El presidente de la ANFP, de una forma u otra, dejó instalado que Pizzi no seguía en la banca nacional, sea con algún gesto o con conversaciones preliminares con Pellegrini u otro DT, lo que insegurizó la gestión del entrenador trasandino. De otra manera no se explica el cúmulo de errores que cometió en el tramo final de las clasificatorias. Por Guillermo Arellano
Lo veremos por TV: la responsabilidad de Salah en la eliminación de Chile a Rusia 2018
Partamos por la obviedad y el lugar común que dejó la amarga eliminación de la selección chilena: responsabilidad técnica, táctica y de camarín del entrenador Juan Antonio Pizzi en las últimas cuatro fechas de las clasificatorias, individualidades que fallaron en los momentos claves, increíbles situaciones de indisciplina, un público muchas veces abúlico y racista en los partidos de local y un periodismo deportivo con escaso conocimiento y capacidad crítica para orientar al DT y a los jugadores en momentos de crisis.
Sin embargo, entre medio de la tristeza que embarga al hincha del tablón y en general a la opinión pública pelotera está el rol que le cabe a la dirigencia de la ANFP y en particular a su presidente Arturo Salah.
Es cierto, él no entra a la cancha, ya no dirige y no tiene ninguna injerencia en las decisiones finales del DT, pero hay aspectos que pasan por su criterio y absoluto juicio y que también influyen cuando se producen fracasos como este.
Primero: en la antesala de dos jornadas de eliminatorias se programaron dos clásicos de la capital, Colo-Colo – Universidad de Chile y Universidad Católica – Colo-Colo, clubes que aportan varios seleccionados que son titulares y que llegaron desgastados a las nóminas de “La Roja”. No costaba nada dejar esos partidos para otro momento.
Segundo: el manejo comunicacional en torno al posible reemplazante de Pizzi después de Rusia 2018 fue pésimo. De hecho, resultó demasiado sospechoso que Elías Figueroa, el mejor jugador nacional de todos los tiempos, haya proclamado a Manuel Pellegrini como el sucesor del estratega argentino si no se lograba la meta de acceder a un tercer Mundial consecutivo.
En ese instante el “equipo de todos” estaba sexto en la tabla de posiciones y necesitaba de un fuerte apoyo institucional que casi no se notó. Nadie duda de las cualidades de Pellegrini (solo basta decir que estuvo en el Real Madrid y que llegó a semifinales de la Champions League con dos clubes de poca tradición copera). El tema es que no se puede contaminar el ambiente mencionando a otros entrenadores cuando aún hay otro profesional en el cargo, y para peor peleando cosas importantes.
Tercero: derivado de lo anterior, Salah, de una forma u otra, dejó instalado que Pizzi no seguía en la banca nacional, sea con algún gesto o con conversaciones preliminares con Pellegrini u otro DT, lo que insegurizó la gestión del coach trasandino. De otra manera no se explica el cúmulo de errores que cometió en el tramo final de las clasificatorias, léase la extraña marginación de Marcelo Díaz, la falta de liderazgo interno, curiosas definiciones tácticas, cambios mal hechos y la inexistencia de una estrategia clara en los juegos ante Paraguay, Bolivia, Ecuador y Brasil.
La confusión provoca tomar malas decisiones. Y en el caso de Pizzi solo cabe preguntarse por qué un equipo que venía de actuar a lo grande contra Portugal y Alemania en la Copa Confederaciones termina cayéndose a pedazos en todos los aspectos. ¿No será que el entrenador sabía de antes que lo iban a desvincular? ¿Salah quería que Pizzi continuara realmente al mando de la selección?
Cuarto y final: más allá de las suspicacias, el nuevo DT que llegue a Pinto Durán tendrá la misión de canalizar lo que va quedando de la “generación dorada” e iniciar sobre la marcha el proceso de recambio que solo Marcelo Bielsa se atrevió a implementar antes de Sudáfrica 2010 (ni Sampaoli ni Pizzi innovaron).
Ante esta coyuntura, es claro que Salah volverá a la carga por los mismos candidatos que salieron a la palestra después de la partida del “rehén” Sampaoli: Pellegrini, Bielsa, Berizzo y algún otro tapado. Por de pronto, el ingeniero admitió su cuota de responsabilidad, primer paso para hacer los balances y mea culpas respectivos.