocando “el caos”, con los aumentos de los hechos de violencia, larguísimamente difundidos por los medios de comunicación, especialmente la TV, que controlan muy mayoritariamente; también los medios escritos y radiales. Adicionalmente, publicitando de manera privilegiada los actos de violencia en la Araucanía, que casi nunca se descubre quienes los provocan.
Por el otro lado, se repite una y otra vez que, los objetivos son “los cambios estructurales”, desconociendo que ello es solo posible sobre la base de dos requisitos: por una parte, que haya “espacio político” para avanzar en esa vía y, por cierto, que se tenga respaldo ciudadano e institucional suficiente, lo que parece discutible.
El problema es que todo esto se produce en un espacio socio político en que, los más vulnerables, que debieran ser la base de apoyo más sólida, para respaldar las “transformaciones estructurales”, reciben un reajuste, que se repite que es “histórico”, pero que se licúa al poco andar, porque la inflación, parcialmente generada por la conducta sediciosa del otro bando, no permite que los que viven de esos bajos salarios, alcancen un mayor poder de compra, mientras los bancos si obtienen “incrementos históricos” en sus ganancias, al igual que los principales grupos empresariales.
Es necesario asumir que no basta con la formalidad de determinadas medidas; es preciso que ello se demuestre, a nivel individual y familiar, como un logro sustantivo. Ello se puede repetir en más de una medida puntual.
Así, la historia se repite.
La segunda parte de la historia de los 70 tuvo que ver con la lucha por representar a los “sectores de centro” y, a los que temieron al avance hacia una “dictadura comunista”. Hoy, con una discusión acerca de la Nueva Constitución, que solo se hace sobre la base de eslóganes, lo que se logra es aumentar la división, entre quienes creyeron que era “tirar y abrazarse” y, aquellos que, pese a sus malos resultados electorales, para elegir convencionales, han hecho de la defensa de la constitución pinochetista, revestida de las “reformas” que nunca apuntaron al fondo conceptual, el centro de la discusión nacional.
Hoy, el miedo no es a una dictadura comunista, sino a la “venezuelización” del país.
Dicho de otro modo “o nosotros o el caos”
Pero, siempre, en los procesos sociales complejos, es preciso que las responsabilidades sean repartidas en función de los roles que ocupa cada actor. En ese plano, es posible echar de menos una estrategia, por parte del gobierno, que apunte a consolidar una base de apoyo mayor a la que contienen actualmente las dos coaliciones que lo sustentan.
Con un Congreso prácticamente empatado, con más posibilidades de que la derecha consiga mayorías circunstanciales; con organizaciones sociales históricas debilitadas o desaparecidas y, con grupos emergentes que luchan más por demandas específicas, más que por objetivos inclusivos, el rol de poder articular un sostén mayoritario para lo que se plantea, recae solo en el gobierno.
¿Cómo se hace esto?
Por cierto, no es fácil, especialmente cuando en las coaliciones que sostienen el gobierno, el “avanzar sin transar” es un factor. Sin embargo, parece llegado el momento en que el gobierno intente “grandes acuerdos”, que cumplan dos objetivos imprescindibles; por una parte, bajar el nivel de tensiones sociales que hoy generan demasiada sensación de inseguridad y, por la otra, poder impulsar algunos temas de mayor aliento, que tengan el espacio necesario para ser discutidos con calma y que, le muestren a los chilenos que es posible avanzar en el cumplimiento de las promesas del programa.
De otro modo, se instalará la vieja dicotomía, donde la adhesión se repartirá entre la sedición y el avanzar sin transar. ¿Con el mismo resultado que en 1973? Probablemente no, pero con un período en que el desarrollo del país, especialmente en su economía y sus posibilidades de desarrollo, se verán una vez más frustradas.
Todo lo anterior, como siempre, seguirá golpeando mayoritariamente a los más vulnerables.
¿Es posible cambiar el curso de este proceso?
Por supuesto que sí. Como siempre, está en las manos de quienes administran el poder.
Confiemos en que ello pueda ocurrir.