Odia la sopa. Está indignada por que al Pájaro Loco todavía no le dieron el Premio Oscar. Piensa que un depravado inventó la sopa y un degenerado, la cuchara. Le gustan Los Beatles, la cultura hippie y los libros. Piensa que la sopa es –o debería ser– una mala palabra.
Es preguntona, perspicaz, graciosa y rapidísima, sensible, incisiva. Su papá es oficinista, su mamá es ama de casa y tiene un hermanito que se llama Guille. Igual que su tortuga Burocracia, padece “sopofobia”. Sus amigos son Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad, con quienes juega a la bomba atómica, si acaso no tienen tiempo para jugar a algo más largo.
Este domingo, Mafalda, la niña rebelde que, además de odiar la sopa al punto de descomponerse en la playa luego de imaginar que el mar es un gran plato de ese alimento, quiere ser intérprete de la ONU y proclamar la paz mundial, cumple 55 años. Y como proclamó en más de una ocasión su creador, Quino, si las tiras cómicas todavía siguen vigentes, es porque “lamentablemente”, el mundo no ha cambiado demasiado. Inflación, la jubilación, China, el feminismo y el vegetarianismo, política: Mafalda, la historieta argentina más universal y globalizada, aún tiene razón en (casi) todo.
Traducida a una veintena de idiomas –entre los últimos, al guaraní, el hebreo y el armenio–, con una cuidada versión en Braille (disponible de forma gratuita en todas las bibliotecas públicas de Argentina), y una película animada en 1982, Mafalda, la nena de abundante melena negra con corte "carré", que fue publicada por primera vez el 29 de septiembre de 1964 en la revista Primera Plana, tiene en su origen un fundamento comercial.
Un año antes, a Quino le encargan una serie de tiras cómicas en las que se vea representada una "familia tipo", con un vínculo explícito con los electrodomésticos. Como condición, todos los personajes deben llevar nombres que comiencen con la letra M. La idea es promocionar en los medios de comunicación los productos de Mansfield, de la empresa Siam Di Tella. Pero el artilugio comercial es descubierto y esas tiras no se publican. Algunos meses después, Quino retoma algunas de esas ideas y da forma definitiva a Mafalda.
Para el nombre, Quino se inspira en una película: en Dar la cara (1962), de José Martínez Suárez con David Viñas como coguionista, hay una beba llamada Mafalda. A Quino le gusta y así surge el nombre de su más famosa creación.